Dafne era hija de Peneo, dios tesaleo de los ríos. Al igual que Artemisa, era una diosa virgen de la caza y de la naturaleza. En su historia más famosa, el dios Apolo se enamoraba de ella contra su voluntad.
El motivo para que esto ocurriese fue que Apolo había insultado a Eros, el dios del amor. Apolo, que presumía de su manejo del arco y de las flechas, creía que Eros era un mal arquero y éste se vengó asaeteándole en el corazón con una flecha bañada en oro que le hizo enamorarse de Dafne sin ser correspondido. Eros también lanzó una flecha a Dafne, pero bañada en plomo, lo que la hacía aún más reticente a él. Apolo, fuera de sí, empezó a perseguirla diciendo: «¡Te imploro, ninfa hija de Perseo, que no huyas!
No soy tu enemigo a pesar de esta persecución. ¡Detente, dulce ninfa! Huyes como lo hace la oveja del lobo, o el ciervo del león, como las palomas baten alas huyendo del águila, como todas las criaturas huyen de sus miedos. Pero es el amor el que me lleva a correr detrás de ti…» . Dafne no pudo escapar de Apolo y al final, desesperada, rogó a su padre que la liberase del cuerpo que había despertado la pasión de Apolo, por lo que la convirtió en un arbusto de laurel.