Dale la vuelta al mundo

Escucho la música de otros, acepto los cumplidos de otros, pero no me hacen sentir igual. Me llaman pequitas. Siento algo que me ahoga, que me aprieta el pecho, la ansiedad de acostumbrarme a algo que no está bien, que está bien para el resto de la sociedad, pero no para mí. Quedarse en una misma ciudad, en un trabajo que está bien, con unos buenos compañeros, salir los martes a tomar algo, volver a casa a las 2 de la mañana, comprarse de vez en cuando un capricho, tener a los amigos y a la familia cerca.

Solo le puedo hablar de mi insatisfacción a él, nadie más la entendería. ¿Qué te falta?, me pregunta, como si fuese una pregunta fácil de responder. «No lo sé, soy así, ¿qué crees que me falta tú?» «No trabajar y ganar dinero por eso, así no pararías en ningún lugar». Me conoce demasiado bien. 

Es lunes y lloro. La canción que escucho no ayuda. Und dich gefragt, was du noch für mich bist. ¿Te preguntas qué sigues siendo para mí? Lo eres todo, pero ya no me acuerdo de nuestros viajes con la misma claridad, ya no puedo escribirlos y me da mucha pena. Ya no tengo los recuerdos vívidos. 

Mis padres de novios comprando unas patatas en la churrería y luego sentándose en la terraza de ese bar, cada uno con una cerveza en la mano. Somos nosotros. Nuestras tardes solos, nuestras charlas, nunca me cansaba de estar contigo. La persona con la que más me río del mundo, siempre te lo he dicho. Me quiero asomar al acantilado contigo, mirar nuestros reflejos en el agua negra, saltar desde una altura de 7 metros, sentir el vértigo, el estómago queriendo salir de mi cuerpo, la respiración contenida y el choque contra la superficie del agua. Quiero compartir mis dos mundos con alguien, contigo, la persona que mejor me conoce.

«No puedo dejar de mirar tu foto, dan ganas de hacerte muchas fotos». Me gusta que me digas esas cosas.