Sigo mis pruebas con pigmentos de Daniel Smith. Algunos, después de dos años, ya son insustituibles y siempre recurro a ellos. El lapislázuli, eliminada la inicial abundancia de goma arábiga, se ha vuelto más dominable, y proporciona un tono delicado, austero y transparente, que mezcla muy bien con ocres y amarillos, para aportar a los cielos un toque especial, semejante a un buen pigmento cerúleo. Y digo de los mejores, porque los pigmentos baratos llevan mezcla de blanco y empastan todo. Sennelier, Van Gogh, W&N o el de Daniel Smith Cerulean Blue Chromium, diferente en tono a todos los anteriores. También algunos ocres, como el Mummy bauxite, el Lunar red, y las tierras, aportan granularidad y relieve a las mezclas. Entre los verdes de esta marca, insuperables todos los que he probado, destacan el jadeite y el verde Hooker oscuro, que se han usado en estas acuarelas. La montañas, mezclas de ultramar oscuro, lapislázuli, lunar blue, con violeta para las más lejanas, en un baño muy diluido. Las mismas mezclas en las nubes que en los bancales lejanos, aunque variando las proporciones de pigmentos. No quedando muy satisfecho con el primer plano, excesivamente oscuro y confuso, he recortado lo que más me gusta de la acuarela, por lo pronto sin tijeras, solo en la fotografía. Creo que gana, renunciando a ese primer plano que debería haber destacado por nítido y brillante, no cargando las tintas, recurso fácil de quienes andamos escasos de recursos. Tengo que seguir aprendiendo. La acuarela está basada en unas fotografías de los alrededores de Alpera, en Albacete, tal vez tomada desde Meca, cerca de la ciudad ibérica, mirando hacia El Bosque, donde están las pinturas rupestres de la Cueva de la Vieja. Hacia la derecha, el Valle de Ayora. La anterior, de Aranjuez, retoma fotos otoñales, echando mano de los amarillos, naranjas, oros y rojos de la serie de Quinacridonas. Tienen una transparencia maravillosa, además de la belleza e intensidad de sus colores, que hay que manejar con cuidado. Mezclados con algunos pigmentos que granulan, en la forma en que sólo algunos de Daniel Smith hacen, salen tonos intensos, quebrados pero muy transparentes. La enseñanza de esta acuarela es la necesidad de evitar el error de hacer las cosas como son. Hay que pintarlas como deberían de ser, como ayuden a la composición, que para realidades ya está la fotografía. Habríamos evitado ese muro que visto ahora resulta inconsistente, torcido, falto de una adecuada perspectiva. Mientras la pared de la izquierda cae recta, el siguiente tramo tiene un talud que se va inclinando cada vez más hasta la curva del río. Eso lo sé yo, pero lo que la acuarela muestra es una pared torcida. Tomo nota.
Las verjas, siempre un problema, se han hecho con el canto de un pincel plano, que queda afilado como una cuchilla. De Escoda, fibra Toray marrón, serie Barroco 1512. El resto con un pincel hermoso de la serie Versátil redondo del número 18. A pesar de su tamaño, lo mismo pìnta un árbol de una pincelada, que hace los detalles finos, porque puntea que da gusto. Las líneas finísimas, con otro de esa fibra, de mechón largo y finísimo, para filetear y firmar.
Con muy pocos colores se han hecho la anterior y siguiente acuarela. La primera con Mummy bauxite, verde jadeite, lapislázuli y lunar blue. La de los primaverales almendros de la zona de Alcoy, no recuerdo exactamente dónde tomé esa foto, incorpora carmín de alizarina y violeta. También unos ligeros toques de blanco opaco. Esta última, un boceto de la playa del Pinet, en la Marina de Alicante, con lapislázuli para el cielo, con toques de cerulean Chromium, verde Hooker oscuro, Hematite y Bleu apatite. Tejados de quinacridonas rojo y dorado
Terminamos con una felicitación de Navidad con cadmios, quinacridonas, y los azules, marrones y violetas citados antes.