Revista Ciencia

Darwin y la espontaneidad coordinada

Publicado el 24 junio 2010 por Daniel Vicente Carrillo


Darwin y la espontaneidad coordinada

Si la vida es, como creemos, desde sus orígenes la continuación de un único y mismo impulso que se reparte en líneas divergentes de evolución, entonces las causas esenciales que operan sobre las diversas líneas deben conservar alguna cosa común. Algo del todo, del impulso primitivo, ha de subsistir en las partes. Este elemento común se evidenciaría por la presencia de órganos idénticos en organismos muy diferentes. Pero si admitimos el mecanicismo, ¿qué probabilidad habría para que dos evoluciones diferentes condujesen a resultados similares? La probabilidad será tanto menor cuanto más diverjan las líneas de evolución. Así, pues, la prueba de nuestra tesis consiste en ver si la vida fabrica algunos aparatos idénticos por medios diferentes y en líneas de evolución divergentes, y su forma demostrativa será proporcional al ángulo de separación de estas líneas y al grado de complejidad de las estructuras similares.
Diráse que la identidad de condiciones en que la vida ha evolucionado tenía que producir la similitud de estructuras. Según una hipótesis esas condiciones han producido por acción directa la variación de los organismos en un cierto sentido. Según otra, la influencia de esas condiciones se realiza por vía indirecta, consiguiendo la adaptación de las especies por la eliminación de los menos adaptados. Esta última, por su carácter negativo, explica cómo se conservan variaciones ya dadas pero no el desarrollo progresivo de aparatos complejos y menos aun de la identidad estructural de organismos complicadísimos en líneas divergentes de evolución. En esta hipótesis la adaptación de los organismos a las circunstancias exteriores sería algo así como la adaptación del agua a la forma del vaso; no habría, pues, inconveniente en explicar la similitud de estructura como la identidad de forma que toman dos líquidos diferentes vertidos en el mismo vaso. En este ejemplo, la forma del vaso ya estaba hecha, pero cuando se trata de la adaptación de un organismo a las condiciones exteriores ¿dónde está la forma preexistente? No hay tal forma; es la vida la que crea una forma apropiada a esas condiciones exteriores por la construcción de una máquina que les aprovecha y que no se parece en nada a ellas. La adaptación no es entonces moldeamiento de una materia indiferente, pasiva repetición en relieve de lo que las condiciones den en hueco, sino réplica activa.
El finalismo se ha servido de la maravillosa estructura de los órganos de los sentidos para comparar el trabajo de la naturaleza al de un obrero inteligente. Como el ojo es el ejemplo más evidente de adaptación de un órgano a la materia que utiliza, la luz, es también el más apto para comprobar la suficiencia o insuficiencia de las explicaciones mecanicistas y finalistas. Según ambas hipótesis, la sensibilidad pigmentaria de los infusorios, puramente accidental al principio, pudo directamente, por un mecanismo desconocido o por las ventajas que ofrecía, sufrir una ligera complicación y por sucesivas interacciones entre órgano y función, formar progresivamente el ojo del vertebrado. Difícil es decidir la cuestión, porque órgano y función se condicionan de tal suerte que no se sabe si lo primero es el órgano como cree el mecanicismo o la función como cree el finalismo. Pero si en vez de comparar los dos términos heterogéneos de órgano y función comparamos dos homogéneos -un ojo con otro ojo- acaso nos acercásemos a una solución más plausible. Si observamos el ojo de un vertebrado y el de un molusco, encontraremos una similitud de estrucutra. Ambos tienen las mismas partes esenciales -retina, cristalino, córnea- compuestas de elementos análogos. Ambos funcionan también idénticamente. Sin embargo, moluscos y vertebrados se separaron del tronco común mucho antes de poseer un ojo tan completo y tan similar. ¿De dónde proviene la analogía?
Darwin hablaba de variaciones ligeras que se van sumando por efecto de la selección natural. Ahora bien, para que el ojo, que ha experimentado la variación, sea más perfecto y el individuo sea conservado con preferencia a los que no poseen ese nuevo ojo, es preciso que éste funcione y para ello que todas sus partes se desarrollen a la vez en el mismo sentido, manteniendo su coordinación. Un perfeccionamiento de la retina exige un desarrollo paralelo en los centros visuales y en las partes del propio ojo. Pero no es posible que si esas variaciones son fortuitas se produzcan a la vez y en el grado requerido en todas las partes del órgano de manera que éste cumpla su función como antes. Por eso Darwin supone una variación insensible que no perturba el funcionamiento del órgano, el cual puede esperar las variaciones complementarias para dar el paso adelante. Pero si por el pronto no se menoscaba ni favorece el órgano, ¿cómo se agarra a ella la selección natural? Y por otra parte ¿cómo idénticamente se han producido las variaciones insensibles, por tanto, infinitas, en el mismo orden sobre dos líneas de evolución tan diferentes si eran accidentales y cómo se acumularon y conservaron en el mismo orden? Esta hipótesis como otras que no admiten más que lo fortuito al principio, tiene que recurrir después a lo coordinado y armónico en sumo grado.
Es más fácil comprender la semejanza de los ojos del vertebrado y del molusco si el desarrollo se hace por un número pequeño de brincos súbitos. Como además la diferencia producida es grande y asegura una ventaja importante al ser vivo, también se comprende mejor que la selección natural opere sobre ella. Pero el problema es el mismo; ¿Cómo todas las partes del ojo se modifican a la vez, tan coordinadamente y en el mismo sentido que la visión no se perturba? Habrá que suponer un favor del azar, pero entonces también habrá que recurrir después a una suma coordinación, pues no puede ser casualidad que en el curso de la evolución surjan nuevas variaciones súbitas, nuevas complicaciones de estructura, maravillosamente encajadas unas en otras, siempre en el mismo sentido en la prolongación de las precedentes y, además, cuando se consideran dos líneas divergentes en el mismo orden sobre ambas.
Darwin invocaba la ley de correlación, según la cual un cambio en un punto del organismo repercute en todos los demás. Pero una cosa es cambio correlativo y otra cambio solidario, sistema de cambios complementarios y coordinados que perfeccionan el funcionamiento de un órgano. Los ejemplos de correlación que presenta no tienen nada que ver con este perfeccionamiento. En resumen, para explicar cómo las variaciones accidentales, insensibles o bruscas, convergen coordinadamente al mismo efecto y en la misma dirección, habría que acudir a la intervención de un "buen genio".

Bergson

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