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+ DE 1001 FILMS: 1073 - Robin and Marian

Publicado el 31 octubre 2010 por Alfonso

+ DE 1001 FILMS: 1073 - Robin and MarianSi no resulta sorprendente que Richard Lester, después de sus acercamientos al universo pop que crecía a orillas de los ríos Mersey y Thames, a la Roma más golfa y musical, a los mosqueteros de Dumas, se interesase por los sajones que, en tiempos de John Sans Terre, robaban a los ricos para dárselo a los pobres, sí asombra que lo hiciese filmando los últimos días de su legendario paladín, Robin de Locksley, y que para ello contase con un actor como Sean Connery, rudo y varonil, muy alejado de la imagen popular del héroe, aquí perfectamente acompañado por la espléndida Audrey Hepburn, estrella que había aparcado su carrera cinematográfica hacía casi una década.
Una mirada sosegada al hombre instantes antes de convertirse en mito, una reflexión otoñal sobre la vida y el amor, sobre la lealtad, es la propuesta de Lester en Robin and Marian (Robin y Marian, 1976), film donde vemos como Robin Hood (Connery), acompañado de Little John (Nicol Williamson), amigo incondicional que no le traicionara como un Lancelot cualquiera, después de 20 años de luchas en Tierra Santa al lado de su rey Richard the Lionheart (Richard Harris), a quien le unió tanto como le distanció, regresa a Nottingham y encuentra a Marian (Audrey) refugiada en una abadía, convertida en la madre Jennet, casada con Cristo, acto quizá más insoportable que si hubiese sido llevado a cabo con otro hombre. A su vuelta, Robin, que sólo alcanzo el grado de capitán en las Cruzadas, y Marian, que durante un tiempo escandalizó al convento con sus pecados de juventud, descubrirán que nunca se olvidaron, aunque sus palabras digan lo contrario, que hay cosas que nunca cambian, como tampoco lo han hecho Will (Denholm Elliott), el fraile Tuck (Ronnie Barker) y el despiadado sheriff del condado (Robert Shaw) -quien ya fuera antagonista de Connery en una entrega de la saga Bond: From Russia with love (Desde Rusia con amor, 1963), de Terence Young-. Mezclando aventuras, pocas pero justas y suficientes, con calmadas reflexiones sobre el deseo, el néctar de la película, Lester envuelve la historia en un halo romántico y humaniza al personaje, haciéndolo inmortal en el vuelo de una flecha, final sobrecogedor y de los más hermosos jamás filmados.
Siempre agradece el espectador, el lector, saber qué fue de los personajes una vez abandonada la sala, cerrado el libro. Y aquí se nos presenta la oportunidad de conocer cómo terminaron las acrobacias del proscrito que Errol Flynn vistió para siempre de calzas verdes. Y gracias a Lester, al guión de James Goldman, que destiló la poesía de Keats, a la música que creó John Barry para enaltecer los espacios verdes y húmedos -rodada en Navarra, te encuentras con la sorpresa de ver como una famosa actriz española encarna el brevísimo papel de la descocada Isabelle d'Angoulême, una joven que por entonces todavía firmaba con sus verdaderos apellidos, Mérida Roja: Victoria Abril-, no nos sentimos defraudados. Ya sabíamos del origen de la trama, de la puntería y burlas del arquero, así que bastan dos pinceladas para recordarlas y centrarse en el hoy: ver a Robin con achaques pero sin perder el buen humor, a Marian, la de noble procedencia, feliz de regresar al bosque de Sherwood, a ese árbol que representa el Paraíso, rememorando quién fue, y es, el dueño de sus actos, deseando volver a sentirse mujer con tanta pasión como para decirle al amado "hazme daño, hazme llorar”, pero tan cansada como para decidir que su amor será de otro Reino, resulta un gozo Que todo bodegón se pudre aun bajo la luz más hermosa, que la muerte sobrevuela nuestras cabezas, también lo sabe dibujar con dos trazos el director -no es casualidad la fruta del cuadro: la manzana, ni el número de piezas: tres; tampoco el inserto del ave carroñera-. Que algunas bebidas necesitan el reposo de los años para alcanzar su plenitud, lo sabe este film, balada muy triste del temible arquero y su fiel dama.
Lester volvió a D'Artagnan y sus correrías, e hizo que el malogrado Cristopher Reeve volase un par de veces enfundado en su traje de Superman, pero nunca estuvo tan acertado como en Robin and Marian, un banquete donde no se comen perdices, los caballeros dejan de serlo y el cabello rizado que esconde una toca se convierte en una renuncia, un placer. Connery volvió a campar por la historia de los Plantagenet, esta vez encarnando al ilustre Ricardo Corazón de León en la insulsa Robin Hood: Prince of thieves (Robin Hood, príncipe de los ladrones, de 1991) de los dos Kevin (Reynolds y Costner, director y protagonista respectivamente). Un divertimento sin consecuencias, pues en la particular historia del cine de Robin Hood,tiene reservado el trono más elevado junto a los de Douglas Fairbanks y Errol Flynn. Y a Audrey no hay quien le haga sombra.

+ DE 1001 FILMS: 1073 - Robin and MarianRobin and Marian (Robin y Marian, 1976)
En el libro 1001 películas que hay que ver antes de morir (Editorial Grijalbo) se detalla 1 título de R. Lester: A hard day's night (¡Qué noche la de aquel día!, 1964)

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