Revista Cultura y Ocio

De Barcelona, la técnica del trencadís y Gaudí. ¿O viceversa?

Por Alejandra Naughton Alejandra Naughton @alenaughton
De Barcelona, la técnica del trencadís y Gaudí. ¿O viceversa?
¿Se puede recordar Barcelona haciendo abstracción del estilo que le imprime la técnica del trencadís? ¿Se puede hablar del trencadís haciendo abstracción del genio de Gaudí? ¿Se puede hablar de Gaudí haciendo abstracción de Barcelona? ¿Y viceversa? Creo que todas esas preguntas tienen una sola respuesta: no, es imposible.
Gaudí (1852-1926) es sinónimo de formas redondeadas. Las usó para crear espacios que se pueden observar en los principales íconos arquitectónicos de la ciudad. Paredes, techos, aberturas, torres, tanques, chimeneas, bancos y faroles públicos. Y son esas superficies redondeadas las que fueron abrigadas con un revestimiento insustituible por su ductilidad. Ese rasgo de la arquitectura modernista catalana es inconfundible y tal vez sea lo que más retengamos de nuestro paso por la ciudad, por su potente presencia visual. Trencadís significa “quebradizo” en catalán. Quebradizo debe ser el mosaico para romperse en incontables formas que se complementan en una identidad inequívoca y no importa si son nuevos o de demolición. Es notable cómo no sólo esos mosaicos se reinventan juntos cuando se ensamblan caóticos en cualquier superficie sin importar su forma, sino también cuando lo hacen combinando distintos colores y diseños. 
Sin embargo, el trencadís es sólo uno de los muchos aspectos del modernismo catalán reflejado en el legado de Gaudí. Y eso se torna evidente cuando visitamos las obras que engalanan la ciudad. Esas obras también nos hablan de su capacidad para crear espacios, para equilibrar lo estético con lo eficiente, para proveer funcionalidad y también deleite al tacto dado los cuidados materiales que seleccionaba (¡qué barandas suaves de madera, sutilmente curvas, engalanan las escaleras!). Ni hablar de los herrajes, tanto en faroles o en balcones como en mirillas (sugiriendo colmenas) y los muebles y picaportes con riguroso diseño ergonómico. Viendo esa obsesión holística que combinaba diseño estético y precisión científica, Gaudí me remitió en mis ensoñaciones de viaje a Leonardo da Vinci....
Visitamos la Casa Batlló, la Casa Milà, el Parque Güell y el más icónico de los emprendimientos: la Sagrada Familia. En la estatura enorme de Gaudí había lugar para remodelaciones (si vieran la fachada original de Casa Batlló y su radical reinvención, que nos traslada a un barco en alta mar mientras la recorremos, no podrían creerlo) y también para creaciones originales que consideraban las necesidades funcionales, estéticas y urbanísticas, como la Casa Milà, que singular y orgullosa se luce en una esquina del coqueto Paseo de Gracia. Y digo singular porque al verla con su frente de piedra nos confunde haciéndonos creer que estamos ante un acantilado o frente a ondulaciones marinas. Tan impactante y contra intuitivo fue su diseño que terminó siendo conocida como “La Pedrera” (cantera). Hoy recibe aproximadamente un millón de visitantes al año y contiene una de las terrazas más originales que haya visto jamás. 
También tuvo tiempo, gracias a Eusebi Güell, para diseñar un complejo habitacional. Se dice que Eusebi entendió mas que ningún otro el sentido de la arquitectura de Gaudí, tal vez gracias a que compartía con él tanto sus convicciones religiosas como la identidad catalana. Parque Güell pretendió ofrecer a sus habitantes las bondades de un entorno natural en las afueras de la ciudad que no paraba de crecer. Si bien quedó en el intento (sólo dos viviendas fueron terminadas y vendidas) nos queda el placer de recorrerlo y deleitarnos con el verde de la vegetación, y los colores de las escalinatas custodiadas por el famoso dragón. Fiesta de trencadís por donde miremos incluyendo, claro está, al dragón. Las sucede un espacio laberíntico con 86 columnas, de allí su nombre: Sala Hipóstila, algunas de las cuales, las exteriores, se inclinan innovadora y sabiamente sosteniendo en equilibrio una terraza increíble que nos permite disfrutar desde las alturas las vistas al mar. Su nombre: Plaza de la Naturaleza. Y su contorneante y colorido banco es de Josep Maria Jujol arquitecto muy cercano a Gaudí. Igual efecto de columnas inclinadas se observa en la rampa del denominado Pórtico de la Lavandera. Caminata misteriosa y en este caso monocromática, puede disfrutarse allí.  
Ahora bien... si de obras fenomenales se trata, la que destaca por su envergadura, por su concepción consciente de que lo trascendería, esa es la Sagrada Familia. La Sagrada Familia, todavía en construcción, es la obra cumbre de Gaudí. En ella trabajó desde muy joven, durante casi toda su vida, al extremo que su dedicación lo llevó a mudarse al obrador pocos meses antes de su encuentro con la muerte, cuando absurdamente fuera atropellado por un tranvía. Conceptualmente confluyen en ella su profunda convicción religiosa, y también su respeto por la naturaleza, en su creencia, creación de Dios. De la naturaleza hablan sus columnas que parecen altísimos árboles que sólo desaparecen de nuestra vista para sostener la cúpula, o la altura de su torre más alta, ligeramente inferior a la del cerro Monjuic que custodia Barcelona. Curiosamente los principales mensajes religiosos no se encuentran en el interior sino en sus fachadas. Él llegó a ver terminada la que evoca el Nacimiento. Cuando la observamos vemos la exuberancia de la vida, mientras que en la opuesta, que evoca la Pasión, vemos pura austeridad y dramatismo. El acceso principal no lo conocemos aún, tal vez se habilite en 2026, fecha probable de finalización de la obra coincidente con el centenario de la muerte de Gaudí. Ojalá. Será el acceso de la Gloria que, como no podía ser de otra manera, a su pedido se orienta frontal hacia al Mediterráneo, como recibiéndolo para que acceda vertical hacia el baldaquino suspendido que sostiene a Jesús. Pero... ¿qué hay entre el Nacimiento y la Pasión? Yo diría que es un espacio sin palabras que nos eleva y al mismo tiempo nos afirma, que nos fascina con el color que propongan los vitrales insospechados desde afuera. Celestes-verdosos o amarillos-anaranjados dependiendo de las fachadas que miremos y dependiendo de la hora y el día, y del clima, y de tantas cosas que hacen que la experiencia de visitar la Sagrada Familia sea única e intransferible. 
Si les quedara alguna duda con respecto a la influencia indiscutida de Gaudí en la ciudad de Barcelona, comparto un último detalle: las amplias veredas del Paseo de Gracia están revestidas de un diseño de baldosa que originalmente pensó e instaló en La Pedrera. Son exágonos (emulando colmenas) con relieves marítimos que, de forma combinada, insinúan caracoles del mar.
Gaudí, como genio de la arquitectura universal, fue convocado tanto por la burguesía de la alta sociedad como por la iglesia católica. Él, per se y sin proponérselo, produjo con toda su obra un maravilloso trencadís. Casas, departamentos, parques, avenidas, basílicas. Cada una en su dimensión y con su identidad pero a la vez sincronizadas conformando un todo superador. Eso se palpita también en Barcelona con su gente linda. Ciudad cosmopolita, rica en cultura diversa. La diversidad, como los trozos que combinados conforman el trencadís catalán, enriquece todo lo que toca. Siempre.

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