Revista Cocina

De Cipreses y Sueños

Por Smiorgan
De Cipreses y SueñosEn la Finca Usaldón (Villena, Alicante) hay un viñedo de 6,8 Ha de suelo calcáreo cubierto de guijarros, donde se cultivan cepas de Garnacha Peluda (Garnacha Gris, Lledoner Gris, Lledoner Pelut) de 46 años de edad, en secano riguroso, con métodos orgánicos, sin herbicidas o productos de síntesis y usando lucha biológica contra plagas.
Tras vendimia manual en Octubre de 2010, los racimos enteros pasaron por una maceración semicarbónica de 15 días, sin control de temperatura, para, luego del prensado, hacer la fermentación alcohólica durante 10 días, sin camisas de frío, con temperaturas entre 16º/19º naturales. La maloláctica tuvo lugar en roble francés de 4 años, donde también el vino pasó una leve crianza de 4 a 6 meses sin trasiegos. Durante la vinificación no se añadió sulfuroso, se usaron las levaduras indígenas del propio viñedo, y el vino no se clarificó ni se filtró.
De este proceso nació Los Cipreses de Usaldón 2010, la primera añada del primer hijo del proyecto Viñedos Culturales que Rafael Bernabé y compañía han puesto en marcha en Alicante.
El vino del NO, como dice Rafa, porque entre otras cosas NO ha estado en roble nuevo, NO ha sido catado por Parker, NO entiende de modas, NO es de Alta Expresión, NO es de Alta Gama, NO está elaborado por ningún "Winemaker" y NO es políticamente correcto.
Rafael Bernabé ha tenido a bien hacerme el honor de dejarme probar el fruto de estas prácticas naturales, de este sueño y este viaje en el que se ha embarcado desoyendo multitud de voces que le aconsejaban otras cosas. Y este ha sido el resultado.
Los Cipresés de Usaldón 2010 (DO Alicante, tinto con crianza 100% Garnacha Peluda, Bodegas Bernabé Navarro) es un vino de un precioso color cereza aframbuesado, brillante y limpio, de capa baja. Su nariz es intensa, con mucha fruta roja madura y dulzona en primer plano, notas florales, y recuerdos de bosque y hierba húmeda; juraría que me ha olido a las hojas de los cipreses estrujadas entre los dedos. En boca es suave, ligero, intensamente frutal, algo dulzón (14,5º) pero muy refrescante, con una tanicidad suave y discreta y un deje de rusticidad que le da aún más personalidad.
Sabiendo que a estos vinos les sienta muy bien el aire, no usé el Vacuum Wine Saver, sino que dejé la botella tapada con su corcho y probé el vino hasta 72 horas después de abierto. A las 24 horas, el vino había perdido intensidad, pero había ganado más complejidad, apareciendo aromas tenues de hierbas aromáticas y minerales. En boca, la tanicidad era más marcada, con un final más mineral y bastante más secante, que, sin darme cuenta, me hizo sonreír. A los tres días, mi otra mitad notó en el vino un claro olor a ramo de flores y a hojas verdes, a la vez que seguía manteniendo una frutosidad y una alegría muy agradables.
Un vino rebosante de frescura, fruta, alegría y cariño. Una mezcla entre una Mencía joven de la Ribeira Sacra, un Borgoña ligero y sutil, y un maceración carbónica riojano, pero con esos detalles, difíciles de explicar, que tienen los vinos naturales.
Cuando las cosas se hacen con cariño y ganas, sin pensar en modas, mercados, gurús o guías, los resultados suelen ser muy buenos. En este caso, el resultado ha sido fantástico.

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