Revista Cultura y Ocio

De Diosa Canales y mis contradicciones ideológicas

Publicado el 19 enero 2012 por Mariannediaz

Me siento impulsada desde hace algunas semanas a poner en orden mis ideas y hacer una confesión: La verdad es que Diosa Canales no me cae tan mal como quisiera, o al menos, como una parte de mí siente que debería caerme.

Mi Twitter y mi Facebook permanecen inundados de opiniones sobre el comportamiento y carrera artística de Diosa, por lo general negativos. Y yo, como feminista recalcitrante, a veces exagerada, no puedo sino sentir que mis propias opiniones van y vienen como una veleta.

Por un lado, francamente, uno escucha hablar a Diosa y no puede evitar pensar que la mujer es mucho más inteligente de lo que sus prótesis permiten ver, y que simplemente ha decidido manipular al mercado como le da la gana y hacerse rica a costa del morbo de Venezuela. La mujer sabe lo que está haciendo, y la verdad es que la rabia que a mí me da no es sino una especie de frustración al pensar que esta mujer podría estar haciendo alguna otra cosa mucho más valiosa con las neuronas que Monesvol le dio, algo más sabio que convertirse a sí misma en una carnada para los impulsos sexuales del venegordito promedio.
Por otra parte, y esto es lo que me choca, la verdad es que tanta libertad pregonada, tanta igualdad y tanta oportunidad no tiene sentido si es que yo (cualquiera de nosotros, se entiende) pretendo imponerle a las demás mujeres mis estándares con respecto a cuáles de sus elecciones están bien y cuáles no. Es decir, que para mí ¿está bien si tú decides ser bióloga marina y salvar a las focas, pero si lo que quieres es ser una vedette y desnudarte en televisión nacional, ahí ya la cosa no marcha bien, ahí dejas de valer lo mismo como mujer?

La mujer venezolana se pone las lolas, pero no las enseña (?)

Venezuela es un país mojigato con una doble moral espantosa, y con decir eso no estoy descubriendo el agua tibia. El país que produce un mercado de carne anual que es uno de los más vistos en todo el mundo (mil millones de telespectadores lo ven cada año, se alega). Pero Dayana Mendoza no es Diosa Canales, aunque enseñe carne en televisión nacional abierta. Las candidatas a la noche tan linda como ésta deben ser solteras, no tener hijos, y desear la paz mundial. Las misses, virginales, bondadosas y trabajadoras, digno ejemplo de la mujer venezolana (?) pueden enseñar las lolas recién operadas, porque estamos hablando de belleza, que es otro nivel.

¿En serio hay gente que se sorprende porque Diosa tiene éxito? Por favor, esto es Venezuela. Bajen sus expectativas.

— Andrea Guarisma (@DynamiteAndre) enero 15, 2012

Entonces sí, bueno, por una parte a mí me criaron en un hogar conservador y me da no sé qué pensar que una mujer haga un twitcam con todo al aire, así como si tal cosa. Pero por otra parte, como digo siempre cuando estamos viendo televisión en casa y sale cualquier actriz, modelo o lo que sea:

¡Esa mujer no se quiere vestir! Bueno, si yo tuviera ese cuerpo tampoco me vestiría.      
 

Mis defectos se reflejan en Diosa, pero ella sí está buena

¿Por qué censuramos a una mujer que se traza unas metas en la vida y se arroja hacia ellas con determinación? ¿Es porque no estamos de acuerdo con esas metas, con esos valores? ¿O es porque nos sentimos amenazadas por ellos? Por ahí decían que aquello que odiábamos en los demás, no era sino porque nos reflejaba nuestras propias carencias. Basta con salir a la calle un día cualquiera para encontrarse oleadas de mujeres en tacones imposibles, con más escote que tela, con sus prótesis y extensiones, su silicona y su bótox, que nos demuestren que la mujer venezolana necesita sentirse vista, admirada y deseada, más allá de cualquier impulso de comodidad, de gustos propios o de cansancio acumulado. Y aquellas de nosotras que negamos ese impulso idiosincrático, que salimos a la calle en jeans y tenis y sin maquillaje, todas nosotras, albergamos dentro una niña que quiso ser miss, que soñó con el glamour y las luces y la corona de diamantes. A mí no me vengan con vainas. Y estoy segura que unas cuantas, por ahí (de las que lo dicen y de las que la odian) quisieran tener el cuerpo y el desparpajo para pasar por encima de sus propios convencionalismos y hacer un twitcam en pelotas. Con perdón.

RT @soygordita: Ah! Pues, porque soy gorda debo odiar a Diosa Canales? Por favor, daría lo que fuera por ser cómo ella! — Adriana (@cotidiana) enero 15, 2012
 

¿Dos neuronas peinándose?

Más allá, hay otra presunción que me molesta, y es el prejuicio automático de pensar que Diosa es bruta, porque exhibe su cuerpo. Que la gente, gente que no ha intercambiado una palabra con esta mujer en su vida, gente que probablemente no ha pasado de ver una foto (francamente reveladora) de ella, asuma como automático e ineludible el “hecho” de que esta mujer tiene sólo dos neuronas que no hacen sinapsis. ¿Es éste el conocido prejuicio de que no existe mujer bonita e inteligente? ¿Tendrá alguna relación con mi primer argumento, aquél de que ojalá la mujer hubiese dedicado sus habilidades a la física cuántica? ¿Dónde, en el campo de las elecciones laborales, se traza el límite donde una mujer pierde automáticamente su inteligencia? ¿Se puede ser actriz? ¿De televisión o de teatro? ¿Modelo? ¿No será Diosa Canales mucho más inteligente que yo, si lo midiéramos por las cifras en nuestras cuentas bancarias?

Admiro de @canalesdiosa que logra lo que quiere exhibiendo su cuerpo mientras otras insistimos en exhibir neuronas funcionales. Bruta no es. — Daniela Castro (@AhhDaniela) enero 15, 2012

Y la vaina, vuelvo otra vez, es que uno escucha a Canales hablando, hablando del país mojigato que somos, de lo conservadoras (en el peor sentido de la palabra), de lo discriminadoras y prejuiciosas que son nuestras miras, que no puede uno sino escandalizarse, pero esta vez de sí mismo, de lo que queda, dentro de uno, de esa sociedad retrógrada que todavía cree que la vida privada de las personas está dentro de sus dominios, de esa sociedad homofóbica y racista que todavía somos, de no darnos cuenta de que la forma en que los demás elijan vivir, amar, vestir, comer o morir no es problema nuestro. ¿Qué es mejor, entonces? ¿Dársela de santa, horrorizarse ante el comportamiento de la Canales, sentir que todo el mal gusto del mundo se concentra en un solo minuto de su existencia? Eso a veces lo hago. ¿Pero no será mejor asumirse, como lo hace ella, cada quien con sus propias metas, descarnadamente, reconocer nuestras limitaciones, y sobre todo, no ponerse a medir a los demás con nuestras propias y defectuosas varas? Personalmente, soy agnóstica, pero entre los principios morales que se pueden rescatar de distintas religiones, el Islam contiene uno de gran valor, que quizás todos deberíamos aprender: no pensar que somos mejores que nadie o que nuestro comportamiento es impecable (juzgar a los demás, en sí mismo, es pecado, pues es Alá quien juzga, dice el Islam). Creo que asumir este principio como un mantra nos facilita mucho la vida, francamente, y en general nos evita mucho sufrimiento. No me importa Diosa Canales tanto como no me importa Vivian Sleiman, dos extremos de la misma balanza mediática. ¿Qué tienen en común Vivian Sleiman y Diosa Canales? Pues, aunque parezca raro, ambas declaran vivir sus vidas en defensa del derecho a elegir.

A mí me parece más honesta una Diosa Canales, que una Shakira. Shakira no sabe si quiere ser esto o lo otro. Canales, al menos, se asume. — Lumineuse (@LadyPrisme) enero 15, 2012

Nuestra sociedad misógina vs. la “puta bruta”

Por otra parte, ¿qué si Diosa Canales no fuese una lumbrera digna del Premio Nóbel? ¿Lo eres tú, lo soy yo, lo son los periodistas que nos dan las noticias en la mañana, los políticos que nos dirigen, los médicos que se equivocan en sus diagnósticos cuando nos atienden? ¿Por qué no exigimos otros estándares de nuestra sociedad, de nuestra dirigencia, de nuestros hijos, sino que elegimos pedírselos a una tipa que se dedica a hacer dinero con su cuerpo… igual que nuestras misses y modelos, a las que no llamamos “putas brutas” porque sí? O mejor aún, ¿por qué no empezamos por exigirnos a nosotros mismos esos estándares, en vez de andar por ahí creyendo que somos alguien para criticar a los demás, o pretendiendo que nuestros estándares personales son universales?

Hace meses pasé una rabieta en Twitter porque, según unos cuantos usuarios, cierta participante de Quién Quiere Ser Millonario era una ridícula, o algunas cosas peores, porque siendo una “talla grande” declaró que practicaba danza oriental y, además, fue al programa con el novio, sin contar con que era una mujer alegre, risueña y aparentemente bastante contenta consigo misma. Ah, es que les cuento, en este país, si una tiene kilos de más, no puede tener pareja, ser amada, sentirse atractiva, bailar, reírse, salir en televisión ni, en general, dar la impresión general de estar satisfecha consigo y con su vida. No me jodan.

Yo me inclino hacia este lado de la balanza. Porque cada vez que leo o escucho a alguien llamar a una mujer “maldita puta”, o incluir a las “putas” en la misma categorización que los ladrones (por ejemplo en la frase: “al menos los hijos no le salieron ladrones ni putas”) me pregunto qué es lo que le ocurre a nuestra sociedad con el sexo. Y es que, señores, el que roba le hace daño a otra persona. Las “putas” y los “maricos”, como acá le gusta a la gente etiquetar a los demás, ¿se están metiendo con usted, o es usted el que se está metiendo con ellos, faltándoles el respeto, pretendiendo restarles derechos porque no se ajustan a su baremo moral?

Mejor aún, señor, señora, señorita, ¿está usted libre de pecado, para ir por ahí lanzando piedras?


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