Por María Martínez (Cinemanet).
Unas 2.000 personas asistieron el pasado 13 de enero al preestreno benéfico en Madrid de “De dioses y hombres“, la película de Xavier Beauvois, candidata de Francia a los Oscar. Lo que se había planificado como una proyección en la sala grande de los cines Palafox, para unas 800 personas, se convirtió en tres sesiones distintas, dada la enorme afluencia de público. En Barcelona, por su parte, también se agotaron las entradas 4 días antes del preestreno, llenando una sala de 250 butacas y con una larga lista de espera.
‘De dioses y hombres’ narra una historia real: los últimos años de siete monjes ciestercienses que vivían y trabajaban en el monasterio Nuestra Señora del Atlas, en Argelia. Fueron secuestrados por el Grupo Islámico Armado el 26 de marzo de 1996, durante la guerra civil que asoló el país, y murieron posteriormente en circunstancias que aún no han sido esclarecidas.
‘De dioses y hombres’, que se puede ver en cines desde el 14 de enero, llega a España tras cosechar un gran éxito tanto de taquilla, en Francia e Italia, como de crítica. Ha sido galardonada, entre otros, con el Grand Prix de honor, el segundo premio más alto del Festival de Cannes.
Fray José Luis Navarro, trapense de la comunidad de Nuestra Señora del Atlas, que ahora se encuentra en Marruecos, participó en el preestreno, y transmitió a los asistentes el agradecimiento de toda la comunidad, y explicó cómo viven, a 1.500 metros de altitud, los cuatro monjes y unas religiosas franciscanas, rodeadas sobre todo por bereberes que, “aunque son musulmanes, están orgullosos de la iglesia que hay en el centro del pueblo, aunque esté cerrada y sin sacerdote”.
La convivencia con la población musulmana -subrayó el monje- es pacífica, tal como se describe en la primera parte de la película: “Nos llaman ‘marabut’, hombres de Dios, y nos piden oraciones y traen velas para la Virgen”.
En el preestreno también participó el crítico de cine Juan Orellana, que definió la cinta como “una de las películas más conmovedoras que he visto en los últimos años. No tiene nada de triste. Puede ser dura, conmovedora, impactante, pero también llena de esperanza y reconfortante”.
Además, consigue una cosa “muy difícil, como es armonizar dos estilos: el que nos cuenta su vida de oración y contemplación, y otros momentos de gran tensión dramática. Está perfectamente armonizado porque fue así. Es muy difícil ponerle ‘peros’, todo lo toca con exquisitez y acierto. Es impresionante pensar que está hecha por no católicos, tanto en el equipo técnico como los actores, a los que les ha cambiado la vida hacerla”.