Revista Expatriados
Hwang Jang-yop corrió la suerte de un Trotsky o de un Liu Shaoqi: un buen día descubrió que el régimen dictatorial que había ayudado a montar ya no quería saber nada de él. Hwang fue algo más afortunado que los otros dos. No tuvo un Ramón Mercader que le clavase una pica en el cerebro, aunque no fue por falta de ganas del régimen de Pyongyang, ni se vio maltratado hasta la muerte por estudiantes enfervorecidos. Hwang murió a los 87 años mientras tomaba un baño en su exilio de Seúl.
Hwang había nacido en 1923 en Chosongul, en el norte de Corea. Recibió una educación tradicional confuciana. Desde muy pronto descubrió dos vocaciones en la vida: la filosofía y trepar. Estudió en la Escuela Comercial de Pyongyang donde entendió que Kant es muy interesante, pero la contabilidad da más dinero. Se aplicó a la contabilidad y consiguió ingresar en 1942 en la Universidad de Derecho de Chuo en Tokio. Un logro considerable para un súbdito coreano que venía de una familia de lo más normalito. En 1944 regresó a Pyongyang y se puso a dar clases de matemáticas en la Escuela Comercial de Pyongyang.
Resulta curioso que dejase la Universidad de Chuo al término de sólo dos años. No he visto la confirmación de que hubiese obtenido un título. Tal vez hubiera visto el cariz que iban tomando las cosas y hubiese pensado que mejor le venía estar en su casa.
En 1945 y 1946 tomó dos decisiones clave: decidió permanecer en Pyongyang y no marchar a Seúl como había pensado e ingresó en el Partido de los Trabajadores de Corea del Norte. La primera decisión la tomó a causa de sus padres que eran ya ancianos y vivían en Pyongyang. Los motivos detrás de la segunda decisión son un poco más oscuros. Básicamente habla en sus memorias de la presión ambiente, aunque era más bien una presión suave porque su preparación era apreciada, y de una cierta curiosidad por el comunismo después de haber leído libros como “El Manifiesto Comunista”, “Anti-Dühring” y “La Historia de la Pobreza” de Hajime Kawakami. Esos factores pudieron influir, pero por más que diga que no buscaba hacer carrera, pienso que se dio cuenta de que en la parte de Corea ocupada por el Ejército Rojo, había que hacerse comunista para ser alguien.
El trepa y el filósofo que coexistían en él se dieron la mano y pasó los siguientes meses estudiando a fondo el comunismo. Leyó “Materialismo” y “Empiro-criticismo” de Lenin “Fundamentos de Leninismo” de Stalin y no se enteró de nada. Estudiando marxismo-leninismo, vio que para entenderlo realmente tenía que basarse en autores alemanes como Feuerbach o Engels. Fue investigador en la Universidad Kim Il-Sung y su inteligencia llamó la atención. En 1949 le mandaron a la Universidad de Moscú para que estudiara filosofía.
Los años de Moscú fueron clave para su formación filosófica. Por un lado descubrió que “el socialismo era mejor que otras teorías.” Sobre todo valoraba su universalidad, su falta de vanidad y el espíritu moral fuerte que requería. No le gustó, en cambio, el culto a la personalidad de Stalin. Ello no impidió que más tarde, de regreso en Corea del Norte, ayudase a cimentar el culto a la personalidad de Kim Il-Sung. Por otra parte descubrió que la filosofía marxista no había prestado suficiente atención a preguntas como el propósito de la vida y qué es la felicidad. Yo diría que el marxismo había dejado a un lado las cuestiones más importantes. Hwang decidió que desarrollaría la filosofía marxista en esos campos. Finalmente decidió que todo lo que había que decir sobre epistemología ya estaba dicho. Junto a esas decisiones filosóficas, tomó otra más prosaica, pero bastante jodida: casarse con una intérprete coreana a la que conoció allí.
A su regreso a Corea del Norte, le dieron una plaza de profesor en la Universidad Kim Il-Sung. En aquellos momentos muchos de los profesores procedían del sur y habían enseñado en la Universidad de Seúl. A la larga, carecer de experiencia profesional en el sur, sería un mérito para Hwang. Cuando a mediados de la década de los cincuenta se produjesen las luchas entre facciones, en las que acabó triunfando la del Kim Il-Sung, la lealtad de los que habían desertado del sur empezó a ponerse en duda. Aunque en sus memorias Hwang intente presentarse como neutral y afirme que intentó defender a sus colegas del sur, lo cierto es que aquella purga fue su gran oportunidad.
Hago aquí un inciso: en los momentos iniciales de Corea del Norte, había cuatro facciones principales en el Partido de los Trabajadores: la del interior, compuesta por los izquierdistas que habían operado en la clandestinidad durante el régimen colonial japonés y que había tenido su principal base en el sur hasta 1946; la de los sovietocoreanos, compuesta esencialmente por miembros de la minoría coreana en la URSS y que seguía los dictados de Moscú; la de Yanan, muy ligada al Partido Comunista Chino; la guerrillera, compuesta por los antiguos guerrilleros que habían operado en Manchuria en los años 30. Fue esta última facción, cuyo líder era Kim Il-Sung, la que acabó monopolizando el poder. Hwang tuvo la suerte, o el olfato, de integrarse en esta facción. Para más información sobre las luchas entre las facciones y cómo Kim Il-Sung conquistó el poder en Corea del Norte, resulta muy interesante “From Stalin to Kim Il-Sung (The formation of North Korea 1945-1960)” de Andrei Lankov.
A finales de los cincuenta, el cisma entre Pekín y Moscú crearía las condiciones necesarias para que el comunismo coreano adoptase su propio camino, la Juche, cuya invención siempre se atribuyó Hwang con orgullo y no hay motivos para dudar de su palabra.
La lucha contra las facciones sovietocoreana y de Yanan había mostrado a Kim Il-Sung el cuidado que había que tener con el extranjero. Especialmente preocupante resultaba la evolución de la URSS con Jruschev y su política de desestalinización y de supresión del culto a la personalidad. Por otra parte, echarse en manos de los chinos que hasta dos días antes habían estado apoyando a la facción de Yanan, tampoco parecía sensato. Fue entonces que Kim Il-Sung estimó que Corea tenía que seguir su propio camino económico y cultural y esforzarse por ser autosuficiente.
En 1956 Kim Il-Sung lanzó el Movimiento Chollima, que básicamente se trataba de utilizar la ideología para que los obreros produjeran más. El Movimiento Chollima no tenía realmente nada de original. Era el viejo voluntarismo comunista de que si somos buenos camaradas las leyes físicas y económicas se doblegarán y produciremos hasta el infinito y más allá. La filosofía del Gran Salto Adelante que por esas mismas fechas lanzó Mao no era diferente.
Hwang se entusiasmó con el Movimiento y en lugar de ver que se trataba de una banalidad de su señorito, indistinguible de intentos parejos de Mao o del Stalin de los treinta, cuenta en sus memorias lo que tuvo de original con respecto a esos movimientos: “No hacía simplemente que la gente compitiese entre sí por un motivo, la producción. Su significado viene de que adoctrinaba al pueblo con el comunismo y mejoraba su productividad basada en dicha ideología. En otras palabras, pretendía lograr una innovación colectiva en la producción, creando un grupo cuyos miembros pudieran ayudarse y guiarse entre sí dentro de la ideología.” Si lo anterior suena a banal y a topicazo, lo que sigue es para nota: “La ideología que se convirtió en el fundamento de la Campaña Chollima fue la línea de la masa. El término “línea de la masa” lo utilizó por primera vez el Partido Comunista Chino y significaba que el Partido tenía que unirse a las masas, experimentar las alegrías y las penas de sus vidas, unirse a ellas mediante el adoctrinamiento ideológico y finalmente lograr las tareas revolucionarias basándose en su propio poder.”Vamos que se trataba de lavar el cerebro a la gente para que produjera más. Eso sí, como lo había dicho Kim Il-Sung tenía que ser una genialidad.
Kim Il-Sung no era tonto, pero le faltaba educación formal. El mérito de Hwang es que consiguió convertir sus banalidades en un sistema filosófico, la Juche. Bueno tal vez resultase mejor decir que es un fistro filosófico, que no un sistema, porque, incluso explicado por su mayor panegirista e inventor, sigue sonando a topicazos hilvanados con mayor o menor ventura. Se trataba de no mirar a Estados más poderosos y sentirse inferior con respecto a ellos; se trataba de “aplicar el marxismo-leninismo creativamente a su situación específica y práctica.”
Las labores de Hwang no se limitaron sólo a la ideología. También le correspondió ayudar a reescribir la Historia del Partido de los Trabajadores de forma que pareciese que desde el principio había estado bajo el sabio liderazgo del inmarcesible Kim Il-Sung. A la larga la reinvención de la Historia no se limitaría a la mera reescritura de los inicios del Partido de los Trabajadores, sino que alcanzó a toda la Historia de Corea
Tantos desvelos ideológicos e historiográficos le fueron debidamente recompensados: en abril de 1965, con sólo 42 años, Hwang fue nombrado Presidente de la Universidad Kim Il-Sung, la única del país. El único jefe al que tenía que reportar era al propio Kim Il-Sung.