“Degenerando, degenerando, el toro de lidia puede acabar en la nada. Ese parece ser el objetivo manifiesto de las figuras, que buscan el acompañante dócil y facilón, y el deseo irrefrenable de los públicos de hoy que prefieren el arte con becerros enfermizos antes que hazañas con toros. Adiós a la casta, a la bella estampa, al toro fiero, agresivo, bravo y noble, y viva el reino del borrego peludo y suave.
Ayer se contaron cuatro orejas en la corrida de la Feria de Málaga, el respetable vibró como en las grandes tardes, pero lo ocurrido sobre la arena poco tuvo que ver con el pomposamente llamado arte del toreo.
No puede haber arte, primero, con el medio toro, ese tan perseguido por los que mandan en el escalafón; no puede haberlo con el borrego de sangre dulce y bondad infinita, tullido y tonto de remate a un tiempo, que solo produce en las almas cándidas un sentimiento de espantosa vulgaridad. Con ese toro moderno naufragan los artistas con un toreo despegado, la muleta retrasada, siempre hacia fuera, de desesperante lentitud y frialdad; con ese animal lisiado y amodorrado solo es posible la postura aflamencada y ridícula tan en boga en el toreo actual.”