Hacía mucho que no me acercaba a esta faceta del blog, en la que me gusta comentar esas experiencias descarnadas, o simplemente poco afortunadas, que nos suceden a los usuarios del mundo del vino y de la gastronomía ; en esta ocasión, como en otras, no diré donde me pasó, pues lo guardaré para mí , pero si contaré los hechos tal cual sucedieron, y que las musas me ayuden a que nada se me olvide de aquel aciago día.
Era jueves, y me acerqué a tomar un café a un nuevo restaurante que se abría en mi ciudad, el nuevo proyecto de un experimentado y joven chef que había reunido las agallas y los medios para iniciar la ruta en su propio barco ; las referencias que me llegaban eran muy positivas y antes de hacer la reserva me quise acercar a conocer el local ; allí estuve charlando con la camarera, y le pedí que me dejase ver la carta, la cual estaba poblada de muy interesantes platos, e hice la oportuna reserva para el día siguiente.
Viernes, puntual a la hora estaba con mi costilla en la barra del restaurante ; me acerco a uno de los camareros y le digo que tenía reserva para comer, a lo que él me responde que espere un poco y que iba a mirar ; al poco vuelve y me dice que esperemos un poco más ; no tenía mucha prisa aunque si hambre, y como andaba el teléfono de mi mujer sonando cual grillo en verano , me acomodé en la barra ; tras releerme el periódico y la pizarra de pinchos otra vez , vi que habían pasado de las 15.20 y aún no habíamos entrado, y otros grupos algo más numerosos ya lo habían hecho; volví a preguntar al mismo camarero que qué pasaba con mi mesa ; él volvió a sala (al final de la barra, no en otra ciudad) y una compañera nos llevó dentro por fin ; enorme sorpresa al ver el comedor lleno, y una pequeña mesa , solitaria, en el centro , curiosamente para dos personas y reservada, que seguramente llevaba así desde que entré y pregunté por ella la primera vez ; un enorme cabreo recorrió mi médula espinal, y por fin tomé asiento.
Realmente fue muy lejos a buscar mi mesa reservada…
No tardaron demasiado en venir a nuestra mesa, teniendo en cuenta lo que nos había costado sentarnos en ella, pero lo mas curioso fue que todo podía ir aún peor; al camarero que nos atendió, de largo el mas veterano de los que por la sala trabajaban , le pedí la carta , pero sorprendentemente él insistió en ofrecernos el menú ; nunca me había pasado cosa de la manera , pero en un arrebato de fe acepté el menú, ya que le veía con muy pocas ganas de traerme la carta ; el menú era económico, rondando los 15€, aunque algunos de los platos incluidos distaban mucho lo que pretende ser la imagen elegante del local ; opté por una crema y un pescado , teniendo la certeza de cometer un nuevo error ; como os podéis imaginar, antes de sentarme vi de reojo la flamante vinoteca que presidía la sala, y con mi ojo certero descubrí vinos bastante interesantes en ella, pero como iba a menú, no tuve opción de cambiar de vino , y salió antes mis ojos un Ribera del Duero Joven de 2013 de una bodega que no citaré ; era uno de los primeros jovenes 2013 que pruebo de la DO y la verdad no auguro nada bueno a esta añada , confirmándome lo que en otra comida ya sospeché , aunque este vino era aún de peor calidad; sé que me diréis con razón que qué narices esperaba a ese precio, pero he probado jóvenes que daban muy bien el corte y el placer que se espera de un vino en un restaurante, y aunque no conozco al sumiller del local, si deseo conocerlo ,ya que algunas preguntas se me asaltaban mientras lo probaba.
De la comida poco hablaré, vi una enorme diferencia entre los que teníamos menú y los platos de buena presentación de la carta, lo que encima me hizo pasar bastante envidia y frustración ; como en las malas películas , se dice que lo mejor es el final, los títulos de crédito, y tras pagar y salir, intente coger un poco de aire y repetirme a mi mismo que no iba a escribir de ello, pero hoy no me sale otra cosa, ya que es la misma Ofuscación quien gobierna mis dedos sobre el teclado.
¿ De verdad no quiere el menú?