Revista Cocina

De los sacrílegos y sus sacrilegios Parte XIV : De los Cinco Cubitos

Por Bodegaateneo

De los sacrílegos y sus sacrilegios Parte XIV : De los Cinco Cubitos

Hoy quiero traer a esta sección de los sacrílegos y sus sacrilegios, un acontecido del pasado fin de semana en mi ciudad, Burgos. Me encontraba con  mi mujer explorando bares de tapas cuando mis pies entraron en La Cestería, un local en la Plaza de la Flora, a un costado de La Catedral. En su barra estábamos probando unos buenos pinchos, cuando oigo tras de mí las siguientes palabras, en boca de un hombre adulto, en adelante, criatura :

“Ponme un Ribera con hielos y gaseosa” .

Al igual que la camarera que estaba frente a mí, la primera reacción fue de sorpresa y cierto estupor. Ella amablemente le comentó que los vinos estaban ya a una temperatura fresca, pero criatura insistió.

La camarera sacó una botella de Carmelo Rodero, el mismo vino que yo estaba tomando, y sirvió una copa. Miré a mi mujer, buscando con el rabillo del ojo la tez de semejante bípedo, pero otro sonido me hizo cambiar bruscamente de dirección. Delante de mí, sobre el cristal de la barra que protegía los pinchos, uno a uno, hasta cinco hielos cayeron en la copa, como cinco flechas directas a mis intestinos. Recordé por un segundo, aquel relato de Edgar Allan Poe, El Pozo y el Péndulo (1842)  y alguna gota de sudor frio apareció en mi frente. Al quinto cubito, criatura dijo: 

 “suficiente

La camarera, sin poder quitar los ojos del cristal, abrió una gaseosa y la precipitó dentro de la copa, antes de manejar con destreza, la cucharilla de bar y mezclar aquel brebaje infernal.

Una vez se llevó la copa de cristal rebosante, mi curiosidad debía ser saciada, y giré la cabeza, deseando que criatura fuese un guiri, un turista, un peregrino sediento, o simplemente un madrileño de viaje por Burgos. En su mesa, estaba acompañado por una mujer, que tomaba una caña, y dos pequeñas criaturas, recibiendo gran ejemplo de su progenitor.

Sé que me diréis que estaba en su derecho, que ejerció la libertad de pedir un tinto de verano en esas condiciones, pero por mi cabeza pasaban pensamientos nada sanos, y torturas medievales propias de la Inquisición,  para aquella criatura bípeda que encima, se había perpetuado.

DRACARYS.

R.

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