Revista Cine
Últimamente, casi por casualidad, he tenido la oportunidad de ver varios de los trabajos del nuevo Matthew McConaughey. Además de su papelito en la excesiva El lobo de Wall Street (Martin Scorsese, 2013), lo estoy viendo - debidamente dosificado, eso sí - en la interesantísima serie creada por Nick Pizolatto (detrás de alguno de los guiones de The Killing) y dirigida con nota por Cary Fukunaga (director de la Jane Eyre de Wasikowska y Fassbender), True Detective, además de, claro está, Dallas Buyers Club (Jean-Marc Vallée, 2013). Yo confieso que a pesar de reconocer la reinvención interpretativa, no acabo de ver a Matthew o, mejor dicho, lo veo demasiado. En cualquier caso, me pregunto estos días si Dallas Buyers Club habría tenido la misma repercusión sin la reinvención de McConaughey, cuyo personaje en la película de Vallée me repugna de principio a fin, no pudiendo alegrarme por sus logros (muy importantes en la lucha contra el SIDA en EEUU) ni entristecerme por sus penas. La heroicidad que se le presupone al protagonista, recae - para mí - en el secundario interpretado magistralmente por Jared Leto, quien compone un personaje mucho más rico en matices que el de McConaughey.
Ayer he visto Noé, la incursión del siempre interesante Darren Aronofsky en el género bíblico. Yo confieso que tenía curiosidad por ver una película bíblica en el año 2014, filmada además por un director como Aronofsky... Pero, ¡ays!, creo que el género está más muerto que vivo a pesar de todos los esfuerzos que se hacen por emparentar la era prediluviana con nuestros días. Y he aquí uno de los grandes errores de la película porque los castigos divinos, hoy por hoy, suenan a mitos y leyendas: el temor ha dejado paso (afortunadamente) a la indiferencia. Sé que la mayoría de las películas bíblicas llevan aparejadas por definición una cierta dosis de ciencia ficción (o de cierta ficción), pero si abusamos de los efectos especiales corremos el riesgo de que interese más el continente (muy bueno) que el contenido (aburrido). Me ha resultado interesante y novedoso que la película esté localizada en una Tierra más cercana a Mad Max que a Los Diez Mandamientos porque, a fin de cuentas, aquí Noé (Russell Crowe) está más loco que cuerdo (al cartel me remito).