
Del monstruo
Todos tenemos el miedo inserto en lo más profundo de nuestro genoma. El pánico a la garra, a la ponzoña del veneno. Fuimos presa de mandíbulas poderosas y una musculatura fabulosa. Sólo desde el logro de la tecnología nos convertimos en lo que somos: la especie más peligrosa que ha habitado jamás este planeta.Pero conservamos la herencia del miedo. Anida en nuestras entrañas.Si tuviese que elegir al depredador más temible, el que más miedo podría causarme, creo que optaría por el más primitivo. Elegiría a un ser poderoso e implacable, todo instinto y fiereza, tosco y definitivo.

Elegiría a un pez, los primeros vertebrados; escogería al primer pez con grandes mandíbulas, capaz de tragarse a un humano de un bocado. Y tendría que irme muy lejos en el tiempo, a los mares del Devónico, hace 380 millones de años.

Este monstruo inmenso podía cortar el metal de un solo mordisco.


Del pez con pulmones
Con tal compañía, no es de extrañar que en el devónico algunas especies exploraran la posibilidad de colonizar tierra firme. Posiblemente los primeros fueron los artrópodos, con los temibles “escorpiones marinos” en cabeza. Pero pronto unos peces con aletas lobuladas se arrastraron fuera del agua.A los peces con las aletas en forma de lóbulos aplanados se les denomina sarcopterigios, y hubo uno muy peculiar, el Panderichthys.

Imagine un lugar de aguas someras, y un pez de aproximadamente un metro de largo. Su cabeza es grande, parecida a la de los tetrápodos que colonizarán la tierra, aunque con una mandíbula de pez. Se le distingue un tubo vertical en lo alto por el que respira mientras se encuentra enterrado en el fango del fondo. Con el tiempo, este conducto llamado espiráculo, especialmente ancho en el Panderichthys, se transformará en el estribo, uno de los huesos del oído. Si pudiésemos hacer una radiografía a sus aletas musculosas y fuertes, veríamos cuatro radios distales que nos recuerdan a dedos. No son muy funcionales para correr los 100 metros lisos, pero es un primer indicio de una extremidad diseñada para caminar.

Una evolución del Panderichthys fue el Tiktaalik, de nuevo un ser extraño; mitad pez, mitad tetrápodo.


Y este pez increíble, aletargado en su descanso veraniego, sobrevive respirando aire gracias a sus pulmones.


Antonio Carrillo