Revista Cocina
De Zarautz a Getaria pasando por el Restaurante Karlos Arguiñano
Por Atableconcarmen @atableconcarmenBonitos son los recuerdos que guardo de mi escapada al País Vasco. Variados, diferentes y sorprendentes fueron los paisajes que allí encontré. Difícil elegir, complicado indicar que fue lo que más me gustó pero especiales fueron los días que pasé en Zarautz y alrededores.
Desde Zarautz, poblaciones como Deba, Zumaia, Orio, Mutriku y Getaria quedan, literalmente, a tiro de piedra. Escasos kilómetros separan a estas villas marineras, de hecho si nos lo planteamos podemos ir andando, ya que son varias las rutas senderistas que las enlazan y recorren: junto al mar, entre los viñedos de txakolí, por los caseríos o bordeando las faldas de las montañas, hay para todos los gustos.
En mi caso hice unas cuantas pero siempre volvíamos a Zarautz que era donde teníamos establecida nuestra “base”.
Como cada una de ellas merece una mención especial, detallando qué podemos encontrar y con qué nos tenemos que dejar sorprender, en este post sólo os hablaré de los poco más de 4 km. que separan a Zarautz de Getaria.
Creo que no me equivoco si digo que la playa de Zarautz es la más extensa del País Vasco, con una arena dorada que a todo el mundo cautiva. Inconfundibles sus toldos de rayas azules y blancas y las olas que allí se forman y que son el mejor reclamo para surfistas de todo el mundo. De hecho cuando estuve, a finales de agosto, se estaba celebrando una competición de ámbito internacional.
Rodeando la playa y a modo protector, las montañas cubiertas de verde, como una alfombra que termina en el mar.
Un paseo marítimo muy concurrido nos permite pasear mientras contemplamos el mar, sin necesidad de bajar a la arena. Y siempre, al fondo, podemos apreciar el ratón de Getaria, bueno el ratón o la ballena depende de cómo se mire y de cómo queramos verlo, que es como popularmente se conoce al monte de San Antón.
Cuando finaliza el Paseo Marítimo, justo en el pequeño puerto, podemos elegir entre dar media vuelta y deshacer nuestros pasos o seguir caminando hacia Getaria por el estrecho paseo que discurre en paralelo a la N-634. Su recorrido es sinuoso, bordeando el mar Cantábrico, pero bello, muy bello. Aunque se trata de 4 km. el paseo es muy agradable, embriagador. Y es que caminar mientras se contempla el azul oscuro del mar golpear las rocas y convertirse en vaporosa espuma blanca, resulta muy cautivador, no se puede separar la vista del mar.
De vez en cuando podemos parar, para que el paseo tarde más en terminar, apoyarnos en la barandilla y ver como el ratón es más grande a medida que nos acercamos y Zarautz se nos va desvaneciendo. Hay momentos, según la orientación de la carretera, que la perdemos de vista.
Hice el recorrido a media tarde por lo que en algunos tramos había sombra y la brisa del Mar Cantábrico me llegaba fresquita, sin embargo, en los tramos soleados se notaba que seguía siendo Agosto.
Y llegamos a la pequeña y coqueta Getaria. Cuna del navegante Juan Sebastián Elcano y del modisto Cristóbal Balenciaga. Un paseo por sus estrechas calles y por el puerto. Demasiado tarde para subir hasta el faro en el monte San Antón desde donde se obtienen unas magníficas vistas de la costa vasca y en otros tiempos se avistaban las ballenas, esta opción la dejé para otro día.
Era momento de tomar unos deliciosos pintxos acompañados, como no, de un Txakolí D.O. Getaria.
La vuelta la hicimos cómo y por dónde habíamos venido, o lo que es lo mismo, por el paseo que transcurre junto al mar y andando. Eso sí, ya de noche, en algunos tramos con la iluminación de las farolas y otros algo más oscuros. Al fondo, como punto de referencia, a modo de faro, las luces del Paseo Marítimo de Zarautz nos guiaban, no había pérdida.
Si Getaria tiene personajes ilustres como Elcano o Balenciaga, Zarautz también cuenta con un ciudadano muy conocido por todos los españoles, Karlos Arguiñano.
No podíamos abandonar Zarautz sin hacer una visita gastronómica al Restaurante Karlos Arguiñano, y el resultado fue algo más que correcto. Ubicado en un antiguo palacete conocido como Villa Aiala, fue renovado en 1990 y en la actualidad es hotel-restaurante.
El aperitivo estaba compuesto por un Gazpacho de sandia con crujiente de chistorra y como entrantes nos decidimos por unos Langostinos gratinados con mahonesa cítrica y unos Raviolis de verduras con porrusalda y pesto. Buena materia prima y acertada combinación de ingredientes.
Como no podía ser de otra forma, lo regamos con un Txakolí, el K5 Argiñano.
Los platos principales fueron una Merluza Zarautz en Salsa roja con Almejas y un Bacalao fresco asado al Txakoli con sus Burbujas. Seguimos con una buena materia prima acertadamente tratada.
Unos Helados y Sorbetes variados de la Casa pusieron el punto final a nuestra experiencia gastronómica en el Restaurante Karlos Arguiñano.