Cuando pensamos de forma retrospectiva en Dead Can Dance como grupo, enseguida nos llega una imagen clara de una banda con un estilo absolutamente inconfundible y lleno de influencias que van desde la música medieval hasta la oriental, la música africana y todo tipo de elementos procedentes de las respectivas tradiciones culturales de sus dos miembros.
Hoy todo parece claro pero esta idea de la banda comenzó a tomar forma del modo en que ahora la conocemos con el disco que tratamos hoy aquí. Estamos en 1988 y el dúo formado por Brendan Perry y Lisa Gerrard había evolucionado un montón desde el pop oscuro de su disco de debut añadiendo paulatinamente nuevos elementos y desechando las partes más convencionales de su propuesta. El cambio fue muy notable en el salto del primer disco al segundo y más pausado a partir de ahí hasta llegar a “The Serpent's Egg”, el trabajo que consideramos como el primero en el que Dead Can Dance consolidan un estilo que les hará únicos de forma que cada uno de los discos siguientes no es sino una variación de los conceptos de éste orientados a una idea central diferente.
El sonido de “The Serpent's Egg” es diferente del de trabajos anteriores. En el apartado de las percusiones, la banda prescinde de instrumentos clásicos en beneficio de otros tradicionales procedentes de diversas culturas. También desaparece la sección de viento y, a cambio, se refuerza la de cuerda sonando aquí un quinteto formado por dos violines, dos violas y un violonchelo. Frente a lo que podría parecer, esta reducción de elementos no supone un sonido más simple sino que, por el contrario, éste es potenciado al extremo plasmandose en un tapiz fascinante. Junto a Brendan Perry y Lisa Gerrard, que cantan e interpretan sintetizadores (Brendan también la zanfona), participan en el disco Andrew Beesley y Sarah Buckley (violas), Tony Gamage (violonchelo) y Alison Harling y Rebecca Jackson (violines).
Lisa Gerrard y Brendan Perry
“The Host of Seraphim” - Si hay una canción de Dead Can Dance que vaya a ser recordada por encima de todas las demás, probablemente sea esta. Es un grito desesperado que surge de la voz de Lisa Gerrard (con unas segundas voces bellísimas) y se eleva sobre un fondo de órgano de gran profundidad. Apenas hace falta nada más... unos golpes de percusión para marcar el cambio entre las secciones de la pieza y alguna variación en los timbres electrónicos que sirven de sostén a la pieza. Con esos elementos asistimos a una canción maravillosa que representa como pocas esa suerte de música que parece proceder de los tiempos más remotos de la humanidad en la que Dead Can Dance se han especializado y de la que prácticamente han hecho un género.
“Orbis de Ignis” - Campanas y una polifonía extraordinaria, construida por completo alrededor de la voz de Lisa es lo que nos ofrece esta breve pieza cuyo estilo encontraría réplicas en posteriores discos del grupo.
“Severance” - Es el turno de la profunda voz de Brendan Perry interpretando una emocionante letanía acompañada de nuevo del sonido del órgano. Todo transcurre lentamente, como en una ceremonia funeraria, con una cadencia pegajosa que se disuelve poco a poco en una coda instrumental muy repetitiva que pone punto final a la canción.
“The Writing on My Father's Hand” - Volvemos a Lisa Gerrard, acompañada en esta ocasión de un sonido pulsante que imita a algún instrumento de cuerda ya perdido. Ritmos inalterables, cantos remotos y juegos vocales sin igual que definen la música del dúo. Melodías que se van complicando con la adición de nuevas capas hasta terminar con mútiples capas de sonido que se replican una y otra vez.
“In the Kingdom of the Blind the One-Eyed Are Kings” - Se combinan ahora los dos elementos instrumentales que habíamos escuchado hasta ahora en el disco por separado: los fondos de órgano y las melodías de cuerda. Se suma la voz de Brendan Perry y, ya en el tramo final, la percusión, para conformar una clásica canción del vocalista.
“Chant of the Paladin” - Continúa la ceremonia secreta con una nueva letanía interpretada por Lisa Gerrard como vocalista y en la que las percusiones marcan el ritmo de principio a fin. Como en todo ritual, la música cumple una función hipnótica que busca provocar el trance en el oyente a base de la repetición. Eso es exáctamente lo que ocurre aquí.
“Song of Sophia” - Lisa Gerrard posee una voz y una técnica tan excepcionales que no tiene ningún miedo a introducir cortes “a capella” en muchos de sus discos. Aquí tenemos un magnífico ejemplo de su forma de cantar, dramática cuando debe y siempre expresiva.
“Echolalia” - Continuamos con la música vocal casi al 100% en esta corta canción en la que Lisa comienza repetiendo las frases que entonce Brendan en el inicio para desarrollar una suerte de variaciones en el tramo final.
“Mother Tongue” - Otra de las características fundamentales de la música de Dead Can Dance son los poderosos ritmos que crean a base de percusiones de todo tipo. Este brillante instrumental es un gran ejemplo de esto que decimos: una fascinante combinación de sonidos de todo tipo que terminan por formar una pieza frenética en su primera parte. La segunda es mucho más calmada y en ella aparece una macilenta melodía electrónica que da paso a la voz de Lisa Gerrard cantando sus particulares textos sin significado.
“Ullyses” - Cierra el trabajo la canción más elaborada del mismo, al menos en el aspecto instrumental. Cuerdas electrónicas, percusiones, juegos de voces a cargo de Brendan Perry y David Navarro Sust y una magnífica sección de cuerda real en la segunda parte del tema ponen el punto final al disco. Sólo faltaría la voz de Lisa para que este tema fuera el perfecto resumen de lo que es Dead Can Dance.
Durante unos años, Brendan y Lisa fueron pareja y “The Serpent's Egg” iba a ser el último trabajo que grabarían en esa situación ya que unos cuantos meses después de su publicación decidieron separarse (literalmente, ya que pusieron entre ambos toda la distancia que separa Irlanda de Australia) sin que eso afectase a su relación profesional puesto que mantuvieron vivo Dead Can Dance por casi una década más con excelentes resultados. De hecho, “The Serpent's Egg” junto con “Aion” e “Into the Labyrinth” forman una especie de trilogía no declarada en la que se encuentra la cumbre del grupo, sin menospreciar trabajos anteriores y posteriores.
Siempre es buen momento para darle una escucha a una de las bandas más personales que han surgido en las últimas décadas y este disco es tan adecuado como el mejor para hacerlo. Nos despedimos con una rara versión en directo en un programa de TV de "Severance":