Revista Diario

'Debate histórico y disputa de proyectos políticos: del alfonsinismo al kirchnerismo' (III)

Por Julianotal @mundopario


3. Quiebre de la hegemonía neoliberalLa crisis del 2001 significaba no sólo del modelo económico que sostenía la convertibilidad sino también el quiebre de la hegemonía neoliberal que se había construido triunfante sobre todo durante el triunfo del menemismo, luego de la hiperinflación que obligaba a Alfonsín a adelantar el traspaso presidencial. La crisis convertía en best sellers a libros de divulgación histórica y ensayos que buscaban dar respuesta al momento catastrófico: los libros de Felipe Pigna y Jorge Lanata[i] se convertirían en best sellers, que revelaban no sólo la demanda de la sociedad civil buscando respuestas a la crisis política sino también ponía en cuestionamiento la legitimidad de quienes son las voces autorizadas para analizar el pasado (Martha Rodríguez, 2010). Los debates que se dieron en el campo académico durante los noventas, separados de la coyuntura, terminaron por alejarlos de la sociedad civil que decidió buscar respuesta en personalidades (salvo el caso de Pigna, el resto no eran historiadores “profesionales”) que eran sagazmente difundimos por las empresas editoriales, postulándolos en pocos meses como verdaderos best sellers.

   Por otro lado, se daba sobre la sociedad civil y desde el campo intelectual otra/s lectura/s política/s que renegaban del relato hegemónico, entendido como el “consenso del ‘83”: hasta entonces la apertura democrática se entendía como quiebre con respecto a los gobiernos precedentes, constituía un antes y después luego de la última dictadura cívico militar. La aparición de relatos “contrahegemónicos” llegaban para satisfacer las deudas que se dieron durante este período, y brindaban una lectura setentista que hasta hace poco se le entendía como anticuada y obsoleta: se volvió a estudiar la importancia del Estado como interventor, se revitalizó el discurso antiimperialista, nacionalista y “exaltadamente populista” que, además, consideraba que no existió dicho quiebre en 1983 sino, por el contrario, se desarrolló una continuidad enmarcada en el desmantelamiento del Estado benefector y las políticas económicas neoliberales desde 1976 (en algunos casos sostienen desde el “Rodrigazo” de 1975) hasta 2001. (Novaro y Palermo, 2004).   El ascenso de Néstor Kirchner en mayo de 2003, ya desde su discurso de asunción, retomaba los principales planteamientos de los discursos contrahegemónicos, junto con las demandas de los que habían apoyado al Frente Grande anteriormente: la política anticorrupción, la reforma de la Corte Suprema de Justicia, la defensa de los Derechos Humanos mediante la apertura hacia los responsables del terrorismo de Estado, enmarcados dentro de lo que se considera crímenes de lesa humanidad, constituía por un lado, la satisfacción del campo intelectual mientras que despertaba desconfianza su accionar personalista. Sarlo, durante los primeros meses del gobierno de Kirchner, encontraba sus diferencias con respecto a Chacho Álvarez:“Álvarez, ya a mediados de los 90, había dejado de ser, culturalmente, peronista, mientras que la base cultural populista peronista está más presente en el perfil de Kirchner”. (Sarlo, 2004)   Esa cultura populista peronista que denomina Sarlo es una de las características del actual proceso kirchnerista que el transcurrir del tiempo se constituirá como la construcción de un nuevo proyecto social que se diferencia del transcurrido durante el “consenso del ‘83” y se identifica en ciertas características de la izquierda peronista, que a su vez se reconoce como continuador del primer peronismo y postula, desde el conflicto de la resolución 125 durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner en 2008, un debate en torno a la interpretación de símbolos y la construcción de mitos que confrontan con los desarrollados por el campo intelectual desde la década de los ’80.


[i]Me refiero a los libros “Argentinos”, tomo 1 y 2 del periodista Jorge Lanata y “Los mitos de la Historia Argentina” de Felipe Pigna, que con el transcurrir de los años llegarían a ser cuatro volúmenes.


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