En el vídeo de hoy os hablo de la culpa o esos errores que hemos cometido en el pasado y no nos podemos perdonar. Y ¿qué ocurre cuando no nos perdonamos y vivimos con esa culpa dentro? Pues que lo primero que sufre es nuestro autoestima. ¿Y qué es el autoestima? Pues a grandes rasgos es el amor propio que nos tenemos los seres humanos. Algo así como decir: me quiero, me acepto, soy bueno, soy valioso, soy capaz, soy maravilloso, puedo perseguir mis sueños…
Pero ahí están esos errores, al acecho, nos vigilan de cerca, nos susurran mentiras acerca de nosotros mismos: no vales, no puedes, no debes… porque no tienes esto o no tienes aquello… Y en el fondo, si revolvemos en nuestro pasado, en ese desván de nuestros recuerdos veremos que algo hemos hecho mal, que no hemos sido lo suficientemente buenos con esa persona tan cercana, que hemos hecho hasta cosas horribles… y por todas esas cosas no nos merecemos la felicidad. Suena terrible, ¿no es cierto?
Pero también podemos sustituir esa culpa por algo más positivo: mis errores han sido necesarios. Los necesité para crecer, para aprender, para convertirme en lo que soy ahora y poder superarme. Si lo vemos desde el punto de vista de crecimiento personal e incluso espiritual, los errores son necesarios para el cambio, nos muestran que estamos vivos, que estamos realizando un camino nada fácil, lleno de obstáculos y dificultades, el camino más importante de todos: nuestra propia vida.
Los errores al igual que las emociones nos indican que estamos vivos, que nos movemos, aunque a veces nos equivoquemos de dirección. De todo esto os hablo en este vídeo de 5 minutos: de cómo podemos y debemos reconciliarnos con nosotros mismos. Porque no hay peor enemigo que uno mismo. Es el enemigo silencioso, al que más nos cuesta identificar. Es el que se prepara para atacarnos sin que nos percatemos de ello. El que nos impide avanzar, el que nos infunde miedos, el que vigila cada paso que damos, el que espera que nos equivoquemos para demostrarnos que tiene razón. Y sólo hay una cosa que podemos hacer para combatirlo: demostrarle –con hechos y acciones– que no la tiene.