Revista Opinión

Del cotilleo a la maledicencia

Publicado el 12 septiembre 2014 por Youssef
Las sociedades humanas se vertebran sobre el lenguaje. El lenguaje produce signos, símbolos y crea cultura. En la cultura crecemos, nos desarrollamos, establecemos redes sociales por afinidad: familia, amistad, profesión, religión… La cultura determina patrones de comportamiento, ofrece cosmovisiones particulares, establece rangos de identidad, proclama diferencias, implica toma de posiciones. Esta es la razón de que el llamado “Diálogo Interreligioso” deba producirse inicialmente sobre características culturales definidas, no sobre el ámbito estricto de la religión. Es un reto, sin duda alguna.Por otra parte la cultura modela la forma de relación entre los sujetos de dicha cultura. Algunos de estos patrones son universales; esto es, se producen en cualquier ámbito, por ejemplo, el sentido de pertenencia a una comunidad o las expresiones de algunas emociones como el miedo o el gusto por el chismorreo, el cotilleo o la murmuración.
Algunos antropólogos e investigadores de la conducta humana sostienen la idea de que esta capacidad para el cotilleo ha sido fundamental en el desarrollo del ser humano. En efecto, cotillear implica establecer una fuerte carga imaginativa y de elaboración literaria. Los cotillas tienen una notable inteligencia. Pero el cotilleo adquiere casi siempre patrones despectivos, entrando de lleno en la murmuración y la maledicencia. Así, lo normal es que se cotillee para señalar defectos y faltas ajenas, no para ensalzar virtudes. Cuando esta actividad implica desear mala suerte, hablamos de maldecir a los demás, patrón que también es universal. En muchos rincones del planeta se denomina “echar mal de ojo” y adquiere proporciones casi epidémicas.Las religiones se tomaron siempre muy en serio esta peculiaridad nuestra, hasta el punto de que se alude a ella constantemente en la mayoría de las tradiciones religiosas. Se recomienda siempre huir de semejante conducta por entender que es destructiva y contraria al principio de respeto a los demás. En definitiva hablar mal de otras personas introduce una distorsión cognitiva en la comunicación y origina un mal del que después es difícil huir.Establecemos por tanto dos niveles en este asunto: el nivel cognitivo, en el que se trata claramente de mecanismos de defensa y ventaja competitiva (la información sobre los demás es importante) y el nivel moral, en el que se clasifica esta conducta como negativa y reprobable para la convivencia y el respeto mutuo.¿Quién es agente del cotilleo?En las sociedades hay diferentes tipos de liderazgo: el líder por antonomasia es aquel individuo capaz de convencer a los demás mediante su carisma, inteligencia y capacidad de obtener beneficio de cualquier situación, por complicada que sea. Pero este liderazgo hoy día se potencia artificialmente desde la alta política. El líder natural suele ser una persona que –sin proponérselo- genera confianza en los demás. No siempre fue así. En el pasado el líder de una comunidad solía ser el más fuerte y el mejor cazador; es decir, el que podía proporcionar más seguridad a la comunidad, de tal manera que los menos capaces para la caza, o menos dotados físicamente, solían cumplir la función de “narradores” , glosadores, etc. Eran los verdaderos agentes del cotilleo, personas que desarrollaron habilidades en el plano cognitivo y se ganaron así reputación, respeto y ascendencia sobre los demás. Poco a poco lo físico dio paso a lo mental. Y lo mental al ámbito práctico de ejercer el poder.En la actualidad el liderazgo es tan complejo como las propias sociedades y sus rasgos quedan diluidos en un “mar de personalidades” posibles. Nadie podría plantear un liderazgo sobre la base exclusiva de la fortaleza física, pero sí se plantea en torno a la manipulación de la imagen del contrario; es decir, el cotilleo adquiere una dimensión profesional en la que se utilizan recursos propios de la publicidad, el marketing, la sociología, la psicología, etc.
El cotilleo implica mal moral.Podemos decir que un cierto nivel de cotilleo puede favorecer la dinámica social, es inherente a todos los seres humanos y, con los debidos límites, no ofrece mayor problema. No obstante, mejor es abstenerse de dicha actividad, mejor es centrarse en lo que podemos aportar a los demás, no en “hablar de los demás”, puesto que esos límites de los que hablo son siempre difusas y obedecen a criterios subjetivos, de tal manera que después de caer en el chismorreo, acabemos por perder la objetividad y llegar a la maledicencia, cuestión no baladí que atañe no sólo al ámbito social sino a nuestra esfera privada: la conciencia. El chismoso abre la puerta a la dimensión de lo negativo. Obtiene sus rentas del engaño y la mentira, o de la verdad transformada, que es una forma sutil de mentira encubierta. Convierte a su ego en protagonista absoluto y propaga el mal allá por donde pasa y, en los casos extremos, acude a la magia, a la superstición y a la invocación de fuerzas sobrenaturales. Este extremo es demoníaco y hay que huir de él.El cotilleo es el lenguaje de Satanás.Satanás es el agente puro del cotilleo, la mentira perfecta, la magia con todo su poder maléfico. El cotilla, el chismoso, está en el ámbito de lo diabólico, manifiesta el mal, se deja acompañar por él y lo propaga. Debemos huir, por tanto, de esta práctica. Muchos textos religiosos lo manifiestan así. En el Antiguo Testamento se denuncia la murmuración:- "Y el pueblo (de Dios) murmuró contra Moisés" (Éxodo 15:24).
Por murmurar en el desierto, Dios no permitió que el "pueblo elegido" entrara en la tierra prometida, diciendo así el Señor: "Hasta cuándo esta comunidad perversa murmurará contra mí? He oído las quejas que están murmurando contra mí" (Números 14:26)
El Nuevo Testamento contiene numerosas citas en las que se habla sobre estas cuestiones:

- "Los judíos murmuraban porque Jesús dijo: Yo soy el pan que ha bajado del cielo. Jesús les contestó: No murmuren entre ustedes" (Juan 6:41-44).
San Pablo es explícito:
- "Ni murmuren contra Dios, como algunos lo hicieron, y el ángel exterminador acabó con ellos. Estas desgracias les sucedían para ejemplo nuestro, y la Escritura las relata para instruir a los que nos toca presencia el fin de los tiempos (1 Corintios 10:10-11).
Y el apóstol Santiago se preocupa por la murmuración entre los hermanos:
- "Hermanos, no murmuren los unos a los otros, el que habla en contra de un hermano o juzga mal de él, habla en contra de la ley de Dios y juzga en contra de ella, y si tú juzgas la ley, ya no la cumples, sino que te haces superior a ella. Pero uno sólo hizo la ley a la vez puede juzgar: el que es capaz de salvar o de condenar. Pero: ¿quién eres tú para juzgar al prójimo?" (Santiago 4:11-12)
Sigue diciendo Santiago:
"Hermanos, que sean muchos los maestros entre ustedes, sepan que los maestros seremos juzgados con más severidad, y no olviden que, como todos, cometemos errores. Si alguien no peca con su lengua, es un hombre perfecto, capaz de dominar todo su cuerpo... La lengua es un miembro pequeño, pero puede hacer mucho. La lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua nadie puede dominarla, es un látigo incansable, lleno de veneno mortal, con ella bendecimos a Dios Padre, y con ella maldecimos a los hombres hechos a imagen de Dios, de la misma boca salen la bendición y la maldición. Hermanos, esto no debería ser así: ¿Puede brotar de la misma fuente agua dulce y amarga?" (Santiago 3:1-11)
En el Corán y en los hadices del profeta Mohammed también existen numerosos textos alusivos al cotilleo y la murmuración:
“Que nadie murmure de otro en su ausencia. ¿O es que a alguno de vosotros le gustaría comer la carne muerta de su hermano? ¡Os repugnaría! Y temed a Dios. Ciertamente, Él es Indulgente y Misericordioso.” (Las Habitaciones/12)“¡No persigas aquello de lo que no tienes conocimiento. Ciertamente, será responsable del oído, la vista y el corazón!” (El Viaje Nocturno/36)“¡No pronuncia una palabra sin que esté presente un observador junto a él!” (Qaf/18)Los hádices sobre el Profeta Mohammed recogen numerosos pasajes relacionados con la murmuración y la maledicencia:— Dijo An-Nawawi: Has de saber que toda persona responsable deberá guardarse de la lengua, excepto cuando sea para mediar en un conflicto.
Pues, la Sunna es contener la lengua, ya que tal vez algo que esté permitido decir, conduzca a algo prohibido. Y eso es algo que sucede muy a menudo.
— “¡Quien crea en Dios y el último Día que hable el bien o que se calle!”— “La verdad conduce a la virtud y la virtud conduce al Jardín. Y el hombre, mientras diga la verdad, será considerado veraz ante Dios. Y por otra parte, la mentira conduce al vicio. Y el vicio conduce al Fuego. Y el hombre, mientras siga mintiendo, será considerado mentiroso ante Dios.”
La Iglesia Católica se ha preocupado extensamente sobre este mal. El papa Francisco lo ha denunciado en varias ocasiones :
¡Nada de habladurías!
"Con esto Jesús nos recuerda que también las palabras pueden matar", dijo el Papa a una Plaza de San Pedro abarrotada: "Cuando decimos que una persona tiene la lengua de serpiente, ¿qué queremos decir? Que sus palabras matan. Por tanto, no sólo no hay que atentar contra la vida del prójimo: ni siquiera verter sobre él el veneno de la ira ni golpearlo con la calumnia. ¡Ni siquiera hablar de él! Los chismes pueden matar, porque matan la fama de las personas".
"Al principio puede parecer divertido", reprendió Francisco, "pero chismorrear nos llena el corazón de amargura y nos envenena a nosotros mismos".
Se dirigió entonces a los presentes para preguntarles si querían ser santos, primero, y si querían vivir apegados a las habladurías como un hábito, después. Ante el "sí" y el "no" respectivamente coreados por la multitud, el Papa cerró la cuestión: "Entonces estamos de acuerdo, ¡nada de habladurías!". Y añadió que para Jesús "nuestra relación con Dios no puede ser sincera si no tenemos paz con el prójimo".
El amor y la ley

Por último, Francisco extendió esta consideración sobre el quinto mandamiento a la recta interpretación de las normas: "De todo esto se comprende que Jesús no da importancia simplemente a la observación de una disciplina o de una conducta exterior, va a la raíz de la ley, apuntando sobre todo a la intención y al corazón del hombre. Para tener comportamientos buenos y honestos no bastan las normas jurídicas, hacen falta motivaciones profundas, expresiones de una sabiduría escondida, la sabiduría de Dios, que puede ser acogida gracias al Espíritu Santo. Y nosotros, a través de la fe en Cristo podemos abrirnos a la acción del Espíritu que nos hace capaces de vivir el amor divino".
"Cada precepto revela así su pleno significado como exigencia de amor y todos se reúnen de nuevo en el más grande mandamiento: ama a Dios con todo tu corazón y ama al prójimo como a ti mismo", concluyó Francisco.

O esta otra intervención :
Ciudad del Vaticano, 23 de enero de 2014 (Zenit.org)El papa Francisco ha pedido esta mañana a los cristianos que cierren las puertas a celos, envidias y murmuraciones que dividen y destruyen a nuestras comunidades. Así lo ha afirmado en la homilía de Santa Marta de este jueves.Las reflexiones del Papa han tomado como referencia la primera lectura del día que habla de la victoria de los israelitas sobre los filisteos gracias al valor de joven David. La alegría de la victoria se transforma pronto en tristeza y envidia en el rey Saúl al ver que las mujeres alababan a David por haber matado a Goliat. Entonces, afirma Francisco "esa gran victoria comienza a convertirse en derrota en el corazón del rey" en el que se insinúa, como sucede en Caín, "la semilla de los celos y de la envidia".Y como Caín con Abel, entonces el rey decide matar a David. "Así hacen los celos en nuestro corazón -observa el Papa- es un inquietud mala, que no tolera que otro hermano o hermana tenga algo que yo no tengo". Saúl, "en vez de alabar a Dios, como hacían las mujeres de Israel, por esta victoria, prefiere cerrarse en sí mismo, lamentarse" y "cocinar sus sentimientos en el caldo de la amargura".Así lo ha explicado el Santo Padre: "Los celos llevan a matar. La envidia lleva a matar. Ha sido precisamente esta puerta, la puerta de la envidia, por la cual el diablo ha entrado en el mundo. La Biblia dice: 'Por la envidia el diablo ha entrado a hacer mal en el mundo'. Los celos y la envidia abren las puertas a todas las cosas malas. También divide a una comunidad. Una comunidad cristiana, cuando algunos de sus miembros sufren de envidia, de celos, termina dividida: uno contra el otro. Y ésto es un veneno fuerte. Es un veneno que encontramos en la primera página de la Biblia con Caín".En el corazón de una persona tocada por los celos y la envidia -ha subrayado el Papa- suceden "dos cosas clarísimas". Primero la amargura: "La persona envidiosa, la persona celosa es una persona amarga: no sabe cantar, no sabe alabar, no sabe qué es la alegría, siempre mira 'que tiene áquel y yo no tengo'. Y esto lleva a la amargura, una amargura que se difunde en toda la comunidad. Son estos sembradores de amargura. Y la segunda actitud, que llevan los celos y la envidia, son a murmurar. Porque este no tolera que el otro tenga algo, la solución es rebajar al otro, para que yo esté más alto. Y el instrumento son las murmuraciones. Mira siempre y verás que detrás de una murmuración están los celos y la envidia. Y las murmuraciones dividen la comunidad, destruyen a la comunidad. Son las armas del diablo".El Santo Padre ha mencionado cuántas bellas comunidades cristianas iban bien, pero después en uno de los miembros ha entrado la semilla de los celos y la envidia y, con esto la tristeza, el resentimiento de los corazones y las murmuraciones. Ha continuado señalando que "una persona que está bajo la influencia de la envidia y de los celos, mata", como dice el apóstol Juan: "Quien odia a su hermano es un homicida". Así como "el envidioso, el celoso, comienza a odiar al hermano". Por tanto, Francisco ha concluido pidiendo: "Hoy, en esta misa, recemos por nuestras comunidades cristianas, para que esta semilla de los celos no sea sembrada entre nosotros, para que la envidia no tome lugar en nuestro corazón, en el corazón de nuestras comunidades, y así podamos ir hacia adelante con la alabanza al Señor, alabando al Señor, con la alegría. Y es una gracia grande, la gracia de no caer en la tristeza, en el estar resentido, en los celos y en la envidia".

Para el padre Cantalamessa, habría incluso que « prohibir » los chismes :
 (ZENIT.org).- "¡Aquí no se hacen chismes!". Este cartel debería ponerse en muchos ambientes de convivencia, también en la Iglesia, según sugirió este viernes el padre Raniero Cantalamessa OFM cap, en la meditación de Cuaresma que dirigió a Benedicto XVI y a sus colaboradores de la Curia Romana.Al afrontar como argumento la frase de la Carta de san Pablo a los Romanos, "Que la caridad sea sin fingimiento", el fraile capuchino consideró que en el campo de la caridad en la Iglesia hay un aspecto que necesita una conversión: el de los juicios recíprocos.El hecho de juzgar no es en sí algo malo, aclaró, lo que es malo es el "veneno" que inocula nuestro juicio. "Es decir, el hastío, la condena".Ante el papa, cardenales, obispos, sacerdotes, y religiosos presentes en la capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico, Cantalamessa explicó que "el juzgar es una acción neutral, el juicio puede terminar tanto en condena como en absolución y justificación"."Son los prejuicios negativos los que son recogidos y prohibidos por la palabra de Dios, los que junto con el pecado condenan también al pecador, los que miran más al castigo que a la corrección del hermano", indicó."Para estimar al hermano, es necesario no estimarse uno mismo demasiado -siguió diciendo--; es necesario - dice el Apóstol - "no hacerse una idea demasiado alta de sí mismos" (Rm 12, 3). Quien tiene una idea demasiado alta de sí mismo es como un hombre que, de noche, tiene ante los ojos una fuente de luz intensa: no consigue ver otra cosa más allá de ella; no consigue ver las luces de los hermanos, sus virtudes y sus valores."Minimizar" debe ser nuestro verbo preferido, en las relaciones con los demás: minimizar nuestras virtudes y los defectos de los demás. ¡No minimizar nuestros defectos y las virtudes de los demás, como en cambio hacemos a menudo, que es la cosa diametralmente opuesta!"
La normalización del chismeEl chisme ha cambiado de nombre, se llama gossip", afirmó el sacerdote, o cacareo, comidilla, rumor o cotilleo."Parece haberse convertido en algo inocente, en cambio es una de las cosas que más contaminan la convivencia --aseguró--. No basta con no hablar mal de los demás; es necesario además impedir que otros lo hagan en nuestra presencia, hacerles entender, quizás silenciosamente, que no se está de acuerdo"."En muchos locales públicos antes se ponía: 'Aquí no se fuma', o también, 'Aquí no se blasfema'. No estaría mal sustituirlas, en algunos casos, con el escrito: '¡Aquí no se hacen chismes!'", concluyó.Puede leerse la predicación del padre Cantalamessa en http://www.zenit.org/article-38893?l=spanish

Volver a la Portada de Logo Paperblog