La vida de un grupo de estudiantes en el Instituto de Artes Creativas y Escénicas de Nueva York está a punto de cambiar: durante los últimos tres años todos ellos han trabajado duramente y ahora se enfrentan a su audición más importante: conseguir un lugar en el mundo del espectáculo. Cada día se convierte en un examen, y la lucha por alcanzar el sueño de la fama, esa droga que los empujará a renunciar a muchas cosas y a abandonar sueños e ilusiones, les llevará a plantearse la pregunta más difícil: ¿de verdad están dispuestos a vivir en un mundo en el que, aparentemente, no tiene cabida la amistad?
Supongo que elegí reseñar esta historia para demostraros que soy un portento planetario en el arte de tropezar dos veces con la misma piedra: cuando leí El club de los corazones solitarios y llegué a la última página pensé: “¿Pero qué te esperabas? El libro no te ha engañado; historia ligera, final empachoso… todo un clásico”. El caso es que cuando vi el título de esta novela me encantó, y olvidándome de lo poquísimo que me había gustado la primera obra de Elizabeth Eulberg, empecé a leer ésta esperando un milagro a la altura –qué menos– de su título precioso. Bueno, pues si os parece dejamos los milagros aparte y vamos a ver de qué están hechos estos sueños. La historia gira en torno a siete chicos, alumnos de un prestigioso centro de alto rendimiento en Artes Creativas y Escénicas. En unos cuantos meses terminarán su formación y su futuro tiene dos únicas salidas: el éxito, con todo lo bueno y malo que conlleva esa opción, o el anonimato. Lo mejor de este grupo de chicos es su heterogeneidad, y en eso acierta Eulberg, porque cada uno de estos personajes es un mundo: su día a día –sus miedos, problemas, gustos y disgustos– es lo que hace entretenida la narración y en lo que se sustenta la propia historia. Cada uno de ellos lucha a su manera contra el miedo al fracaso, y esto es, sin duda, lo mejor de la novela. Es curioso leer cómo chicos de apenas diecisiete años conviven en un ambiente artificial en donde las puñaladas traperas llegan desde cualquier dirección y de quien menos se imaginan. El hecho de no tener capítulos convierte la narración en un hilo ininterrumpido de pensamientos y diálogos, y eso también me ha gustado porque logra que la lectura fluya; además, no os vais a encontrar con descripciones eternas ni con vocabulario enrevesado. Mención especial se merece la ligera historia de Carter, un ex niño prodigio –imaginaos a Macaulay Culkin reconvertido en estudiante aplicado– que sigue estudiando interpretación, participando en comedias y asistiendo a saraos nocturnos para agradar a mamá, cuando en realidad lo que a él le gustaría es pintar y exponer en el MOMA. Creo que es el personaje más creíble de todos. Y aquí acaba lo bueno, me temo. Porque la protagonista, Emme, es aburrida de necesidad: ñona y llorona. Es una especie de Heidi pelirroja que cuando se sube al escenario se transforma, por arte de magia, en la cantante de Dover. Increíble. Pero ahí no termina la cosa, porque Del material del que están hechos los sueños es una especie de reunión de antiguos tópicos: el amigo graciosete, el malote reconvertido en enamorado de la chica buena, la mala malísima dispuesta a todo por la fama, el director que parece duro pero que luego es majo, los buenos ganan, los malos pierden, un final que… ¡menudo final, por favor!, etc. Y ya que estamos repartiendo estopa, una notita para la editorial: ¿sabéis que mucha gente cuando busca este libro se confunde con las cubiertas de los libros de Canciones para Paula? Los corazones blancos sobre fondo rojo quedan fantásticos, pero el formato confunde.
Dicho lo cual y sabiendo que cuando elegimos un libro lo hacemos en función de cómo nos sentimos en ese momento, os aconsejo lo siguiente: a) si, al igual que yo, crecisteis viendo Fame los domingos por la tarde, no intentéis buscar personajes similares a Danny Amatullo, Leroy Johnson, Bruno Martelli o el profesor Shorofsky, porque corréis el riesgo de sufrir una gran decepción; b) si habéis crecido viendo Fama, ¡a bailar! pero no estáis dispuestos a recibir una sobredosis de noñez y neverending love, tal vez deberíais dejar este libro para otro momento; c) si acabáis de encontrar al amor de vuestras vidas, el trabajo de vuestros sueños y veíais Fame o Fama, puede que esta historia os guste. De cualquier manera, tened en cuenta que Del material del que están hechos los sueños es una historia demasiado simple, llena de personajes estereotipados y, eso sí, con un título precioso.