En esta oportunidad, quiero compartir con ustedes una receta que terminó siendo doble. ¡Sí, dos recetas! Porque, al sobrarme crema de limón (del relleno de las tartitas), decidí que la emplearía para preparar algo más y que no sucumbiría a la tentación de comerla directamente del bol donde la había preparado.
Esta receta nació a partir de un hermoso, perfumado y jugoso regalo de mi amiga Laura. Hace unos días atrás, me regaló un montón de limones que su limonero estaba dando. Desde el vamos, nadie puede discutir que las frutas y las verduras de nuestras huertas son las mejores porque no tienen tratamientos genéticos (más que algún buen y trabajoso injerto para lograr un limonero de cuatro estaciones o una variedad más jugosa de naranjas...), rara vez combatimos las plagas con insecticidas tóxicos porque solemos recurrir a los viejos y exitosos remedios caseros y porque les dedicamos amor, los dejamos crecer, madurar y desarrollarse según la especie necesite, logrando resultados asombrosos, además de deliciosos. Bueno, la crema/espuma de estas recetas fueron preparadas con la ralladura y el jugo de estos limones a los que lo que menos podía hacer era honrarlos con alguna receta especialmente dedicada.
Entonces, aquí va mi receta doble (o mi receta que vale por dos recetas; como más les guste). Primero, las tartas de limón para la hora del té.
Comencemos preparando una simple masa quebrada para sostener las tartas. En mi caso, salieron unas 11 tartitas, pero si lo deseas, podés preparar una gran tarta y listo. Para ello, vas a colocar en el vaso de la multiprocesadora o del mixer 180 gramos de margarina o manteca pomada (a temperatura ambiente y bien cremosa), 100 gramos de azúcar orgánica o integral, 2 huevos de granja (sí, gorditos, frescos y bien anaranjados) y 380 gramos de harina leudante. Los vas a procesar hasta que la masa se despegue del vaso y forme un bollo. En ese momento, envolvelo en papel film y llevalo a descansar en la heladera por una media hora.
Mientras tanto, prepararás la crema del relleno. Antes que nada: a separar 3 claras de sus correspondientes yemas. A las yemas colocalas en un bol junto con la ralladura de 2 lindos, jugosos y regordetes limones y una lata de leche condensada descremada de 395 gramos (sí, claro, podés usar la versión cremosa). Batí con batidor de alambre hasta lograr una crema homogénea.
Aclaración importante: Si prestaste atención, habrás notado que la crema no contiene azúcar o miel para endulzarla. Lo cierto es que deseaba que al comerla se sintiese el sabor a limón. Si en tu caso, priman los golosos, añadile a la preparación anterior la medida de la lata de leche condensada de azúcar.
Aparte, batí las claras a punto nieve, añadiéndoles una pizca de sal para que monten más rápido (recordá que el recipiente donde las prepares no debe contener ni una pizca de grasa, ni una gota de yemas; caso contario, nunca conseguirás alcanzar el punto nieve. ¿Así de drástico? ¡Así de drástico!).
Incorporá una parte de las claras batidas a nieve en la preparación de la crema de limón e integrala con espátula, realizando movimientos envolventes y delicados para no bajar el volumen conseguido con las claras. Continuá añadiendo por cucharadas o porciones las claras hasta incorporarlas por completo (siempre con delicadeza y cuidado).
Con la masa que descansó en la heladera, forrá los moldes de tartas, cubriéndolos con porciones. Como la masa cuenta con bastante materia grasa, no es necesario enmantecar y enharinar los moldes.Este tipo de masa no es posible estirarla con palote; por ello, irás tomando porciones con las manos y las depositarás en el molde para ir cubriéndolo con una capa de masa más o menos uniforme. Antes de hornearlas, pinchalas con un tenedor.
Disponé los moldecitos de tarta sobre placa para horno y cociná la masa por 25-30 minutos a 180° C (o hasta que veas seca y ligeramente cocida la masa).
Rellená con abundante crema de limón cada pequeña tarta y hornealas nuevamente por otros 25-30 minutos para lograr que queden doradas (tanto la masa como el relleno).
Desmoldá y colocá sobre rejilla para que enfríen.
Son ideales para acompañar el té, una reunión de amigas o darse un gusto de golosos. Pueden comerse así o acompañadas por una reducción de arándanos (o cualquier otro fruto rojo que te agrade) que prepararás con una cajita de fruta fresca cortada en mitades y cocida en una cacerola con la mitad de su peso en azúcar. La reducción quedará con una consistencia de mermelada que aportará el dulzor necesario a la receta original (en la que la crema no lleva azúcar).
Prometí otra receta y aquí va: Espuma de limón para el postre.
Si te ocurre como a mí (como ya les comenté al inicio del post, me sobró crema del relleno de las tartas), podrás preparar el postre del almuerzo o la cena de ese día en un periquete, quedando súper distinguida ante la concurrencia (¡Bueno, que tampoco está mal impactar a la familia, el novio, la suegra o el amante de vez en cuando!). En mi cocina, quedaron 4 coquetas y delicadas espumas de limón.
En mi caso (porque soy un despiste. Que sí y que sí...), no caramelicé los moldecitos que usé para preparar estas espumitas, pero sería lo ideal para que queden crocantes por fuera y espumosas por dentro; además, para añadirle ese toque dulce a la versión original de la crema (sí, la que no tiene azúcar).
Bien, en una olla pequeña, colocá 1/2 taza de azúcar y, a fuego medio, dejá que vaya derritiéndose (por así llamarlo). Con cuidado, para que no se queme, con una cuchara de madera, irás revolviendo la preparación hasta que quede completamente líquida y de un hermoso color caramelo. Con el fuego apagado y cuidando de no quemarte, con una cuchara irás vertiendo cucharadas de caramelo líquido en los moldecitos de flan que escogiste para la ocasión, tratando de cubrirlos lo mejor posible. Después, rellená los moldes con la espuma de limón y disponé los moldecitos sobre una asadera alta para que puedas cocinarlos a baño de María, en el horno, a unos 180° C hasta que crezcan (saldrán unos 2 ó 3 centímetros por encima del borde superior del molde) y se doren.
Esperá que se enfríen para desmoldarlas (no te hagas mucho probema si la espuma encoge esos centímetros extra que alcanzó dentro del horno; la preparación es muy sensible a las corrientes de aire y al cambio brusco de temperatura. De todos modos, tu postre quedará delicioso y no perderá más estatura) y difrutalas con o sin caramelo.
Si te ocurre como a mí (de olvidarte de caramelizar el molde) todo tiene solución: prepará el caramelo al momento de servir el postre y salseá o bañá cada espuma de limón con sabrosa y calentita salsa de caramelo y... ¡A disfrutar de estos sencillos postres de limón!
¡Hasta la próxima!