Revista Jurídico
En la reciente posesión del nuevo decano de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario (Colombia), doctor Juan Carlos Forero, se tocaba este tema. El Decano hacía alusión a la aproximación de la literatura por parte de los juristas como mecanismo de lograr y buscar la empatía entre los seres humanos. La literatura es un arte, algunos afirman que el derecho también lo es, porque ambos son artis, facere, una actividad o actividades donde se hace algo. En el caso de la literatura lo que se hace es ficción a través de la palabra escrita, en el derecho lo que se hace o se busca es la justicia. Ambas actividades son típicamente humanas, entelequias que buscan hacer del hombre un ser más feliz. La literatura es misteriosa, enigmática, es un interrogante; el derecho también lo es. No sabemos por qué un escritor elabora una novela, o un poema, o un cuento, no lo sabemos; de lo único que estamos seguros es que para el escritor, escribir es una necesidad. Para el jurista también es una necesidad la búsqueda de la justicia, sin embargo, y como lo sabemos todos los abogados, la justicia es un término que solo se puede abordar a través de sinónimos como equidad, equilibrio, armonía, pero definir la justicia como tal es una aventura inacabada que viene siendo el dolor de cabeza desde la época de Platón, los filósofos socráticos, hasta los profesores de derecho de las universidades más importantes del mundo de hoy en día. La literatura y el derecho, dos primas hermanas en la familia del conocimiento humano. ¿Debe un jurista explorar la literatura? Esa pregunta no la puedo responder de manera imparcial ya que en lo personal he explorado la literatura con cierta profundidad: he escrito ocho novelas y varias decenas de cuentos. Sin embargo, yo creo que para el jurista que no ha explorado ese lado creativo la literatura sí le puede ser útil. Le puede ser útil para explorar y conocer la condición humana, para estudiar el modus vivendi del hombre, la problemática del hombre –como diría Sabato-, la literatura le puede otorgar sensibilidad al jurista –sentido humanista y humanitario, en fin la literatura puede humanizar al jurista, ya que algunas veces, y por estar metido entre tanto código y entre tanta sentencia, el abogado cae en una especie de mecanización de su profesión donde la ausencia de emoción y de empatía con el que sufre se vuelve insoportable. De esta forma, tiene razón el nuevo decano Forero al afirmar que el jurista debe conocer tanto de derecho como de literatura para acercarse más a la justicia. Y es cierto, y como él citaba “porque donde solo hay derecho, es probable que allí no entre la justicia”. La literatura sensibiliza al abogado, lo vuelve un ser universal, lo convierte en un hombre global. Desdeñar la literatura ha sido una práctica reiterada para los juristas, para aquellos que solo ven la vida como instrumento de manutención económica, y nada más. La literatura le da una perspectiva metafísica del derecho al jurista. La literatura le permite ver al jurista por encima del bosque y no solo los árboles. En fin, creo que esa relación entre derecho y literatura no solo podría quedar en un terreno romántico; también hay abogados que se han dedicado a la literatura, como Franz Kafka, como Goethe, como R.H Moreno Durán, como Juan Gabriel Vásquez; y otros que han abordado el estudio del derecho sin obtener el título de abogado como García Márquez o León Tolstoi; o incluso, juristas que se han dedicado a escribir novelas sobre abogados convirtiéndolas en verdaderos best sellers, ese es el caso de John Grisham conocido a nivel mundial como uno de los escritores más vendidos del mundo, y cuyas novelas incluso han sido adaptadas al cine. La literatura es eminentemente fantasiosa, artificiosa, artística; en cambio el derecho es realista, científico y mecánico. La literatura corresponde al lado derecho del cerebro, mientras que las leyes le pertenecen al hemisferio izquierdo. La literatura es misteriosa, es femenina, es simpática, es como la noche; el derecho es solar, diurno, masculino, es algo frío y hasta poco atrayente. Cuando ambos se mezclan se logra una buena receta: un abogado humanista o un literato preocupado por la justicia, como fue el caso de Víctor Hugo en su célebre obra Los miserables.
Sí doctor Forero, ese es el tema de hoy en día, ¿cómo podemos sensibilizar más a los abogados? ¿Cómo podemos abrirles los ojos y mostrarles el mundo en el que viven? ¿Cómo les enseñamos a tener conciencia universal? La respuesta estaría en la literatura, es verdad; tal vez por eso, y lo repito –sin ningún afán de posar con falsa humildad- he escrito ocho novelas y varios cuentos, porque eso me ha dado sensibilidad, porque la literatura me ha hecho soñar con un mundo mejor, más humano, más fraterno, más simple, más cooperante, más justo, porque la literatura me ha hecho reflexionar sobre el papel del abogado y su puesto en la búsqueda de la justicia en la sociedad.