De vez en cuando necesitamos desconectar, salir de nuestra rutina (aunque sea buena), cambiar de aires, andar por calles distintas, estar con gente diferente y olvidarnos de nuestros quehaceres por un rato.
Para mi la mejor forma de desconectar es pasar un finde en Aguilar. Reencontrarme con mis amigas, desayunar leche con galletas y tomarme unas cañas mientras hablo esas novedades que no se cuentan por whatsapp. Ver la exposición de pintura al aire libre que hay en la biblioteca, pasar tiempo con mi madre, ir a Viarce; una tienda donde todo es bonito, salir a correr al pantano ¡Qué afortunada me siento viendo estas vistas! y no cuando corro en la cinta del gimnasio.
Volver a Salamanca feliz, despejada y renovada con galletas de Gullón y verduras de la huerta, de esas que tanto les gusta a mis eco-compañeras de piso.
Desconectar es planear un viaje a Segovia para comer cochinillo y acabar en Ávila recorriendo la enorme muralla. Probar las yemas de Santa Teresa (para mi fueron demasiado empalagosas, era como masticar azúcar) , ver la catedral, alargar el verano de terraza en terraza y descubrir bares tan monos como Alavirulé. Probar las patatas revolconas pero no el chuletón. ¡Ya tengo una excusa para volver!
Alavirulé (Ávila)
Desconectar es darte una tregua, encontrar tiempo a ti misma, no se trata de viajar basta con apagar la mente un rato.