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La belleza

Publicado el 10 abril 2020 por P P H H G

Inicialmente fui una escéptica, opinaba que gran parte de la población estaba excesivamente asustada. Más tarde, cuando el gobierno decretó el confinamiento y mi empresa estableció el teletrabajo lo consideré una oportunidad, un paréntesis. Me arrastró cierto optimismo inicial causado por la excepcional situación.
Después, las cifras dejaron de ser números y se transformaron en personas a las que conocía, enfermeras y farmacéuticas me contaban su realidad diaria, los ERTE compartían mi apellido y el gobierno anunciaba prórroga. Una capa de pena se fue posando sobre los muebles de un piso interior en el Eixample de Barcelona.
Entre el escepticismo inicial y los días más difíciles, pasé horas preocupada por el futuro de Germán Velázquez, el último protagonista de Almudena Grandes. Escuché a escritores y actrices recitar en la iniciativa Poesía en tu sofá, organizada por la poetisa Elvira Sastre a través de Instagram. Lloré con La lengua de las mariposas y recuperé el documental Aunque tu no lo sepas, acerca del granadino Luis García Montero.
Agradecí que Leiva sacará Mi Pequeño Chernóbil en estos días de crisis, las versiones confinadas en la voz única de Zahara y las canciones de Bob Dylan como hilo musical.
El cuatro de abril, los periódicos anunciaban la muerte de Aute, mi madre recordaba un concierto muy íntimo del año 78. Yo, treinta y ocho años después disfruté de un multitudinario concierto en Vallecas junto a Ismael Serrano y Silvio Rodríguez, ambas guardábamos un especial recuerdo del recital.
Entre los días mas difíciles y la calma presente comprendí que las relaciones se tornan complicadas en tiempos de coronavirus. Dos en la carretera y 10.000 km son muestras de estos baches.La red púrpura aprovechando las horas de sol, aprender catalán con Ser entre els altres y las carcajadas de Muchos hijos, un mono y un castillo me han evadido de la realidad que a menudo se torna triste, quizás melancólica.
Haciendo inventario, lo que más me ha emocionado ha sido La isla del tesoro. Cuando tenía doce años mi padre me ofreció dinero por leer este libro, tratando así de despertar mi afición por la lectura. He tardado quince años en leerlo y lo que más me ha gustado ha sido imaginar a mi padre, con doce años, leyendo libros de aventuras. 
A Almudena, Elvira, Benjamín, Anna, Irene, Macarena y el genio de Cuerda. A Luis, Charlie, Alberto, Leiva, Zahara y Dylan. Stanley Donen, Audrey y Carlos Marqués-Marcet, por esto y Los días que vendrán.A Robert Louis Stevenson, Carmen Mola, Aute, Gustavo y Julita Salmerón. A todos aquellos que a través de la cultura muestran ese viaje hacia la nada, que consiste en la certeza de encontrar en tu mirada, la belleza.
A los que a través del arte nos acompañan en estos días difíciles. Gracias por no dejarnos solos.

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