Un educador de corazón ha de empezar por reconocer a la persona por lo que es y no por lo que hace. Para lograrlo ha de anteponer su sentir a su pensar, una vez establecida la conexión por el sentir sus pensamientos se irán liberando de los juicios; entonces estará preparado para llevar la educación a su expresión esencial: celebrar el encuentro. Educar para celebrar el encuentro con uno mismo y con los demás prepara a las personas más allá de lo que la sociedad espera de ellas, las convierte en creadoras de vida, pues ésta no es más que la celebración de la conciencia en el encuentro. Cuando descubrimos la fiesta, el juego, en la vida podemos elegir a qué jugar, cómo celebrarla desde nuestra propia singularidad, haciendo de nuestra existencia una obra de arte y de nosotros un artista único.
Celebrar la vida en todos sus colores nos da ligereza, perspectiva ... nos hace visible lo esencial en los encuentros. Un educador de corazón revela esta dimensión de la existencia, liberando la alegría de los corazones de sus hijos o alumnos.
Cuando vamos aprendiendo a reconocer a la persona en su esencia también progresamos en mirar a su sombre sin juicios, lo cual nos permite relacionarnos sin que nuestra propia sombra nos manipule. Esto es fundamental para un educador de corazón, pues le permite llegar a sus alumnos e hijos sin prejuicios, con una mirada pura, algo que en sí mismo ya es celebrar la vida. Una persona reconocida en lo que es por su educador puede llegar a trascender sus traumas sin necesidad de terapeutas, tan poderosa es la mirada inocente. Por eso, un maestro de corazón es también un sanador, alguien que es capaz de llevar a su centro a sus alumnos e invitarles a tomar un sorbo de la poción mágica que todo lo cura: su propia esencia. Un educador de corazón es un sanador de pasados y presentes, que despeja el futuro de sus alumnos e hijos para que puedan ver en él sus propios sueños con los que celebrar la vida.
El educador de corazón, renunciando a enseñar desde la autoridad, eleva al educando a su propia luz, a su sabiduría esencial, a su creatividad innata ...
En cada uno de nosotros duerme un educador de corazón, esperando que le despertemos; está deseando enseñarnos a celebrar la vida y sus encuentros. Esta palabras pretenden ser su despertador … querido lector, ¿te apetece despertarlo en ti …?