Henry Thomas De la Beche, crédito wikipedia.
Toda novedad paleontológica lleva aparejado de manera inevitable la reconstrucción de los aspectos más interesantes de aquello que ha sido descrito o descubierto. Fósiles como Ardi ( Ardipithecus ramidus) o los más nimios trilobites del Cámbrico han sido objeto de fascinación gracias a la labor de los paleoartistas que han sabido como nadie reunir con rigor arte y ciencia.
Henry Thomas De la Beche a pesar de su apellido poco anglosajón fue el primer director de la British Geologycal Survey además de tener el reconocimiento de ser uno de los padres de la ilustración paleontológica. En las primeras décadas del siglo XIX los fósiles eran ya tan abundantes que se hacía necesaria la representación gráfica de todo ese conocimiento encastrado en piedra, devolver a la vida a través del carboncillo o la acuarela empezaba a convertirse en una herramienta imprescindible en el avance de la paleontología. De este modo, ese acúmulo de conocimiento ha llevado poco a poco a un entendimiento de la naturaleza que crece conforme los datos empíricos van cimentando nuevas convicciones. Hoy día ya nadie imagina a los velociraptores con piel reptiliana del mismo modo que nuestra visión de los Terópodos ha cambiado profundamente desde que las pruebas sobre la cobertura queratinosa de estos animales han demostrado cuan parecidas (en realidad son la misma “cosa”) eran a nuestras actuales aves.
Stephen Jay Gould nos habló en muchos de sus ensayos sobre los avances de la ciencia, y de la forma en la que los primeros científicos se vieron atrapados en las limitaciones propias del contexto ideológico, político, cultural y social de su época. La ciencia no es solo un puntal más de la evolución social que hemos estado asistiendo en los últimos siglos, la mayoría de las veces es más bien al revés, es la sociedad quién ha ido marcando las pautas y el tempo en las mentes de quienes hacen tambalear las viejas opiniones, normalmente tenaces y por lo general desfavorables acerca de lo que apenas se conoce o se cree conocer con suficiencia. Henry Thomas de la Beche fue un gran ilustrador ( aparte de gran Geólogo y Paleontólogo) pero no estuvo libre de esos impedimentos, en su obra más conocida Duria Antiquior , De la Beche nos ilustra por un lado una naturaleza artificiosa, y por otro un conglomerado faunístico impropio lleno de lo que más apetecía a de principios del siglo XIX, dientes y sangre, de hecho no existe en esta obra ni un solo animal que devore a otro o no esté siendo devorado.
La ilustración (tal vez en estos inicios) solo pretendía representar todo aquello que aparecía en un mismo estrato geológico, importando nada más que la escenificación de una naturaleza tristemente sesgada, los organismos a menudo aparecen “torpes” y tambaleantes, dejándose casi devorar por inusuales predadores carentes de ingenio o capacidad para poder acometer una buena caza inteligente, consecuencia de ese preocupante preconcepto dicotómico: antiguo=torpe, moderno=perfecto, ¡arriba o abajo!.
Duria Antiquior del Geólogo y Paleontólogo H.Thomas De la Beche
"Animal Life Readers" ilustración realizada por Harrison Weir muy similar a las de H.T De la Beche
De la misma forma (sólo unos años después de Duria Antiquior y el acuñamiento de la palabra Dinosaurio por Sir Richard Owen) la gran exposición Universal de 1851 de Londres ostentó el honor de ser la primera representación escultórica de animales extintos, Iguanodon e Ictiosaurios aparecieron ante el público como nuevamente deseaba la sociedad, los pesados e inamovibles dinosaurios fueron concebidos tal y como no podía ser de otra forma, meros sinónimos de ineficiencia que habían sucumbido en algunas de las extinciones del modelo catastrofista de la época.
Los famosos Iguanodon del Palacio de Cristal, diseñados y esculpidos por Benjamin Waterhouse Hawkins con la ayuda de Richard Owen
Solo unas décadas después de la exposición de Londres nacería un artista que iba a empezar a cambiar la percepción artística y científica de la fauna extinta, Charles R. Knight fue sin duda el primer Paleoartisca que empezó a mostrar una inquietud por la restauración “prehistórica”, en cierto modo todas las reconstrucciones de C.R. Knight aun mostraban muchos de los arquetipos que rodeaban a los dinosaurios y demás “bestias” pero dotó a sus obras de un nuevo realismo mucho más evocador de todo lo que se venía haciendo hasta entonces. Vean sino ustedes mismos la diferencia.
El elasmosaurus imaginado por Charles R. Knight, muy diferentes a los representados algo más arriba
Brontosaurus imaginado por Charles R. Knight, 1902. Fuente: Wikipedia
La iconografía fósil ha seguido una evolución propia del campo de las artes, los decadentes y viejos prejuicios sociales han ido dejando paso a la llegada de nuevas tendencias y evidencias (fruto éstas de los nuevos avances y el refinamiento de las Teorías), facilitando la llegada de nuevas formas de concebir el escenario de cómo fue la vida de otras faunas extintas. Mientras que la iconografía predarwiniana nos ilustran un conglomerado de ineptos seres cuya extinción fue movida por los achaques de un “diluvio universal”, las representaciones postdarwinianas, de C.R. Knight, Zdenek Burian, o Gregory Paul nos muestran ya una inequívoca “lucha por la supervivencia” y una poderosa transcendencia adaptacionista. La sangre y los dientes (después) han ido cediendo paso a escenas de mayor calado, los cuidados maternales o las escenas de apareamiento se han convertido en habituales dejando atrás todo ese imaginario colectivo de los llamados “lagartos terribles”.