El día del padre. Que marrón eh. Lo malo de este día es que nadie se puede escaquear. Y como todas las fechas señaladas, esta, está teñida de consumismo. Hay que regalar algo para demostrar nuestro afecto, y no es fácil.
A mí me gustaba el día del padre cuando era pequeño. Como no tenía dinero, un collar de macarrones era lo más. Un dibujo también estaba bien, y si lo coloreabas ganaba en prestigio y distinción. Era fácil. Al final ganabas más tú en abrazos y achuchones que tu padre con su horroroso dibujo. Con el paso de los años, se vuelve más difícil. En primer lugar, ya no vale eso de regalar un dibujo o un collar de macarrones, hay que currarselo más. En segundo lugar, el hecho de que nos distanciamos de nuestros padres hace más significativo el regalo que les hagamos y en tercer lugar, los padres son un tipo de persona que tienen todo lo que necesitan.
A menos que tu padre tenga un hobby, estás aviado. Seamos sinceros, los padres están hartos de recibir corbatas y calcetines de regalo. Tienen las que necesitan para dos vidas enteras. Otro regalo socorrido son los libros. Las novelas históricas o policíacas son generos muy padriles, lo malo es que es el típico regalo que acabas usando tú más que él. Eso no es bonito.
Así que ¿Qué le regalas? ¿Ropa? ¿Zapatos? No sé los vuestros, pero mi padre aún conserva los pantalones cortos de cuando cursaba EGB. Para los padres la máxima es “No se tira nada”. Aparte, como no solemos tener ni idea de que talla usa, y ellos son muy avispados, nos podrían descubrir si intentamos averigüarla sutilmente. Descartamos este regalo.
Pero si seguimos reflexionando, nos damos cuenta de algo muy importante, a los padres no les suele gustar cocinar, así que también descartamos todo lo relacionado con la cocina, pero les gusta, les encanta comer. Hemos dado con algo. A los padres les suele gustar la comida. Me acabo de dar cuenta, de que quizá por eso les gustaran tanto los collares de macarrones de cuando eramos pequeños. Quizá fuera porque era algo que habíamos hecho con nuestras propias manos. Pero pensandolo bien, podemos hacerlo aún hoy en día. No un collar de macarrones claro, pero alguna comida que hallamos hecho nosotros mismos.
Así que yo ya lo tengo claro. Me meto en la cocina y no saldré hasta que no tenga una empanada o un pastel decente para regalarle. Además, así le doy un chasco a esta sociedad de consumo. Todo son ventajas.
Orson López