Hoy es el Día Mundial del Turismo y en menos de dos meses será el Día Europeo del Enoturismo. Supongo que en nuestro caso será un aperitivo, pero siempre nos gusta celebrar cosas y vamos a hacerlo, aunque a veces las razones no sean muchas.
Hay que celebrar que este verano hemos vuelto a batir cifras en la llegada de turistas. Hay que celebrar que muchos destinos del vino de nuestro país siguen creciendo en excelencia y reciben premios internacionales y “cus” de calidad. Hay que celebrar que el cierre de negocios turísticos empieza a decrecer. Hay que celebrar que los emprendedores no se desaniman y siguen apostando por crear plataformas, aplicaciones y webs pensadas por y para el turista. Hay que celebrar que el turismo de experiencias sigue creciendo tanto en propuestas como en calidad. Hay que celebrar que cada vez hay más profesionales del sector que se preocupan precisamente de eso, de ser verdaderos profesionales y de asesorar, concienciar y crear estrategias y productos turísticos con mayúsculas.
Pero sigue siendo una realidad que la calidad de nuestros servicios turísticos deja mucho que desear. Que muchos países mediterráneos nos están ganando la partida. Que falta personal formado adecuadamente. Que faltan implicación y ganas por parte de las instituciones públicas, ya que en este país parece imposible que las distintas administraciones (locales, comarcales, autonómicas, nacionales…) se pongan de acuerdo y aúnen esfuerzos.
Seguimos siendo un reino de Taifas en el que cada uno se mira a su propio ombligo. Incluso actores que tienen los mismos intereses (por ejemplo, los socios de una de las muchas Rutas del Vino que están naciendo) son incapaces de entender que la fuerza está en el equipo, en el trabajo conjunto. Que para crear una ruta no basta con aparecer en un folleto o en una página web y pagar las cuotas…
De acuerdo, celebremos el día mundial del Turismo. Pero propongo: hagamos los posible para que nuestro turismo deje de “hacer agua”. Este año, más que nunca.