– ¿Viajas sin dueño?
– Sí, tengo frío.
– ¡Ya no hurgues los desechos!
– Tengo hambre, y la gente me perturba.
– ¿Quieres venir a casa conmigo?
– Nadie quiere a alguien como yo.
– ¡Vamos, estás en la miseria! ¡Estás verde de frío!
– ¿Dónde duermes? ¿Tú también duermes en el suelo?
– Duermo en una cama de mi casa.
– ¿Tú eres Dios? Dicen que las madres son Dios.
– Si tú quieres, lo puedo ser. Vamos a casa.
– Si eres Dios ¿por qué me habías abandonado?
– La verdad, no lo sé, solo quiero que vengas conmigo a casa. A mi hijo le agradarás.
– Siempre he querido una casa.
– Vamos, está oscureciendo ya no hay gente en este sitio.
– Iré a tu casa, me quedaré con tu hijo. Seguro me necesitará.
– Está bien, toma mi mano.
– ¿Quieres que te cuente un secreto, mujer?
– Sí.
– Los perros no hablamos.
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