VENDEDOR: No encontrará otro igual en todo Marruecos, Mademoiselle (…). Sólo setecientos francos.
RICK: Te va a engañar.
ILSA: No me importa, gracias.
VENDEDOR: ¿Ah… es usted amiga de Rick? Para amigos de Rick hay un pequeño descuento. ¿Dije setecientos francos? Se lo dejo en doscientos.
RICK: Lo siento, no estaba en condiciones de recibirte cuando viniste anoche.
ILSA: Ya no importa.
VENDEDOR: Y para amigos especiales de Rick hay descuentos especiales, sólo cien francos.
RICK: Tu historia me dejó algo confundido, tal vez fuera por el whisky.
VENDEDOR: Tengo manteles, servilletas.
ILSA: Gracias, no, no quiero nada.
VENDEDOR [se va]: Por favor… un momento.
RICK: Bien, ¿por qué has venido? ¿Para explicarme por qué me dejaste plantado?
ILSA: Sí.
RICK: Bueno, explícamelo, ahora ya no estoy bebido.
ILSA: No lo creo necesario.
RICK: ¿Por qué no? Al fin y al cabo me dejaste plantado con un billete de más.
ILSA: Anoche comprendí que habías cambiado. Se lo habría dicho al Rick que conocí en París. Y él lo habría entendido, pero el que me miraba con tanto odio… ése… (…). Pronto me iré de Casablanca y nunca más volveremos a vernos. No nos conocíamos cuando nos amábamos en París. Si no nos vemos más recordaremos aquellos días y no Casablanca, ni lo de anoche.
RICK: ¿Acaso tuviste miedo de enfrentarte con la vida que yo podía ofrecerte, huyendo de la policía, huyendo, huyendo siempre?
ILSA: Si lo prefieres, puedes creer eso.
RICK: Bueno, ya no tengo que huir más. Me he establecido, sobre un tugurio, es cierto, pero si quieres venir, te estaré esperando (…). Algún día mentirás a Laszlo y volverás.
ILSA: No, Rick, porque Victor Laszlo es mi marido. Y lo era ya… cuando estábamos en París.
Casablanca. Michael Curtiz (1942).