Revista Cine

Diario de Rodaje: "El Bosc" de Oscar Aibar (parte I)

Publicado el 21 junio 2012 por Fimin

21 de Junio del 2012 | etiquetas: Montecarlo, Diario de Rodaje Twittear diario-de-rodaje-el-bosc-de-oscar-aibar-parte-i

Una familia del Matarraña (Bajo Aragón) esconde un secreto ancestral: cerca de la masía donde viven aparecen unas misteriosas luces, un fulgor sobrenatural que se hace visible dos noches al año, entre la maleza de un extraño bosque. Según la tradición familiar las luces son una puerta a otro mundo, de donde nadie vuelve al cruzarla y esconden su existencia a los habitantes del pueblo mas cercano. Y no, aunque lo parezca, no hablamos de la hipotética secuela de "El Laberinto del Fauno", más bien, de la sugerente carta de presentación de "El Bosc", la nueva película de Oscar Aibar basada en un cuento fantástico de Albert Sánchez Piñol y protagonizada por Alex Brendemhül, Pere Ponce y María Molins, cuyo rodaje ha tenido el privilegio de visitar nuestro habitual colaborador Montecarlo con el objetivo de brindarnos un magnifico diario de rodaje que nos sirve de inmejorable antesala a su próximo estreno en el Festival de Sitges.

Buenas historias para malos tiempos

26 de mayo de 2012

Abro la página de Facebook y leo:
“Hoy ha terminado el rodaje. Feliz por lo conseguido, agotado hasta la médula por el esfuerzo y también triste por las despedidas.” Bajo el texto, esta imagen.

Es “El Coixo”, al que el actor Pere Ponce le ha prestado su cara y su voz. El autor del texto es Òscar Aibar, el director de la película. Es un mensaje lacónico, aunque claro y contundente, en el mejor estilo Aibar. Su ya extensa trayectoria (del guión a la dirección, del cómic al cine) está marcada por una constante: Óscar Aibar es, ante todo y sobre todo, un narrador.

8 de mayo de 2012

El cielo es de un azul perfecto. Conduzco en solitario. Dejo atrás la autopista, tomo una carretera nacional y luego una comarcal. Los coches desaparecen. También las líneas de la carretera. Reduzco la velocidad y disfruto del paseo. Sigo las indicaciones de un mapa que detalla a la perfección dónde girar y dónde no hacerlo. ¿Destino? La localización principal de “El Bosc”.

Se acabó el asfalto. Subo por un camino de tierra, entre bosques y viñedos. A lo lejos, entre el verde y el marrón omnipresentes, destaca una masa gris parecida a un viejo bunker. Consulto el mapa: Depósito. Eso es, un enorme depósito de agua. Sigo el camino. Y sigo, y sigo.

La pista forestal se estrecha y los árboles crean sombras misteriosas sobre el suelo y el capó del coche. Las curvas apenas dejan ver unos metros por delante. Reduzco todavía más la marcha. Ya no estoy en España. Ni en ningún lugar que aparezca en los mapas geopolíticos. Estoy en el territorio del cine, en ese espacio imposible donde se construyen los sueños.

Una última curva me descubre lo que, sin duda, es la entrada al set. Un montón de coches y furgonetas están perfectamente alineados en una explanada que hay tras un pequeño muro natural. Aparco, tomo un buen trago de agua y me apeo. Es mediodía. Hace calor.

Alguien se acerca hacia mí. Sombrero, barba y gafas de sol. Calzado de montaña. Saludo y me presento: “Montecarlo, vengo a ver al director”. El vigilante intercambia unas palabras por el walkie y me deja vía libre. Soy un intruso con autorización, un ser privilegiado, un visitante ocioso en un lugar en el que el ocio no existe. Esto es un rodaje de cine.

Avanzo por un sendero hacia una masía, una casa de campo típica de Cataluña y el bajo Aragón. Resulta imposible determinar cuántos años tiene. Podría haber estado aquí desde siempre. Un gran toldo negro cubre la entrada. Frente al edificio, en una depresión del terreno, un habitáculo más pequeño (un cuarto de herramientas) y un pozo, tan antiguos como la casa. O eso parece. Más adelante tendré ocasión de comprobar que el pozo, pese a lo que indica su apariencia, no es tal. Es parte del trabajo de ambientación del equipo artístico que lidera Irene Montcada.

Recuerdo mi visita al rodaje de “El Gran Vázquez”, y la emoción al pasearme entre los decorados construidos en la Ciudad de la Luz. Los nombres se repiten. También fue Irene la encargada de recrear la mítica oficina de la Editorial Bruquera, el ático de 13 Rue del Percebe y los demás espacios que aparecen en el film. Sin embargo, aquí las cosas son muy diferentes. Estamos en el rodaje de una película de cine fantástico que transcurre a principios de la guerra civil española. Óscar Aibar vuelve al género, a la mezcla de géneros, lo que en su caso también es recurrente. Western y ciencia-ficción, franquismo y platillos volantes, guerra civil y… Lo importante, como nos decimos cada vez que nos vemos, es “contar buenas historias”. Y ésta lo es.

Frente a la casa, el pozo y la barraca, hay una gran explanada de tierra, arada en círculos. Por momentos me recuerda a esas formas tan perfectas como inexplicables que aparecen en los campos de trigo de lugares recónditos, y que algunos atribuyen a visitas extraterrestres. Es una imagen simple que se te queda grabada con facilidad. En medio del campo se eleva un pequeño montículo con un grupo de árboles, una isla verde en medio del mar de tierra. Y al fondo, el bosque.

Me dirijo hacia allí. Otro asistente (gafas de sol, gorra, walkie) se acerca hacia mí y me recibe. Móvil apagado, nada de ruidos… instrucciones habituales a cualquier recién llegado a un rodaje, pronunciadas con firmeza y amabilidad, como un policía leyéndote las advertencias Miranda (“tiene derecho a permanecer en silencio…”). Ya lo había previsto. Sonríe y señala hacia una carpa negra.

Hay mucha actividad en las inmediaciones del lugar. Un toldo y algunas sombrillas protegen del sol a parte del equipo. El resto se mueve con rapidez alrededor del montículo, y más concretamente del equipo de cámara. Observo la situación y respiro el aire de eficacia y esfuerzo: esta gente lleva desde las ocho de la mañana trabajando, aguantando el ascenso del sol y las temperaturas sin que su ritmo decaiga. Cualquiera que haya asistido a un rodaje sabe que hay muchos tiempos muertos, pero también sabe que en realidad sólo aparentan serlo. Cada uno tiene su tarea y debe estar dispuesto a intervenir cuando se le requiere, lo que sucederá en un momento u otro, según su cargo. Mientras, eso sí, espera. Un buen equipo de rodaje es como un pequeño ejército bien entrenado, una máquina engrasada y en perfecto funcionamiento. Y éste lo es. Cada uno es responsable de una parte del conjunto. Todos, absolutamente todos, están al servicio de la película. El primero, el director.

Espero a que el equipo de cámara y eléctricos se enfrasquen en la iluminación de un nuevo plano para acercarme y saludar. Óscar está sentado detrás del combo, aparentemente tranquilo, aunque atento a todo. Bromea de vez en cuando, inyectando dosis de humor para que el ánimo no decaiga. A su lado, como una sombra, otro miembro habitual en sus rodajes: Marieta Torrent. Marieta es la Script que todos querríamos tener: seria, observadora, detallista, organizada… Toma nota del más mínimo detalle en su cuaderno de rodaje, en su cámara de fotos o en su memoria. O en los tres sitios a la vez. También actúa como frontón: pregunta o escucha al director antes de una toma y al preparar una escena. Es la voz de la conciencia y el espejo en el que el Óscar se mira.

Me presentan a Ramón Vidal, socio de Fausto Producciones. Hoy se ha escapado de la oficina, de las llamadas telefónicas y de las mil tareas propias del cargo para acercarse a ver cómo marchan las cosas. Aunque no suela estar presente en los rodajes, sin él nada de todo esto sería posible. El productor, como todos, se debe a la película.

Hablamos de los informativos y la prensa. España está en crisis, el cine español está en crisis… aunque todo eso no sea muy noticiable. Ayer vino un equipo de Televisió de Catalunya a cubrir el rodaje: ¡justo el único día que llovió!. El fin de semana anterior un diario de tirada nacional publicó una nota algo confusa, en la que se consideraba a “El Bosc” una película “grande”. Reflexiono en voz alta: si, como creo, la noticia se refería al presupuesto, difícilmente debe serlo: se rueda en seis semanas, con calidad de cine pero a ritmo de tv-movie. Si se refiere a la grandeza de la historia, estamos de acuerdo.


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