Revista Salud y Bienestar

Diario de un trasplante: La operación

Por Ana46 @AnaHid46


Diario de un trasplante: La operación

Eva, bajando al quirófano

A pesar de haber pasado ya un mes de la operación, aún la tengo muy presente.
Al final me bajaron a quirófano casi a las once de la mañana y salió la asistente del cirujano jefe a recibirme junto con la anestesista y la enfermera.
Me iban a dormir ahí mismo en la antesala de quirófano pero, Irene, la asistente del cirujano jefe quería que supiera que ya habían terminado con Johan y que le estaban cerrando. Que estaba fenomenal y ya le iban a subir a cuidados intensivos. Que el riñón se veía estupendamente y que todo había salido muy bien.
Recuerdo que pensé en mi familia y mis amigos, esperando fuera. De los que me acaba de despedir y mis dos hijos.
Bajé en el ascensor caminando a quirófano con una almohada entre mis manos y una sonrisa llena de ilusión pero algo preocupada por cómo había ido todo con mi marido, el donante. Y a continuación recuerdo que pensé, “genial, está todo bien con él, ya está todo bien”.
La anestesista me dijo que pensara en algún lugar o vacaciones que fuera un recuerdo feliz y me acordé de nuestras visitas a bucear en nuestro coral favorito y los peces de colores del caribe de cuando vivíamos en la República Dominicana, y no tardé ni un minuto en quedarme dormida. Eran entonces las 11 de la mañana.
A las 4 y media de la tarde recuerdo que se acercó Irene de nuevo a mi cama, estaba en una sala con enfermeras y monitores por todos lados y apenas me estaba despertando. Sentí que me estaban haciendo una ecografía justo antes de que ella viniera y de repente me dijo con muchísimo cariño:
“-Eva, parece que hay un problema, y tenemos que meterte de nuevo a quirófano. ¿Está bien, estás de acuerdo?-” Miré al reloj y recuerdo que pensé que habían pasado muchas horas cuando me habían dicho que la operación debía durar un par de horas. Y le dije: “Supongo que si hay que volver, hay que volver” Y me durmieron de nuevo.

Cuando me desperté al fin, estaba con respiración asistida con una máquina de oxígeno y una máscara que casi me cubría toda la cara y hacía muchísimo ruido y recuerdo que no quería despertar, estaba agotada y no terminaba de ser consciente de dónde estaba ni qué había pasado. El reloj marcaba las 11 de la noche y las dos enfermeras que tenía junto a la cama se decían una a la otra que no respiraba y que no quería terminar de despertar. Eso fue como un toque de atención y pensé, claro que estoy despierta… y por más que quería respirar con la máscara aquella era muy complicado… y la enfermera dale que te pego, a decirme que inspirase y expirase y que no parara.
Recuerdo que pensé, ya que no recordaba la conversación de las 4 y media aún, en cómo era posible que me hubieran metido a quirófano a las 11 y fueran las 11 de la noche y me estuviera despertando.

Fue entonces cuando decidieron, media hora más tarde, subirme a cuidados intensivos, a una cama junto a mi marido que se estaba tirando literalmente por las paredes. Y en la cama me pasaron por el pasillo junto a los ascensores y recuerdo a mis hijos, mi suegro, mi madre y hermana y una familia de amigos que estaban esperando, recuerdo sus caras, como de angustia y a la vez alegría de verme, al fin, pasar delante de ellos camino de cuidados intensivos. No olvidaré jamás la cara de mi mamá.
Una vez junto a mi marido y a pesar de la máscara para respirar pude ir descubriendo lo que había pasado. Al parecer a él no le habían querido decir nada para no preocuparle y eso había sido peor. Su cara a pesar de los dolores por su propia operación y estar medio dopado con morfina fue lo mejor, el verle y saber que estábamos juntos de nuevo. 

Diario de un trasplante: La operación

Eva, juntos a sus hijos, en
 cuidados intensivos

Cuando dejaron entrar a mi mamá y mi hermana a vernos antes de marcharse a casa por unos instantes, ninguna de ellas me dijo que estaba muy hinchada y daba miedo verme. Tampoco me dijeron hasta el día siguiente que había “cogido” durante la operación 7 kg.
Sorprendentemente sólo usé tres veces el botón de la medicación inyectada de morfina y calmantes ya que la herida en sí no me dolía, lo único que me costaba mucho respirar y estaba agotada. No logré apreciar hasta días después la sonda y lo maravilloso que es que la orina o ir al baño no sea una preocupación durante esos instantes.
Apenas pude dormir, pero ignorante de todo lo que había pasado durante la operación, descansé. Despertar junto a mi marido y poder cruzar un par de palabras fue una de las mayores alegrías, al igual que lo fue que le dejaran cuatro días a mi lado después de la operación y solo le bajaron a planta el día antes de darle el alta.

Eva Palomeque


Ana Hidalgo


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