Revista Cine
DIÁSPORA. GREG EGAN.
Es lo más genuinamente hard del panorama actual y lo digo refiriéndome a lo que se ha publicado últimamente, con permiso de Peter Watts y su Visión ciega, consciente de las diferencias notables entre las dos.
Es cifi "muscular", je, je, pletórica de requisitos culturales para entenderla.
Bonito panorama, según se mire, claro, nos pinta aquí Míster Egan. Nada podría ser más atrayente para algunos (solo algunos, je, je) amantes del conocimiento y de la estética, las ciencias, las artes, etc, que poder dedicar toda una larguísima vida a investigar y acumular saber. Además de ello, dispones de acceso inmediato y de calidad a toda la cultura producida así como de asistentes de simulación avanzadísimos, para ayudarte a dar forma a lo que piensas y que el placer pueda ser total y absoluto. Para rizar el rizo, tu mente recibe de vez en cuando “actualizaciones”, para estar al día de todo lo que se cuece.
Lo malo es que, ay, dios mío, ya no eres una “persona” o, como mínimo, no lo que se suele entender por tal. Eres, más bien, el descendiente lejano de las mismas, una entidad generada por software. Y uno muy particular, por cierto, programado para generar autoconsciencia y sensación del YO o, al menos, así lo llaman. Y ya no vives en una ubicación física corriente sino que eres “ejecutado” por un sistema operativo, el mismo que corre por una estructura de nodos situados bajo tierra, denominados Polis. Nada, por tanto, de carnes trémulas para palparlas, pero siempre puedes simular tal sensación, faltaría mas.
Estas criaturas soft adquieren verosimilitud por el despliegue técnico y detallista que emplea Egan para describirlos, por los tremendos artificios léxicos y conceptuales que te hace tragar sin desmayo y sin la menor piedad con los débiles.
En este sentido, es quizá el autor que mejor trabaja el tema. Y a estos seres hechos de bits los convertirá en exploradores del Universo e, incluso, del multiverso. Interactuarán brevemente con seres de carne y hueso y otros parecidos a androides, pero la epopeya del relato les pertenece a ellos por entero.
Ante un desastre inminente y armados con todos el conocimiento posible de la física, véase en este sentido la reseña de Instan, pej, que el autor te recita con entusiasmo y sin clemencia, eludirán casi todo cuestionamiento metafísico acerca de ellos mismos y se lanzarán tras una superraza extinta. Digo lo del cuestionamiento, porque emplean este como reflexión meramente operativa, aquí la introspección prima poquito frente a la presión de lo que se “vive”.
Los transportará una inventiva autorial tremenda, que les lleva incluso a entrar en una universo con cinco dimensiones espaciales, si mal no recuerdo, experimentando aquello del planilandés vuelto del revés y perdón por el chiste facilón. La pirotecnia conceptual, técnica, terminológica, etc, es apabullante, como no podía ser menos, corriendo pareja con la falta de definición general de los personajes, cosa que en esta ocasión no me ha importado demasiado, ocupado como estaba en no perderme las especulaciones.
En esta ocasión, lleva más lejos que nunca las posibilidades de editar y de clonar las mentes en software que ya empleaba en Ciudad Permutación, aunque aquí de esto no se derivan perplejidades existenciales. Más que por crear desazón metafísica, elige decantarse por el espíritu de Stanley, Livingstone y Tsiolkowsky, (doquiera que vaya el “hombre” tendrá una “casa” y todo eso) entorpecido, ay, por las erratas editoriales traidoras.
Un saludín desde mi disco duro.