Preparando tu regalo de hoy, las más de cuarenta cartas que te he escrito recuperando textos que te he dedicado en tus dieciocho años, me encontré con un montón de historias y anécdotas que no recordaba, como cuando me dijiste hace unos años: «Mamá, ¿te das cuenta de que porque hace unos años papá y tú os enamorasteis yo tengo que ir ahora todos los días al colegio? Me parece injustísimo». A mí también me lo parecía, puedo decírtelo, pero sobre todo es que estaba harta del colegio. Ha sido un año cansadísimo, agotador, pero ya, por fin, se acabó para siempre el colegio en nuestra familia.
«Mamá, quiero ser una mujer culta». Éste era uno de tus propósitos al volver de Estados Unidos el año pasado y nos hemos empleado a fondo para conseguirlo. Hemos ido al teatro casi cada mes, exposiciones, espectáculos, documentales, charlas y Rousseau, sobre todo Rousseau. El pensador ginebrino es ahora una constante en nuestra vida: hablamos de él en el desayuno, en la comida, en la cena, y fue uno de tus objetivos cuando fuimos a París: ¡dos veces tuvimos que ir a su tumba! Además, te cayó en la EBAU porque, además de querer ser una mujer culta, este año has sido una mujer con mucha suerte. Quiero dejar escrito aquí, para que no se nos olvide, que aprobaste matemáticas en la EBAU a pesar de que tu respuesta a un problema del examen fue 248,5 buñuelos. Tu hermana María casi se ahoga de la risa en la cena cuando nos lo contaste.
El año pasado empecé tu post diciendo que estabas feliz y que en algún momento no estarías feliz; pero no sabía, como tu siempre dices que no sabemos, que esos momentos tristes te llegarían poco después, muy poco después y que se me partiría el alma viéndote sufrir, sabiendo que se te pasaría pero siendo incapaz de transmitirte esa sabiduría, la tranquilidad que da saber que lo que te estaba pasando se terminaría más pronto de lo que creías. Me costó que creyeras que ese «vas a estar bien» era de verdad, que iba a ocurrir. No sé casi nada de tu futuro, pero esto sí lo sabía.
Y ocurrió. Estás feliz, en breve empieza tu etapa universitaria y estás pasando el verano de tu vida. El caminito de recuerdos que he recorrido estos días preparando tu regalo me ha hecho darme cuenta, una vez más, de que lo que no se apunta se olvida; así que quiero dejar aquí apuntado que durante todo este año mantuviste el suspense sobre lo que ibas a estudiar. «No lo sé todavía, es un problema de Clara del mes de junio y estamos en febrero». «Que no lo sé. No lo he pensado. Es un problema de Clara del mes de junio y estamos en abril». «Que no lo sé. No lo he pensado. Es un problema de Clara del mes de junio y estamos en mayo». Ahí recuerdo que te dije: «Yo creo que ya va siendo hora de que le demos un empujón al tema para que Clara de junio no se encuentre con este problema de sopetón».
«Mamá, desengáñate. No voy a estudiar Historia, Filosofía o Arte. Voy a matricularme en Gestión Aeronáutica». Otra sorpresa, otro fuego artificial, otra estrella fugaz, otro fuego fatuo que me pilló por sorpresa. ¿Qué es Gestión Aeronáutica? Lo descubriremos, supongo, en breve.
En la cita que he puesto encabezando este escrito Ethan Hawke explica la increíble emoción que supone ver como tu hijo, tú en este caso, se convierte en un adulto con pensamientos, ideas y creencias propias. Así es: verte echar a andar, empezar a hablar, a leer, a escribir o a ir sola al colegio fueron grandes momentos, pero fueron algo puntual: un día no sabías andar y al día siguiente corrías. Lo de ahora es diferente: has llegado a los 18 años y cada día contigo es un aliciente. Nunca dejas de sorprenderme y tienes el mismo efecto en tu hermana, en tu padre, en tu familia y amigos. No te acabas nunca y, como dice Ethan, es como ver la aurora boreal o una lluvia de estrellas fugaces. Estar contigo me enfrenta a lo incomprensible, a lo inconmensurable de tener un hijo. Os lo he explicado a ti y a María varias veces pero lo repito: cuando uno tiene un hijo cree que sabe cómo será, cree que podrá moldearlo, darle forma y sustancia y, después, aprende que estaba equivocadísimo, que eso no se puede hacer. Un hijo es una persona independiente al que podrás enseñarle algunas cosas (entre las más importantes: modales, educación y a saber que no se dice «delante nuestro») y otras no (a colocar el rollo del papel higiénico) y con el que podrás compartir con suerte algunos de tus gustos o aficiones, pero no todos. Aprendes también que el amor que se siente por un hijo, por ti hoy, crece con los años: cuanto más difícil es quererlos, más se les quiere. Esto no es una señal para que te aproveches y te vuelvas insoportable.
«Se le pasa la fresa» cuando querías decir que a alguien «se le pasa el arroz». «Yo cocino y tú limpias mis ensucios». «Mamá, me ha encantado Barbie, he salido feliz de ser mujer y pensando que la vida es maravillosa y si a ti no te ha gustado es que no la has entendido». Frases, conversaciones, ideas, que me persigas por casa cuando te aburres para que te cuente cosas, tus «mamaaaaaaaa» en el whatsapp que sé que siempre vendrán seguidos de una petición.
Me encanta estar contigo. He aprendido tantísimo viéndote crecer y acompañándote que no puedo esperar a ver que descubrimos este año juntas y cómo me asombras.
Gracias por el asombro.
Feliz cumpleaños, princesa pequeña.