Revista Deportes
Ya en el partido contra el Real Madrid, Carles, el león, había hecho una jugada maradoneana arrancando de cinco y gambeteando en recto hasta la media luna del área donde pasó la pelota no recuerdo a qué compañero. Ayer, en el partido contra el Valencia, hizo la pisada de Maradona a los ingleses, y por si no la hubiéramos visto bien, la repitió un segundo después. Y ojo, sin darles nada de tomar a los jugadores del Valencia.
Me asombré un poco cuando le escuché decir a un periodista argentino que Puyol era el Ruggeri del Barcelona. Bastante errado aserto, como acostumbran a exponer los periodistas del fútbol argentino. Primero porque Ruggeri pisaba la pelota cuando quería caerse, segundo porque pese a ser un muy buen marcador y cabeceador, Ruggeri tenía grandes dificultades tanto en el control de la pelota como en la resolución de las jugadas. Basta recordar el malambo que bailaba encima de la pelota antes de acomodarse para dar un pase corto.
Puyol, por el contrario, rara vez erra un pase, marca muy bien, cabecea muy bien, y controla a lo sumo en dos tiempos. Además, le pega muy bien a la pelota, tiene una rudimentaria pero eficaz habilidad para sacarse a un hombre de encima, recordarán que empezó su carrera como lateral por derecha, y aunque juega fuerte e impone respeto, no tiene la mala intención que caracteriza a Oscar Ruggeri quien todavía hoy expone sobrada jactancia al recordar las patadas que solía pegar a los rivales.
Me imaginaba a Ruggeri en este Barcelona y no pude concluir en si el equipo de Iniesta mejoraría el rendimiento del cabezón o si el cabezón empeoraría el juego del Barcelona. En cualquier caso, y reparando en un viejísimo chiste malo, a Ruggeri y a Puyol los une el Crack. El Crack que es el defensor catalán, y el Crack que decían los huesos de los rivales toda vez que Ruggeri les acertaba el malintencionado golpe. Por cortesía, reírse, y por gusto, insultar.