Hoy les traigo a Diego Barragán, tiene 14 años y es de Perú. Sus géneros favoritos son Fantasía espada y Planeta, Terror, Horror, sus libros favoritos son WYRM, La Semilla de la Traición , El Señor de los Anillos, Fuegos de Merlin y Alas de Muerte.
El Fragmento que les traigo es parte de su novela La Daga de la Noche, del género distópico.
- Fragmento:
Como los cuentos de aquellos ángeles que lucharon hasta la muerte solo por defender a una princesa que solo vivió para saborear la muerte en sus labios, no sé si explicarlo como aquella rosa blanca, que fue decapitada por llorar hasta su propia alma… No sé si mentirte con palabras o con golpes; después de todo: no lo entenderás. Mi vida estaba firmada con una simple sonrisa; pero de un día para otro: aquella sonrisa se convirtió en sangre. Me encontraba sola; en aquel mismo carril de tren que fue usado para el último transporte de niños y niñas. Cientos de personas han intentado subir al tren y escapar de la ciudad: nadie lo ha logrado. Y solo aquel que lo ha logrado y ha sido pillado, lo han arrojado donde solo la desesperada ignorancia puede arrojar: al basurero. Yo caminaba en aquel carril de escape, esperando a que el viento que movía mi cabello y golpeaba mis crudos recuerdos del ayer, me reconfortara. Me puse a pensar en el clima gris y frío que hacía en aquel día; no sabría decirlo con exactitud, aquel día ocurrió algo nuevo: me encontré un pan a medio morder tirado casi saliéndose del carril. ¡El desayuno!-¡Vaya -exclamé, dejando un crudo eco a mis alrededores-, ya encontré un desayuno asquerosamente decente! Me arrodillé con velocidad y cogí el pan como si fuera una joya; mis ojos brillaron al tan solo tocar su durísima y aparentemente rocosa masa. Parecía como harina convertida piedra. Suspiré con felicidad y me incorporé sin dejar de maravillarme con aquel manjar de los dioses que tenía entre manos. Sonreí y me llevé el pan a la boca, intenté masticarlo pero solo un espantoso crujido acompañado con un dolor de dientes acudió en respuesta a mi hambrienta mordida. No me importó y me conformé con tener algo que no sea saliva en la boca. Me comportaba como un perro con su hueso de hace más siglos que estaba enterrado. Aquel pan era un manjar envidiado por todos, para aquellos tiempos tan oscuros y crueles para mi país.Continué mi caminata por el carril, sintiéndome aliviada de que aquella niebla me impidiera ver la muerte y la destrucción que me rodeaba. Todo parecía totalmente tranquilo aquella mañana. Pero algo interrumpió mi aparente paz: disparos y gritos.Gritos de terror cansado se escucharon a no muy lejos de mis espaldas. Volteé abruptamente e intenté ver lo que ocurría tras la niebla. Al no poder ver nada y al seguir escuchando aquellos disparos, solo me dispuse a correr con todas mis energías posibles hacia mi destruida casa. O si así se le puede llamar a un techo partido a la mitad con las paredes casi quemadas y agujereadas por todas partes. Corrí y dejé que mi lengua tuviera un encuentro nervioso con aquel pan durísimo que todavía tenía en mis labios. Los gritos parecieron detenerse luego de que yo escuchara con un común escepticismo como unos cuerpos se desplomaban en el destruido y ensangrentado piso de cemento de las calles. Supuse lo que en aquellos oscuros tiempos se suponía a cada segundo: muerte. No tuve piedad de nadie más que de mi pan. Corrí, hasta introducirme en la propia niebla. Observé como las casas estaban destruidas, quemadas o perforadas… Quizás con algún otro daño que hacía a cada casa única. El ambiente olía a muerte y horror; habían muchísimos charcos de sangre que adornaban cruelmente las calles, mientras que los semáforos funcionaban irónicamente. Cuerpos de personas muertas con alguna herida no faltaban; pero cada día eran cada vez menos. ¿La razón? Fácil: las ratas o los perros se los comían. Bueno; tengo que admitir que yo también me he comido a un indigente. Si. He canibalizado. ¿El motivo? La única comida que sobra aquí son ratas; panes duros o cualquier fruta podrida que puedas encontrar.El país está totalmente conquistado por un grupo de Hackers informáticos que crearon solo un virus letal que bastó para que todas las computadoras de grandes empresas crearan caos entre sus propios datos. Y junto con los Hackers vinieron los R-N, un nuevo país. Nos han conquistado: Pral, mi país, fue cruelmente conquistado y destruido por el imperio militar de R-N; que normalmente se llama: Reino Nuevo. Ahora somos sus inmundos, sucios, asquerosos y pobres esclavos. Y en algunos días; ocurren las corridas. No de toros. Corridas de humanos. Los soldados de R-N se divierten cazando a mis compatriotas y cuando encuentran a uno, sea niño, adulto e incluso anciano: simplemente lo matan a balazos o lo golpean hasta matarlo. Sin más ni menos. Aquel que se atreva a defender o a defender a otros es capturado y cruelmente torturado: incinerado lentamente o azotado durante minutos. O según le convenga al jodido soldado.Mi corazón empezó a latir aceleradamente; casi parecía un tambor, solo lo que menos me suponía ocurrió y me paró los pelos de punta: unas balas perforaron la niebla y casi todas parecían haber fallado su único e indefenso blanco: Yo. Volteé la mirada y un par de soldados de uniforme blanco y azul me apuntaron con sus armas; saliendo a paso lento de la niebla y mirándome con sus robóticos y muertos ojos.Uno de ellos me dijo solo algo que me dejó con el alma en la lengua y los nervios en las lágrimas:-Entréguese o muera. No supe que responder. El latido de mi corazón me impidió pronunciar algo. Me puse nerviosa y mis piernas temblaron. Titubeé tanto que intenté echarme a correr, así lo intenté; pero tropecé y caí de espaldas.Intenté entregarme; pero un miedo me invadió, un miedo espantoso acompañado de una parálisis del habla. Ambos soldados vieron mi mirada y solo cargaron sus rifles y apuntándome a la cabeza con ellos. Ambos respondieron a la misma vez, mientras jalaban los gatillos de sus armas:-Muera.