Revista Diario
Después de la polvareda que trajo consigo el fenomenal discurso de nuestra Presidenta el pasado jueves, cabe destacar algunas cuestiones que no tienen mucho que ver con las especulaciones e intrigas palaciegas a la que muchos medios se hicieron eco.Es increíble el grado de expresividad y claridad que han alcanzado los discursos de Cristina, cuando aún era candidata a presidenta, era moneda corriente escuchar criticas (con un alto grado de sexismo incluso) con relación a su enorme oratoria: que era “fría” y “pedante” por un lado, mientras que otros ubicaban la critica por el lado de que quería imitar a Evita. Lo cierto es que tenemos que estar orgullosos de semejante referente nacional, a la que cualquier ciudadano puede tener acceso a la comprensión de su mensaje. También tenemos que agradecer por la historia póstuma, porque gracias a su claridad nos vamos a ahorrar de conocer verdaderos adefesios de análisis discursivos como en los que se dedicaron a currar Eliseo Verón y Silvia Sigal. El mensaje de Cristina es sumamente pedagógico y aunque parece una obviedad, siempre tiene un destinatario. Esto último se contrasta claramente con el estilo de otros políticos, siempre tentados a emitir titulares y palabras vacias de sentido. Son personajes creados por asesores de imágen y marketineros que con el objeto de llegar a todos, producen la descosificación del destinatario. “Sos Bienvenido”, “Yo soy usted”, “los vecinos”, “Vamos”, “Sigamos”, enunciados que no sólo aparecen en afiches de campaña sino que los propios candidatos utilizan en abuso. Obviamente, el mejor ejemplo para contrastar es el de Mauricio Macri, porque al igual que Cristina, están en funciones ejecutivas (en caso del Pro debería o en teoría está) por ende pueden dirigir su discurso a los hechos concretos, no tendrían que partir de una idealización. Sin embargo, el discurso de Macri parte de una teatralización que busca remediar las falencias del mensaje oratorio que por cierto nunca se realiza como un político en actuales funciones ejecutivas, como si fuera un negador de la realidad. El discurso de Macri es hijo de la sobremodernidad, del no-mensaje o al menos del mensaje vacío y edulcorado: se centra en el impacto visual, no importa lo que se dice, importa la presentación, los globos, los disfraces, que el tipo abrace a un "negrito" en el camino, que abrace a su mujer embarazada, etc.La otra gran diferencia es la coherencia entre la praxis y la teoría política. Mientras que por un lado la oposición se hace y deshace en alianzas, donde las convicciones quedan relegadas y puestas en evidencia ante todos con un descaro inusitado, Cristina ordena su movimiento, advierte las depuraciones hacia los tibios y los oportunistas. La aparición de Nestor y Cristina reflejan el cambio de un paradigma: el regreso de la política como elemento de transformación social y la visualización de las demandas sociales.