Revista Ciencia

Dinosaurios acuáticos

Por El Ojo De Darwin

 

Dinosaurios acuáticos

Los reptiles marinos mesozoicos NO SON dinosaurios.

No, al decir dinosaurios acuáticos no me estoy refiriendo a los ictiosaurios y los plesiosaurios, que ni siquiera son arcosaurios, por mucho que la gente los confunda con dinosaurios marinos. Me estoy refiriendo a los dinosaurios en sí, pues a pesar de que son animales terrestres por definición, hay teorías que sugieren que algunos grupos tuvieron estrechas relaciones con la vida acuática.

Los saurópodos son, históricamente, quienes más veces han sido sugeridos como dinosaurios acuáticos. Prueba de ello es el género Cetiosaurus, del cual Richard Owen dijo que se trataba de una especie de cocodrilo gigante, y no un dinosaurio. Por suerte, este error fue corregido en 1869, pero no por ello se dejó de ligar a los saurópodos con la vida acuática.

 
El extremo peso de los saurópodos debería ser muy molesto para los pobres animalitos, ¿por qué no iban a vivir en el agua para llevar mejor ese sobrepeso? En el coito, por ejemplo, es posible que un pobre saurópodo debiera soportar su peso y el de su compañero, ¿sería posible esto en tierra? Por otra parte, la débil dentadura de los saurópodos (en comparación con ornitópodos y ceratopsios), ¿sería suficiente para arrancar y triturar suficiente vegetación como para alimentar a su colosal poseedor? ¿Por qué no iba a vivir en el agua para tomar la vegetación blanda de la vida acuática?

Y por último está su cuello, ¿no sería fantástico para dejar la cabeza por encima del agua? Y en el caso del Brachiosaurus ya es la repera, pues las fosas nasales están ubicadas en su cresta, el punto más alto del Brachiosaurus, ideal para vivir en aguas poco profundas.

Dinosaurios acuáticos

Brachioasurus, ¿dinosaurio acuático?

Pero la respuesta parece ser no, no y no. En primer lugar, los saurópodos disponen de numerosos mecanismos en su estructura ósea para aligerar peso (como los extensos pleurocelos de sus vértebras y sus huesos neumatizados), y si vivieran en el agua, no servirían para nada. Si bien la dentadura de los saurópodos puede parecer débil cumplía perfectamente su función, deshojar las ramas de vegetación con sus dienets en forma de cincel, pero no triturarla, pues de esto se encargaban los gastrolitos (piedras estomacales) que los saurópodos almacenaban en su estómago, y que ayudaban a éste a triturar y desmenuzar la vegetación lo máximo posible. Además, el largo intestino de los saurópodos asimilaría todos los nutrientes necesarios.

En el caso del alargado cuello, se usa evidentemente la teoría de que éste servía para lo más obvio, acercar la cabeza a la vegetación alta a la que otros dinosaurios no llegaban. La prueba definitiva de que los saurópodos no podían tener una vida anfibia es que sus pulmones no habrían aguantado la presión a la que la profundidad les habría sometido.

Pero el caso aún no está cerrado, un rastro de huellas de Tejas descubierto en los años 30 es verdaderamente escalofriante. En el rastro se observan pisadas de las patas delanteras de un saurópodo, en efecto, sólo las delanteras. La única solución a este enigma (aparte de que misteriosamente se hayan borrado las huellas de sólo las extremidades traseras) es que el saurópodo en cuestión se desplazara por el agua, dando golpes en el suelo con sus patas delanteras. Esta prueba afirma entonces que ocasionalmente sí pudo haber una ligera conexión entre saurópodos y vida acuática, pero no quita que fueran principalmente terrestres.

El otro gran grupo que vamos a revisar son los hadrosáuridos, o dinosaurios de “pico de pato” (esto promete). Los hadrosáuridos tienen características que les relacionan completamente con la vida acuática, que son principalmente los pligues de piel entre los dedos de sus manos y los largos cheurones de la cola, que la convertían en una enorme aleta para propulsarse en el agua. Sus crestas, en cambio, son una característica que por mucho que haya sido propuesta cientos de veces como estructura acuática, no termina de cuajar.

Dinosaurios acuáticos

Cladograma (árbol genealógico) de los hadrosáuridos. Crédito: Wikipedia.

Hace tiempo se sugirió que las crestas, por ejemplo, podían servir como tubos respiratorios, aunque es algo bastante absurdo ya que las crestas no se habrían más que por las fosas nasales. También podrían haberse usado como reserva de oxígeno, aunque comparado con el tamaño que deberían tener los pulmones de los hadrosáuridos, la cantidad de aire almacenado sería insignificante.

En cuanto a sus mandíbulas, no son precisamente débiles, de hecho podrían ser las más eficaces mandíbulas herbívoras de entre todos los dinosaurios. Las baterías dentales de los hadrosáuridos se formaban por cientos de dientes que formaban una hoja cortante con la que se desmenuzaba la vegetación. Además, cuando se desgastaba un diente otro pasaba a ocupar su lugar en la batería. Así pues, los hadrosáuridos no son dinosaurios que necesitaran entrar en el agua a comer plantas más blandas.

Para sumar otro punto en contra de su vida acuática están los tendones osificados que recorrían su columna vertebral, y que de nada habrían servido en el agua. Sin embargo la presencia de la piel entre los dedos y la ancha cola son rasgos irrefutables que apuntan con fuerza al medio acuático, pero, ¿para qué entrarían estos dinosaurios en el agua?

Para saberlo, pongámonos en la piel de un tiranosáurido (ya sea Daspletosaurus, Albertosaurus, Tyrannosaurus…) en pleno Cretácico superior. Buscamos el almuerzo, y encontramos un saco de más de 500kg de carne pura y dura. No es muy veloz, no tiene cuernos, no tiene armadura, no tiene garras, no tiene maza. Se trata de la presa perfecta, sólo debemos acercarnos a ella con cuidado, y correr en el momento justo pero… ¿y si hubiera un lago por ahí cerca? ¿Podría un Tyrannosaurus seguir a un hadrosáurido por mar? Eso desde luego lo dudo mucho. La huida hacia alguna masa de agua medianamente profunda podría salvarle el pellejo a un hadrosáurido.

Dinosaurios acuáticos

Huir por mar, probablemente la mejor estrategia de los hadrosáuridos. Ilustración de Raúl Martín.


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