Aquí está, un ejemplar de la especie que (se supone) piensa, el Homo sapiens, dispuesto a ejercitar su pensamiento, en el ejercicio de su derecho a pensar de manera libre y sin coerciones.
De vez en cuando nos hacemos preguntas de esas que no tienen respuesta: quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos… (En ese momento nos acordamos de la canción de Siniestro Total). Parece que en ese momento preciso, esas preguntas nos traen más problemas que soluciones, y lo más fácil es olvidarse de esas preguntas y seguir con la cotidianeidad de nuestras vidas.
Pero, de repente, te vuelven a asolar esas preguntas y tratas de darles respuesta. Y de repente, como si de una dieta milagrosa se tratase, aparece la palabra mágica que ha usado (y sigue usando) el 90% (o más) de la humanidad a lo largo de su historia para no darle más vueltas a la cabeza con estas preguntas: la religión (y sus instituciones incluidas).
Ya está, que sencillo, parece que ya has solucionado tus problemas existenciales. Pues no, amigo, ojalá fuese tan fácil. Qué bonito sería creer que una mujer virgen pudiese ser fecundada mediante la acción de una paloma. O que cuando te mueras, saber que en el más allá vas a tener a un séquito de mujeres esperándote.
La Biblia, el Corán, el Talmud,… son libros de muy buena calidad literaria, eso hay que reconocérselo. Pero, ¿cómo haces para que estos libros de muy buena calidad literaria se conviertan en religiones a las cuales obedecer en sus preceptos? Pues consiguiendo que quienes tienen el poder sobre las poblaciones, utilicen el sistema de creencias que tú mismo te has inventado (lo siento por los religiosos, pero las religiones naturales no existen, todas las religiones son inventos de la humanidad, y que se inventaron porque les convenía), para ejercer el control sobre estas poblaciones, y que no pensasen en cuestionarse el sistema de poder.
Esto se puede ver durante toda la historia de la humanidad, y sobre todo a partir del Neolítico, donde empieza a haber diferenciación social, y, por lo tanto, jerarquías entre unos individuos y otros. Antes del Neolítico, existen, entre otras figuras, los ídolos y las pinturas en las cuevas, que en muchos casos tenían connotaciones religiosas, pero nada que pudiese ser un mecanismo de dominación entre individuos. Sin embargo, la existencia de elementos con connotación religiosa en esta época, hace pensar que estos individuos ya se planteaban preguntas para las que no tenían respuesta en aquel momento: cómo se produce la lluvia, cómo ilumina y da calor el sol, cómo crecen las plantas,…
Hoy en día, con los avances de la ciencia, hemos podido conocer la mayor parte de las respuestas a aquellos interrogantes que se planteaban, por ejemplo, en el Antiguo Egipto, sobre el sol o el motivo por el cual el Nilo crecía mucho en una determinada época del año. Sin embargo, esas preguntas que llamamos “existenciales” aún están sin resolverse. No creo que la ciencia sea capaz de dar respuesta a muchas de esas preguntas (o al menos no en tiempos próximos). Pero eso no es excusa para abrazar a las religiones y a las respuestas que se inventan para esas preguntas, que realmente, más que respuestas en sí mismas, son historietas de carácter moralizante que pretenden adoctrinar a las personas sobre lo que deben hacer o dejar de hacer en sus vidas, haciéndoles creer que sí, que ya han llenado su vacío existencial con estas historietas.
En vista de todo esto, me pregunto, ¿porqué no podemos admitir que no tenemos respuestas para esas preguntas existenciales? Me parece algo muy sencillo de decir y de pensar. Seres humanos, no pasa nada, no tenemos respuesta para muchas cosas, y no por ello nos creemos la primera respuesta bonita inventada por algún listo de turno.
No sé qué piensan ustedes, me encantaría escuchar su opinión (siempre y cuando sea constructiva). Lo que sí sé, es que un servidor proseguirá con su pensamiento y dándole vueltas a la cabeza por tiempo indefinido.
Simón de Eiré