Revista Expatriados

Dios, según Nishida Kitaro

Por Tiburciosamsa

Ver a un japonés hablando sobre Dios es como ver a un occidental comiendo con palillos. No hay nada en tu educación que te haya preparado para eso. Si lo intentas, te estás metiendo en camisas de once varas y hacer el ridículo es bastante sencillo. Nishida Kitaro asumió el riesgo e introdujo a Dios en su sistema. 
¿Qué cara tiene Dios cuando uno se ha educado en el zen y ha leído mucha filosofía alemana? Pues una cara bastante rara, que no reconocería uno que no hubiese leído más allá de la Biblia.
Para Nishida, Dios es “el fundamento de la realidad”, “el fundamento de una actividad infinita.” Dios es la fuerza unificadora de todo cuanto existe. Es la sola realidad del universo, es “una actividad infinita, independiente y autosuficiente.” Dios no transciende al universo, no está fuera de él, no lo crea a la manera bíblica. Pero tampoco me parece que sea correcto decir que Dios es el universo. Dios es la base unificadora que permite que el universo sea y actúe. Dios es también el fin último del universo. “Dios debe de ser el fundamento del universo así como nuestro fundamento. Cuando volvemos a Dios, volvemos al fundamento. Además, Dios debe de ser el fin de todas las cosas y ello significa también el fin de los hombres.”
En una expresión muy budista, pero que también tiene un tono muy taoísta, Nishida dice que Dios “es la nada completa” y “porque es capaz de ser nada, no hay lugar en el que no actúe”. Compárese con “El Tao es desde siempre no-acción, y sin embargo no hay nada que no haga” y “Todos los seres nacen de él [del Tao]; no tiene principio y actúa sin dominarlos.”En el caso del Tao Te Ching, mi interpretación es que el Tao porque es informe y es indeterminado puede engendrarlo todo y actuar en todas partes. Pero aquí creo que Nishida no está pensando en algo indiferenciado como el Tao Te Ching. Lo dice en el contexto de Dios como “actividad infinita”.¿Tal vez quiera decir que Dios no es ser, sino acción? 
Otro aspecto del concepto de Dios de Nishida que se me escapa es el de la personalidad de Dios. Estoy acostumbrado a la dicotomía Dios personal (el Dios del Antiguo y del Nuevo Testamento)/ Dios apersonal (lo Absoluto). De lo dicho hasta ahora, parecería que en esta dicotomía Nishida se situaría en la segunda parte de la ecuación. Y de pronto uno se encuentra con una afirmación como la siguiente: “De los fenómenos de la naturaleza al desarrollo histórico de la humanidad, no hay nada que no tome la forma de un solo gran pensamiento y gran voluntad; el universo es una manifestación personal de Dios (…) La realidad debe de ser directamente el pensamiento y la voluntad de Dios.” Este párrafo se entendería mejor si Nishida defendiese una idea de Dios semejante al Yahvé bíblico, un Dios que dice “hágase” y el universo se hace. Pero aquí estamos hablando de un Dios que no transciende al universo, de un Dios que es la actividad unificadora de todas las cosas y que, al serlo, nos llena de un amor infinito que nos hace concebirlo como personal. 
¿Cómo llegamos a conocer a Dios? Nishida niega que haya una revelación divina al estilo de la de las religiones monoteístas. Si acaso, Dios se nos revela en el funcionamiento del universo mismo. “No hay nada, desde el movimiento del sol, la luna y las estrellas afuera, hasta el funcionamiento del corazón humano en el interior, que no sea expresión de Dios. En la base de cada una de esas cosas podemos adorar la luz del espíritu divino…”
La experiencia religiosa suprema no sería la fe ni la teología, sino el misticismo. La experiencia mística permite captar las leyes que rigen el universo de manera inmediata, no mediada por la razón. “La unidad de la conciencia no puede ser un objeto de conocimiento; transciende todas las categorías de conocimiento y rechaza todos nuestros esfuerzos por darle forma, y sin embargo al mismo tiempo por medio de ella todas las cosas llegan a ser. Así lo que denominamos el espíritu divino es inescrutable en extremo y sin embargo al mismo tiempo está íntimamente ligado con nuestro espíritu. En la base de esta unidad de conciencia somos capaces de llegar a un contacto directo con la cara de Dios. Como Boehme  [un místico alemán del final de la Edad Media] dice, el cielo está en todas partes- dondequiera que te plantes, dondequiera que vayas, todo es el cielo. Y nuevamente: uno alcanza a Dios mediante las profundidades de la vida interior.”
Si retomamos las ideas de Nishida sobre la experiencia pura, vemos que es allí, donde nos desprendemos de nuestro pequeño yo, donde lo subjetivo y lo objetivo se funden, donde se produce la fusión con la unidad que está en la base del universo, con Dios. Uno sospecha que San Juan de la Cruz no habría podido estar más de acuerdo.

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