Revista Expatriados

Diosa y compañía

Por Tiburciosamsa
Hay padres que tienen hijos que siempre aparecen en casa con perritos abandonados que se han encontrado en la calle y que les han venido siguiendo. Yo tengo una mujer que siempre aparece en casa con transexuales filipinas que se ha encontrado en el Lucky Plaza y le han venido siguiendo.

Una noche llego a casa y me la encuentro charlando en la cocina con una mujer espectacular. Otro marido habría ido rápidamente al ordenador y habría gugueleado “Cómo convencer a tu mujer de que los menage à trois mejoran la vida de pareja”. Yo que sé lo que hay, me siento, saludo y el vozarrón de la mujer espectacular me indica que no iba desencaminado.

La mujer espectacular se ha autoasignado el nombre de Diosa. “¿No es un pelín exagerado el nombre?”, le comento luego a mi mujer. Su respuesta es: “Una persona a la que sus padres le pusieron el nombre de Dionisio tiene derecho a otorgarse el nombre que desee, que bastante sambenito ha tenido”.

Diosa nos cuenta su historia: “Soy el menor de cuatro y el único varón. Desde pequeñito se veía que yo era así. Mi padre me estaba pegando siempre. Murió cuando tenía 14 años y entonces me puse a trabajar para sacar adelante a la familia. Ahí sí que tuvieron que empezar a respetarme. Empecé a presentarme a concursos de belleza y los ganaba todos. Con el dinero de los premios me hacía retoques aquí y allá y a ganar más concursos.” Le pregunté dónde trabajaba. “Por ahí”, respondió. Miré por la ventana; por ahí está el atajo que lleva al supermercado. “¡Ah! ¿Eres cajera de supermercado?” Luego mi mujer me lo aclaró: “Mira cuando un filipino te dice que trabaja por ahí, es que no te quiere responder”. “¿Entonces no es cajera de supermercado?” “Te lo explicaré de esta manera: una minifalda muy corta es su uniforme de trabajo, aunque una vez está con los clientes da lo mismo que lleve uniforme o no lo lleve.” Sigo sin aclararme demasiado con lo de la profesión de Diosa. Debe de ser dependienta en una tienda donde no son muy estrictos con el código vestimentario.

Bueno, al final se me hizo la luz una noche que estábamos tomando una copa en Orchard y apareció Diosa con una amiga. Iban vestidas para matar y se dirigían al Hotel Marriott. Parece que allí tienen muchos clientes. La otra noche a Diosa la habían echado del Marriott. Su amiga la recriminó: “Hija, es que exageras. Era la tercera vez que entrabas. Es lógico que sospecharan:” “¿Qué quieres que haga, si los clientes me llaman?”

Otras noches se van a Clark Quai. Echan el ojo a algún extranjero que les guste y se le arriman. Le cogen del brazo y van coqueteando con él hasta la parada de los taxis. Cuando llegan a la parada, le advierten: “Por cierto, no siempre fui mujer.” “¿Y cómo reaccionan?”, les preguntamos. “Os sorprenderíais de la cantidad de gente que nos dice que no importa, que adelante.”

Así las cosas, cuando Diosa vino a mi mujer y le preguntó a cuánto equivalían 50 euros en dólares de Singapur, mi mujer le dijo: “¿Qué? ¿Intimaste anoche con algún europeo?” Diosa puso ojitos coquetos. “Sí, con un francés monísimo.”

Otra transexual que a veces pasa por casa es Friday. Friday es lo contrario de la imagen sexy que uno tiene de los transexuales. Es fea, gorda y de mediana edad, pero tiene muy buen corazón. Empezó a hormonarse, pero lo dejó porque no le sentaba bien. Aquellas hormonas le dejaron un proyecto de tetas, que no llegaron a concretarse y con las que ahora no sabe bien qué hacer.

Friday es peluquera. Da unos masajes excelentes y le encantan las labores domésticas. No espera tener suerte el amor, pero confía en tenerla profesionalmente. Su sueño sería encontrar un empleador rico que buscase una mezcla de mayordomo y asistenta.

Diosa y Friday van juntas a menudo, salvo cuando Diosa está trabajando. Una vez Friday acompañó a Diosa a inmigración para hacer unas gestiones. De repente, a mitad de camino Diosa cayó en la cuenta de que no procedía comparecer con su minifalda provocativa, cuando su permiso de estancia estaba a nombre de Dionisio, sexo: varón. “Friday, déjame tu pantalón y te pones tú mi falda”. “Pero si no me he depilado y además, con lo feas que tengo las piernas quieres que las vaya enseñando.” Como Friday tiene muy buen corazón, acabó cediendo y en unos baños se intercambiaron la ropa. Luego Friday nos estuvo contando el sofoco que pasó enseñando sus piernas que, según dice, fueron creadas para sostener su corpachón, no para exhibirlas.

Una ventaja de tener una mujer como la mía es que cada día la entrada en casa puede suponer una agradable sorpresa.


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