Buenos días desde Academia Cruellas. Hoy nos vamos a centrar en la religiosidad etrusca. Arnobio calificó a Etruira de principio y madres de las supersticiones. Y la imagen que transmite la religión etrusca es la de un cúmulo de rituales, de temores, de ansiedad por el futuro, y de fatalismo. Sacrificios que debían repetirse por defecto de forma, predicciones que no se cumplían por un gesto involuntario del interesado, y en el fondo, una absoluta indiferencia por las cuestiones éticas.
Es poco lo que conocemos de los inicios del panteón etrusco. En dicho panteón hay varios estratos. Si dejamos de lado colectivos divinos de los que nada sabemos, el conjunto de las divinidades que se adoran en Etruria se puede dividir en dos grupos: por una parte se hallan los dioses indígenas (Tenia, Laran,…); y por otra parte los dioses griegos (Apulu, Hercle,..) importados en su mayoría durante el arcaísmo. Algo más sabemos sobre los ritos funerarios ya que podemos observar las tumbas o los relieves de Chiusi de principios del siglo V a.C. Muerto un personaje de cierta importancia, se exponía su cuerpo durante varios días, esperando la llegada de amigos y adeudos que se ponían en marcha desde sus lugares de residencia. Esta exposición concluía con la reunión general de los allegados, el saludo al muerto y los cantos y bailes de las lloronas contratadas y de algunas damas de la familia. Después se ponía en movimiento la procesión hacia la pira y tras la cremación, hacia la tumba. Tras los flautistas, los hombres tiraban del carro del muerto, acompañados por plañideras y seguidos por la familia íntima y las mujeres en general.
Pero la parte más llamativa venía después de dejar al difunto en la tumba, junto a sus antepasados. Para demostrar al desaparecido que sus familiares y allegados no le rechazaban, se celebraba una gran comida en su honor, donde la verdura, las granadas y los huevos, junto con el vino y las decoraciones vegetales, recordaban constantemente la renovación de la naturaleza con sus ocultas energías y, por tanto, la prolongación de la vida más allá de la muerte. Una vez alimentados los asistentes, e incluso entretenidos por bailarines a los que salían a acompañar algunos invitados, se ponían en marcha hacia el lugar de los juegos. Los juegos fúnebres debían ser semejantes a otros muchos que los etruscos realizaban en diversas fiestas, y que pronto transmitieron a los romanos. Se celebraban en un lugar llano bordeado por tribunas de maderas. Así desde sus tarimas de madera, los asistentes verían pruebas atléticas, evoluciones de bailarines, incluso rústicas cacerías o combates de hombres contra perros que pudieron ser el origen remoto de las luchas de gladiadores. En los juegos fúnebres, todos estos espectáculos tenían al parecer un sentido primitivo: al pisar, hacer resonar y hasta mojar de sangre la tierra, se animarían las almas de los muertos que se encontraban bajo la superficie del suelo