El hiperactivo Mahathir Mohamad dejó voluntariamente el cargo de Primer Ministro de Malasia en 2003, después de pasarse 22 años pasándoselo teta, diciéndole a los malasios cómo tenían que ser. Una vez jubilado, descubrió que se aburría y se dedicó a enredar: fue consejero de dos grandes compañías malasias, Petronas y Proton; le puso todos los palos en las ruedas que pudo al nuevo Primer Ministro, Abdullah Badawi, al que paradójicamente le había designado él; abrió un blog para despotricar de lo mal que estaba la política malasia desde
que él se había ido…
Supongo que fruto de ese aburrimiento es el libro “Doctor en casa”, que publicó en marzo pasado. 800 páginas de libro. Más que las dos partes de “El Quijote” impresas en edición para personas con la vista cansada.
El libro es muchas cosas. En primer lugar son unas memorias. Pero sospecho que eso es lo menos relevante. Y también lo sospecha Mahathir, que advierte en el prefacio: “Esta es la historia de Malasia según yo la veo. Esta es también mi historia.” O sea, quien espere objetividad, que se vaya a otro sitio.
En segundo lugar, es un testimonio y una justificación ante la Historia. Es su testamento político, la imagen que quiere dejar ante la Historia. En tercer lugar, es la ocasión de ajustar cuentas con algunos de sus enemigos. Tal vez por eso el libro sea tan largo: Mahathir se ha creado muchos enemigos durante su larga carrera.
Por ejemplo, a Tengku Razaleigh, que intentó moverle la silla en 1987 y casi lo consigue, le acusa de haber tratado de sobornar a otros miembros del partido y de haber intentado jugar sucio, acusándole falsamente de adúltero (esto dicho por el mismo que se llevó por delante a Anwar Ibrahim bajo la acusación de sodomita). Otro al que le tiene ganas es al fundador de Singapur, Lee Kuan Yew, al que acusa de dirigirse al Parlamento malasio en plan perdonavidas y del que dice: “Lee vio a Malasia como su oportunidad de dominar una nación sustancial y convertirse en su Primer Ministro”, vamos que Singapur se le quedaba pequeño y quería mandar en algo más grande. Pero el archienemigo, al que se la tiene jurada y con el que uno sospecha que mantiene una complicada relación de amor-odio, es Anwar Ibrahim, quien durante casi una década fue su delfín. “Anwar es sin lugar a dudas un hombre carismático y sabe cómo conseguir que la gente le apoye. Todo lo que hice por Anwar en el pasado ha sido echado a un lado. Se considera que he hecho de él una víctima y que lo he metido en la cárcel, como si no hubiese habido un proceso. Cada vez que se menciona mi nombre en un artículo o en un libro se me describe como el Primer Ministro que metió a su segundo en la cárcel. El hecho de que se le imputó y procesó debidamente ante un tribunal nunca se menciona.” En la primera parte de esta cita Mahathir suena a amante despechada y en la segunda a político trapacero que sabe cómo torcerle la mano a la verdad. Es cierto que Anwar fue procesado y condenado por corrupción y sodomía. El segundo de los cargos fue posteriormente anulado. Mientras que es probable que fuera efectivamente culpable de corrupción, la pregunta clave es: ¿por qué él de entre todos los políticos malasios? ¿por qué él y no Mahathir? Ya está, Mahathir, yo he reconocido que le metieron en la cárcel con todas las de la Ley y sin embargo mi sentido de la justicia encuentra que algo falla. Lo mismo piensa Anwar que ha llamado a Mahathir “un mentiroso flagrante” que sufre de “amnesia selectiva.”
Puede que Mahathir sea mentiroso y cínico y sufra de amnesia selectiva, pero a sus 85 años da la impresión de que está de vuelta de todo, salvo del juicio de la Historia. Preguntado por el título que había escogido para el libro, respondió: “Tenía muchos títulos para el libro, tales como “Mahathir el Napoleón”, “Mahathir el Grande” y mi preferido que era “Mahathir el Magnífico”. Pero al final, escogí algo que no fuera demasiado hiperbólico y ése es “Doctor en casa”. Es el primero y principal de todos mis títulos. Siempre seré un doctor [Mahathir es médico de formación]”
Si después de esta entrada alguien tiene ganas de leerse el libro, mi consejo es que se siente hasta que se le pasen y a continuación se lea “Guerra y Paz”, que también es una obra de ficción, pero está mejor escrita.