Las cortas patas de la mentira en época de redes.
Por Dolors Reig.
El Caparazón.
Acabo de ver una charla Ted excepcional, la de un colega psicólogo, Jeff Hancock, dedicado desde hace tiempo al estudio de la mentira, The future of lying. La charla habla de la mentira, de los mitos y realidades acerca de cómo nos presentamos ante los demás en distintos medios, rompiendo algunos mitos.
Quiero compartir con vosotros porque va en la línea tanto de un trabajo que publiqué hace ya mucho como de un artículo reciente en Cuadernos de Pedagogía inspirado en otro que aparecía aquí hace un tiempo: “Somos auténticos en las redes sociales”.
Siempre hemos mentido, comenta el ponente, mucho. Diógenes y su linterna representaban la difícil búsqueda de la verdad y murió sin encontrar un solo hombre en toda Grecia que no hubiese mentido nunca. También Confucio se preocupó por la sinceridad, por la medida en que actuamos según nuestros principios.
Hoy han aumentado, como siempre decimos, los espacios sociales, las formas de comunicación entre seres humanos: enviamos emails, mensajes de texto, actualizaciones en Facebook. Nos convertimos, además… y eso es nuevo, en micromedios desde los que no hablamos con grupos definidos y limitados sino, de forma potencial, con cualquier persona del planeta.
Llevo unos días escribiendo lo que probablemente sea mi próximo libro, sobre “hablar en red”, sobre cómo resulta distinto del tradicional hablar en público y también deberé aportar matices sobre la mentira en este tipo de comunicación.
Las nuevas mentiras de la comunicación online:
Volviendo a Hancock, existen varios tipos de nuevas mentiras: “no tengo batería” o “tengo trabajo” cuando queríamos decir que no queríamos hablar en ese momento pero que esa persona nos importa lo suficiente para no querer molestarla, son buenos ejemplos, basado en la ambigüedad de las relaciones, del primero de los tipos que describe.
El ejército del agua Chino se refiere a los miles de personas en ese país que cobran pequeñas cantidades de dinero por producir reviews o propaganda de libros, viajes, hoteles, etc. En EEUU se denomina Astroturfing al mismo negocio y se trata de algo cada vez más común.
Hay otros casos en los que también abunda la mentira: chats sexuales anónimos o el príncipe nigeriano que nos pide un favor a cambio de regalarnos millones de dólares. Pero volviendo a la tesis con la que comenzábamos, muchos de los estudios actuales concluyen con datos favorables a nuestra tesis: somos más auténticos en internet.
Resulta contraintuitivo pero parece que mentimos más por teléfono que por email. En cuanto a los Curriculum Vitae, los perfiles en redes sociales de búsqueda de empleo como Linkedin resultan ser bastante honestos en cuanto a las cuestiones más relevantes para el empleador, como las responsabilidades o las habilidades desplegadas en puestos de trabajo previos.
En el caso de Facebook también resulta que sobrevaloramos en grado en que se miente o se reflejan versiones idealizadas de nosotros mismos sino que solemos reflejar también allí nuestra personalidad real. Un curioso estudio consistente en examinar las personalidades de la gente en Facebook desde amigos o desconocidos lo mostraba con claridad: Si pedíamos a ambos grupos que juzgasen cómo era una persona según su perfil en Facebook siendo sus amigos o desconociéndola totalmente resultaba que las descripciones eran casi idénticas.
En el caso de sitios de citas online el psicólogo nos cuenta su investigación: parece que el 80% de los participantes en el estudio mentía sensiblemente, presentándose algo más altos o más delgados, pero no en exceso. La “prueba de realidad” que puede significar una cita, en la que los efectos de la mentira podrían ser catastróficos, parece que limitaba desinformaciones demasiado exageradas.
Veíamos en las publicaciones que listábamos más arriba cómo la disonancia cognitiva entre el yo real y el ideal resultaba algo desagradable y por tanto tendería a evitarse.
La mentira antes de Internet
Somos, en definitiva, como siempre hemos defendido, en general, más honestos cuando nos comunicamos online que en la vida real.
De los muchos estudios al respecto de la mentira antes de Internet Hancock resume algunas conclusiones. En general no somos muy buenos interpretando la mentira: aproximadamente el 54% de las opiniones sobre si algo o alguien está o no mintiendo aciertan. Interpretamos la verdad o mentira de algo mirando a los ojos de la gente pero no es un indicador fiable.
Tampoco es correcto interpretar que solo porque no podemos ver al otro este va a mentirnos… mentimos por una razón y eso no depende de que veamos o no al otro.
Coincide conmigo y otros psicólogos sociales en la importancia del big data social: lo más interesante de la era digital es que todo lo que decimos será registrado, podremos crear algoritmos para analizar los indicadores lingüísticos de la mentira y detectar ese Astroturfing que amenaza la meritocracia que muchos/as pretendemos para la red.
En el caso de los hoteles, por ejemplo, ya conocemos algunos indicios, como por ejemplo la excesiva atención de los mentirosos a la narrativa. ¿Quién soy? ¿Qué pasó? ¿Porqué fui a ese hotel? Los fakes, además se suelen expresar en primera persona del singular.
Por contra, la gente que sí ha estado en hotel suele incluir en mayor medida información espacial, lo grandes o pequeñas que eran las habitaciones, lo lejos o cerca que estaba de los principales atractivos, etc.
Me planteo cuándo, con la analítica de datos como tendencia también para este año, también las empresas dedicadas a la mentira los utilizarán para perfeccionar sus fakes…
Es importante, sea como sea, tener cuidado con las mentiras, comenta Hancock… porque es cierto que quedarán registradas hasta el fin de los tiempos
Hablar en público vs. hablar en red
En fin… todo ello aporta más argumentos al tema de “hablar en red” como parte de la nueva psicología del individuo conectado en el que trabajo. Lo observo a menudo en mi misma: soy mucho más precavida, más veraz, más rigurosa, más prudente cuando escribo sin saber cual puede ser el alcance de lo que digo, cuando “hablo en red”, que cuando hablo en público en clases o conferencias, para un grupo limitado de personas.
Y no solo porque el tema vaya a quedar registrado sino también porque en red, cuando publicamos un post, cuando twitteamos o enviamos a FB un mensaje, es la inteligencia de nuestros lectores, de cada uno de nuestros lectores, aumentada además cuando están juntos, la que actúa.
Después llegan las grabaciones en vídeo y complican la historia… aumentando todavía más los matices de cualquiera de los aspectos de la comunicación en la era digital.
Nada de lo social es sencillo… y menos en la sociedad aumentada, pero sí parece haber motivos para la esperanza.
Posted by: Dolors Reig // December 27, 2012
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Fuente: El Caparazón
Imagen: ruse-myths
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