Revista Cine
Un convencional y olvidado aunque muy solido drama criminal
Dirigida por un realizador muy alejado de un genero tan propiamente norteamericano como el policiaco (en su vertiente de gangsters) como Mike Newell, autor de la prestigiosísima y muy divertida Cuatro bodas y un funeral (Four weddings and a funeral, 1994), y posterior responsable de la intrascendente comedia Fuera de control (Pushing tin, 1999), una de las secuelas de Harry Potter, más o menos fieles adaptaciones de prestigiosos originales literarios como Grandes esperanzas (Great expectations, 2003) y Amor en tiempos de cólera (2007), y una aventura épica Troya-style como Prince of Persia (2009). Así, Newell queda como un especimen raro dentro del panorama cinematográfico, quedando su ya lejana comedia con Hugh Grant y Andie MacDowell y este drama policíaco que nos ocupa como lo más destacado de una filmografía extraña (o rica, según quiera verse)
Protagonizada por un Al Pacino que ni siquiera necesita actuar para ser un gran Al Pacino (todos recordamos sus anteriores roles en el género mafioso-policíaco) y un Johnny Depp en un sorprendente giro a su carrera, la cual hasta entonces sólo había tenido, a mi parecer, un rol de verdadero prestigio, que fue el del director de ciencia-ficción barata de los años 50 Edward J. Wood en la magnífica Ed Wood (Tim Burton, 1994), una de las sin duda mejores muestras de cine dentro de cine de la historia.
Depp interpreta aquí a Joe Pistone, un policía real que se infiltró en una familia de la mafia italoamericana de Nueva York a finales de los 70 (algo sin precedentes) cuando el gobierno norteamericano declaró su enésima guerra al crimen organizado, lo cual le supuso estar el resto de su vida junto a su familia (esposa y dos hijas, cuyos personajes- sobre todo y obviamente el de la esposa, interpretada por Anne Heche- están muy desaprovechados en la película) en el Programa de Protección de Testigos. De hecho sigue ahí, ya que la Mafia todavía ofrece una recompensa por su paradero.
Si atenemos al tratamiento de los personajes (mafiosos de poca monta) podemos situarla más cercana al cine de gángsters de Scorsese y más alejada de la opulencia y el lujo que emanaba la trilogía de El padrino, aunque la sombra de la epopeya familiar de Francis Ford Coppola se cierne sobre la película cada vez que aparece Al Pacino en pantalla. Es irremediable e inevitable su recuerdo. Pese a todo, no sigue ni el esquema ni el estilo de ninguna de las dos vertientes principales de este subgénero, sino que se asemeja más al drama policíaco al estilo de Sidney Lumet.
Sirve para conocer cómo funciona la estructura de una familia de la mafia, ofreciendo un detallado conocimiento de su entramado, desde ser un connected guy- "significa que eres un amigo mío", le dice Lefty (Pacino) a Donnie (Depp) en el primer cuarto de hora de cinta) hasta ser un made guy- "significa que eres un amigo nuestro, y ya estás dentro. Luego ya viene capitán y jefe", termina de explicarle un personaje a otro. "¿Es como el ejército no? Hay una cadena de mando" le pregunta Donnie. Y aquí llega una de las mejores frases de la película, con la respuesta de Pacino: "no tiene nada que ver con el ejército. El ejército es un tío al que no conoces que te manda a matar a otro tío que no conoces". Más tarde volvería a soltarle otra gran frase: "en la Cosa Nostra, si te mandan comparecer (algo así como declarar por algo que se ha hecho mal) entras vivo y sales muerto, y es tu mejor amigo el que se encarga".
Quizás su convencionalidad y el paso del tiempo (una vez vista de nuevo, a casi 20 años de su realización) es lo que la ha convertido en uno de los mejores policíacos de los nuevos tiempos, con una solidez narrativa muy por encima de la media del cine norteamericano de género actual (si exceptuamos al cine de James Gray, por compararlo con algún cineasta que realice películas de temática similar) y un valor muy superior al que se le dio en el momento de su estreno.
Atendiendo a su pareja protagonista, podemos enlazar Donnie Brasco con dos películas. Por parte de Depp, con Blow (Ted Demme, 2001), del desaparecido hermano de Jonathan Demme, realizador de El silencio de los corderos, resultando un estilizado y entretenido (y nada más) ejemplo de gangster film policíaco descaradamente influenciado (y copión) por el cine de Scorsese, en el cual se narraba parte de la vida de George Jung, el contacto norteamericano del célebre traficante de droga colombiano Pablo Escobar. Para los espectadores españoles resaltar que fue la primera incursión en el cine USA de la hoy mundialmente famosa Penélope Cruz y, si no recuerdo mal, la única otra incursión de Depp en el género policíaco- gangsteril. De ahí su incusión.
Por lo que respecta a Al Pacino, si tuviéramos que enlazar Donnie Brasco con otro cabo de su filmografía- obviando la trilogía de El padrino- sería con, por una parte, A la caza (Cruising, William Friedkin, 1980), un más que decente thriller procedente del autor de dos de los trabajos más influenciables del cine americano moderno como son The French connection y El exorcista, con Pacino interpretando a un policía que se hace pasar por homosexual adentrándose en el submundo del sexo gay barriobajero y ocasional con el fin de atrapar a un asesino de homosexuales; y, por otra parte, también podemos relacionarla con Serpico (1973), icónico y recordado drama dirigido por Sidney Lumet y protagonizado por el mismo Pacino entre padrinos, donde interpretaba a un policía decidido a destapar la corrupción en el cuerpo de policía donde trabajaba.
Como le ocurría a Pacino en una de las últimas secuencias de A la caza, aquél ya muy lejano thriller, en la cual se quedaba mirando la ropa que había utilizado para adentrarse en el vicioso mundo sexual de los gays (o sea, mucho cuero), el personaje de Donnie Brasco no está muy seguro de qué lado está cuando es detenido junto a Lefty (Pacino) para evitar que cometa un asesinato hacia el final de la cinta, afirmación que se hace más grande cuando le dan la típica medallita al valor y se queda pensativo sin pronunciar palabra mientras un compañero le dice que "se ha acabado, Joe". Esa riqueza y complejidad en los personajes, con esos conflictos morales (delincuente y agente de la ley han trabado una gran amistad a lo largo del metraje) es lo que define la grandeza de este pequeño clásico, perdonando que apenas innove en el género como en su momento hicieron Coppola (tragedia griega y melodrama italiano en el cine de gángsters) y Scorsese (algo así como las tres uves: vértigo, vigor y velocidad, además del uso de la música popular).
Depp ofrece una interpretación de verdad brillante, como un policía sometido a una presión extraordinaria (ver las escenas del restaurante asiático y cuando se reúne en la habitación del motel junto a sus superiores) y, como ya se ha apuntado, Pacino en mi opinión ni se esfuerza en actuar, ofreciendo igualmente un trabajo excelente interpretando al típico mafiosillo de tres al cuarto que nunca ha llegado a nada en su carrera delictiva más que a asesinar a gente por órdenes de sus superiores- "26 tíos he liquidado y me ascienden? No, pasan de Lefty" se queja a Donnie (algo en claro contraste con Michael Corleone, su personaje más icónico y recordado).
Su mejor escena es también hacia el final (siento quien no haya visto la pelicula) y es su "autoasesinato", el cual no se ve en cámara, y que podemos intuir cuando la pantalla se funde a negro y se oyen disparos, volviendo a aparecer un Depp en pantalla realizando prácticas de tiro. Justo antes, Pacino se ha despedido de su mujer, saliendo de casa para suicidarse (sin decírselo a su señora) por haber metido a un topo en la organización. Sabe que si no lo hace él mismo otros lo harán. En ese aspecto recuerda al personaje de Frank Pentangeli de El padrino. Parte II, el cual decide labrarse ese mismo destino cuando es aconsejado-amenazado por el personaje de Robert Duvall hacia el final de la modélica cinta de Francis Ford Coppola.
No sabría decir quién es el dueño de la película, si un siempre autoritario Pacino o un esforzadísimo Depp, que se convierte en toda una revelación. Una, como ya se ha dicho, convencional aunque no por ello inteligente muestra de cine de calidad apoyada en dos actorazos donde el director simplemente encaja las piezas que le dan sin hacer mucho ruido, consiguiendo un resultado que sobrepasa claramente el aprobado y donde la lealtad y la amistad forman un ente indivisible a curiosamente, ambos lados de la ley.