Motivado un poco por posts recientes en el blog de Sibaritastur, me ha dado por probar blancos. Blancos que se salgan de lo que suele ser mi trilogía básica de blancos, es decir, Albariño/Chardonnay/Verdejo. De momento estoy probando monovarietales, como estos dos que comento, de los cuales uno ha sido un buen descubrimiento, y el otro, un nuevo encuentro agradable.
- Diego Murillo 2007 (Blanco joven, 100% Torrontés, Humberto Canale, S.A.): Un blanco de la Patagonia Argentina. Amarillo pálido, con matices acerados, algún destello dorado. Buena intensidad aromática, con aromas de fruta de hueso, ciruela claudia y un claro olor a uva que recuerda a una Moscatel de poca intensidad. En boca es agradable, con una acidez justa, retronasal muy afrutado y final con un muy leve amargor agradable. Es la primera vez que pruebo una Torrontés argentina, ya que sólo conocía la Torrontés de los Ribeiros (desconozco si son la misma variedad). Me ha parecido un vino muy agradable y fácil de beber, a pesar de ese amargor final. Se llevó bien con unos langostinos a la plancha y unos lomos de merluza con almejas y gulas.
- Villa Narcisa Sauvignon Blanc 2008 (DO Rueda, Blanco joven, 100% Sauvignon Blanc, Javier Sanz Viticultor): Se presenta con un bonito color amarillo dorado pálido, con reflejos dorados. Nariz dominada por la fruta, de buena intensidad, mostrando fruta blanca (pera), cítricos (piña) y algo de melocotón. En boca tiene una acidez fresca, muy agradable, que invita a beber otra copa; los aromas retronasales son muy frutales, y tiene una duración media, con un ligerísimo verdor final. Mi segundo encuentro con la Sauvignon Blanc, y me está gustando mucho. Éste hubo de vérselas con un calamar a la plancha y unas cintas de pasta con almejas y langostinos, y el trío fue muy bueno.
La sorpresa vino dada por un vino ya comentado aquí, el albariño de vendimia tardía Derradeira Vendimia, de Agro de Bazán. El día que abrimos la botella, sólo bebimos un par de copas, y se guardó en el frigo, sin sistema de vacío, pensando que sólo estaría allí un día o dos. El caso es que ha estado más, y al servirme hoy una copa, esperando encontrármelo casi imbebible, me he llevado un sorpresón. Como era de esperar, el vino estaba algo oxidado, mostrando unos colores pajizos y dorados, mucho más oscuros que los que tenía al abrir la botella. Los aromas se han amortiguado algo, y muestran ahora plátano y...chicle de fresa (es la segunda vez que noto este aroma en un albariño). En boca, la acidez algo excesiva del primer día, se ha suavizado mucho, aunque sigue fresco, y asoma algo de dulce, que en conjunto lo hacen muy rico. Le ha sentado muy bien la oxidación.
Tras dar cuenta de un Chenin Blanc que espera en la cavita, y algún otro monovarietal que me he encontrado por ahí (un blanco tranquilo de Pinot Noir por ejemplo), espero atacar a varios coupages interesantes a los que les he echado el ojo.