La situación amerita una reflexión sobre el rol de los intelectuales y cómo en las encrucijadas o en épocas de vacas flacas o de futuros chanchos voladores las opiniones antes cercanas con el poder político empiezan a colocarse en trincheras de opinión pro-oficialistas o críticas.
Durante estos últimos tiempos con los avatares de la política, la presión de los sectores oligopólicos y los medios furtivos de desinformación avanzan sobre el sentido común ciudadano del que piensa, como dice Brienza haciendo un mero oportunismo jaurechiano: "Este país de mierda es así, cada diez años todo se va al diablo", obliga a los "intelectuales" a elevar determinadas demandas que los colocan en la disyuntiva de hacer uso de su sentido crítico más allá de que guste o no al púlpito seguidor o bien dar una serie de salvedades y menciones que únicamente buscan el autoconvencimiento o la adhesión de los ya adheridos.
La actual situación, como ya habrán visto, me empuja a comparar con determinadas cosas analogas al segundo gobierno de Perón (si bien el contexto era diametralmente opuesto, la lucha por profundizar el modelo sin perjudicar a su columna vertebral lo colocó al peronismo en una encrucijada similar a la actual), tanto que me parece oportuno mencionar el desenvolvimiento de dos intelectuales que son quizás los más recordados y reivindicados por los militantes de hoy en día: Scalabrini Ortiz y Arturo Jauretche. Ambos por diversos motivos, se fueron alejando del gobierno peronista durante su segundo mandato principalmente por sus diferencias políticas llamandose a un silencio alusivo. Basta revisar por ejemplo en "Los profetas del odio" cómo Jauretche realiza varias críticas al segundo gobierno de Perón. Pero también podrían haber tenido la opción de ser voceros de la gestión oficialista y, en los momentos acuciantes, en vez de entablar un dialógo genuino y sincero con los lectores abriendo el debate entre ellos, podrían vender las consignas conocidas, enaltecer a los aliados de turnos y dar como cierre un mensaje políticamente oficial y correcto.
Estas dos facetas las pudimos observar ayer: quien lea la columna de Verbitsky (y si se pasean por los blogs encontrarán bastantes comentarios al respecto) se encontrará con una lectura por lo menos incómoda, el Perro vuelve con todo y le pega al Dios y María Santisima del kirchnerismo, por con un objetivo claro que no es el de "me desligo de este quilombo y ya" sino, por el contrario, pone sobre el tapete la realidad coyuntural y el que vendrá luego. Equivocado o no, (en "Los huevos y las ideas" hay una reflexión interesante) Verbitsky sacude el avispero y llama a poner las cartas sobre la mesa. Después de todo, el futuro del Gobierno y el proyecto político no depende sólo del mismo sino también de las bases (que varios reclaman que "despierte").
Por el otro lado, encontramos la columna de Hernán Brienza que con su prosa atractiva para el sector duro del kirchnerismo, sólo saca un relamer de puntos encontrados dentro de lo que muchos denominan "relato" con condimentos del enfrentamiento binario: entre nosotros los buenos y ellos los malos, buscando desligar al Gobierno de la decisión de la devaluación (claro, parece que no partió de una "decisión soberana" sino que fue el resultado de la presión de los grupos económicos y especuladores) justificando "per sé" algunas cuestiones que cuando hablamos de otros gobiernos de antaño lo vemos "injustificable", esa postura de que "está bien porque lo dice/lo hizo la Jefa" dandole un aura de mujer sobrenatural que jamás se equivoca. Claramente como menciona el Perro, fue una medida de ajuste pero que fue acompañada con medidas políticas que pongan en relativo resguardo a las clases populares. Pero un opinologo no puede caer en la respuesta facilista que endulza solamente el oído de los kirchneristas duros, ¿por qué? porque se peca entonces de obsecuencia, de un quietismo cómodo que a la larga perjudica al gobierno nacional y al proyecto político que él pretende defender "en teoría". Un ejemplo claro del "modus operandi" del kirchnerista oportunologo: cita según conveniencia. Rescata una cita de un libro del impresentable de Majul cuando hablaba de Alfonsín antaño, pero aclara que ahora es un mamerto. Y se apoya en el Papa para marcarle el camino al Gobierno nacional (en este momento donde el Papa resulta ser una referencia kirchnerista, aunque cuando era Bergoglio era Satanás con sotana). Y cae en el final de la nota con suma liviandad argumentando que lo mejor del kirchnerismo sería "huir para adelante" como lo hizo en el 2009 como si la coyuntura fuera la misma.
Dos posicionamiento claros ante la realidad política: una para no perdérsela y otra mejor perderla que encontrarla.