Revista Arte
Hace unos días, el 20F, estuve en dos presentaciones de libros. Dos libros muy diferentes que muestran cómo ha cambiado la sociedad española en muy poco tiempo. O quizá sólo haya cambiado en parte, es decir, una parte de la sociedad que anda preocupada sólo por el presente, mientras que otra sigue anclada en el pasado. Valga esto como reflexión sociológica al margen, porque de lo que se trata aquí es de hablar de los libros y de lo importante que es que su autor crea realmente en lo que está escribiendo.
En primer lugar me dejé caer por el cortinglés para escuchar a la autora de Las espuelas del deseo, Rebeca Viguri. Encontrar el lugar de la presentación supuso algo más que un acto de fe cultural. La sala no sólo era poco propicia para el evento sino que con todo el ruido de la cafetería contigua era imposible escuchar a las tres personas que presentaban la novela. Se resaltó el espíritu de emprendimiento por escribir una novela, lo bien escrito que estaba, las continuas referencias literarias, el buen ojo para captar los instantes característicos de una ciudad de provincias. Especialmente se habló de sus noches, sus bares, sus dilemas y sus frustraciones. No las frustraciones de la noche, sino la de los hombres y mujeres que se entrecruzan en ella; la falta diálogo. Nada de amor y lujo, que estamos en crisis, un poco de cama y con mucha sencillez. Que en definitiva es lo que vende, y eso lo sabe hasta Reverte.
Al salir de allí sentí la necesidad de encontrarme con otro tipo de libros, de tal modo que acudí a la librería Auzolan donde, como muchos martes, tenían foro literario. Se presentaba Virgilio Leret, una vida al servicio de la República. La sala no era más que un espacio que abierto entre las estanterías. Silencio y miradas atentas. Una mujer de 75 años relata la muerte de su padre: Virgilio Leret. Fue el primer fusilado de la Guerra Civil el 17 de julio en Marruecos. Y esa es la verdadera fecha del inicio de la Guerra, defiende con vehemencia mientras se coloca la boina negra. No faltaba ningún detalle tópico, no faltaron los relatos duros, las referencias a los fasciosos, las reivindicaciones a la memoria histórica y blablablá. Aplausos, agradecimientos. El público agradece verdaderamente el libro, porque como el autor, creen en lo que está escrito.
Dos miradas al presente. Sólo por las portadas ya se deduce la carga del pasado o del futuro que contienen. La cuestión de fondo es el motivo por el que se escribe el libro. Quizá en ambos se pregunte al presente y la diferencia sea las respuestas que dan, quizá, pese al contenido tan aparentemente distinto, no encuentren verdaderas respuestas en el presente y por eso la sensación de frustración y nostalgia sea parecida.