A las 8h tengo una cita con el médico para revisar mi esguince. Cuando suena el alarma me levanto, me preparo mi té, medito, salgo con el perro y me dirijo al centro de salud. He calculado los tiempos (ya que con la muleta ando algo más lenta) y llego justo a tiempo.
Lo comparo con un día cualquiera sin horario fijo, especialmente cuando el perro no está conmigo. Suena el despertador y se me plantea la duda: ¿me levanto o me quedo un ratito más? ¿Medito ahora o mejor por la tarde? ¿Y si me levanto, que hago primero, me ducho o me preparo el té? ¿Qué voy a desayunar? ¿Y qué haré después? Tengo que tomar una decisión para cada una de estas cuestiones, algo que requiere bastante energía y resulta en una cierta sensación de cansancio al levantarme finalmente.
No sorprende que llegado las 21h de la noche soy incapaz de decidir si me pongo el vestido turquesa o el negro. Ya agoté mi cupo diario de decisiones, así que decido no hacer nada y quedarme en casa, disfrutando de mi chandal.
Quería encontrar una forma para evitar este agotamiento mental, así que volví a poner en práctica las dos reglas básicas de la planificación minimalista.
Regla 1: Reducir el número de decisiones creando rutinas
Imagínate que solo tienes un número limitado de decisiones al día. Cuando hayas gastado tus 100 unidades tendrás que esperar el próximo día cuando hayas recargado este depósito. Sabes que durante el día necesitarás muchas unidades para el trabajo, para los niños o para tu pareja. Además sería conveniente que te queden un par de unidades para disfrutar de tu tiempo libre, de tus amigos o de alguna actividad lúdica.
¿Realmente quieres gastarte tus primeras unidades en cuestiones tan limitadas como si levantarte o no, lo que vas a desayunar y qué camiseta te vas a poner para ir al gimnasio? Para evitarlo, la mejor opción es la creación de rutinas, o sea, de hábitos consecutivos, que te ayudan a navegar las primeras horas del día con calma.
Yo he llegado al extremo de dejar una lista sobre mi mesita que especifica que voy a hacer y en qué orden:
- Levantarme
- Lavarme los dientes
- Beber un vaso de agua
- Meditar
- Salir con el perro / salir a caminar
- Ducharme
- Preparar un té
- Definir tareas del día
- Realizar primera tarea
- Desayunar
Las tareas en negritas son las que más me cuestan en el sentido de que me encanta buscar razones (y soy muy creativa) por no hacerlas o postergarlas. Así que estas tareas las he añadido a mi lista de lift.do.
Regla 2: Reducir la complejidad de las decisiones creando límites
Más opciones no equivale a más satisfacción, sino a la duda perpetua si realmente tu decisión fue la correcta, un efecto que se llama la “paradoja de las elecciones”. Y ya que lo conoces, puedes crear tus propios límites para reducir tus opciones de forma arbitraria, y personalizada. De hecho, eso es uno de los pilares del minimalismo: reducir la complejidad para utilizar esta energía para decisiones más importantes.
Algunas formas en las que yo he decidido limitar mis opciones:
Tengo únicamente 33 prendas en el armario. Desde que participo en el Proyecto 333 la decisión del “que me pongo” ya no me agobia. Dependiendo del tiempo que hace, de los compromisos del día y de lo que me puse ayer me quedan dos o tres diferentes opciones como mucho. Además estas opciones están a la vista, así que la decisión es fácil.
No como carne ni lácteos. Curiosamente, los restaurantes más complicados para mi son los restaurantes vegetarianos. Aquí sí que me toca escoger entre todas las opciones de la carta. En todos los demás sitios mis opciones se reducen a dos o tres por plato, un número perfectamente manejable.
Por cierto, para aprovecharte de esta idea no hace falta que te hagas vegetariana o que te inventes una intolerancia alimenticia. Es perfectamente viable decidir que los lunes no comes carne, los martes no comes lácteos, los miércoles no comes trigo… las reglas las defines tu.
Apago internet para escribir.Cuando me falta inspiración, apago mi conexión a internet y con ello la distracción constante de las redes sociales. Los cafés sin internet son una opción aún mejor, porque eliminan distracciones como lavar los platos o pasar el aspirador.
Tenemos una lista de platos “aprobados”. Una de las decisiones más difíciles del día es lo que vamos a comer por la noche. Llegado el momento ya he agotado mis unidades de decisión (al igual que mi pareja) y decidirse por algo se convierte en un calvario. Para evitar eso, ahora tenemos una lista de platos pre-aprobados en la nevera. Los platos de los últimos tres días están marcados para no repetir demasiado, así que solo tenemos que decidir entre los demás platos. Es un sistema más abierto que la planificación de los platos, y menos caótico que tener que decir cada día.
¿Qué límites te pones para poder tomar decisiones cuando haga falta?